Nuria Trabanco crea universos a medida desde Arlós: "Esto es un trabajo de 24 horas, siempre andas dándole vueltas a la cabeza”
La escenógrafa y diseñadora es experta decorados de todo tipo, piezas e instalaciones para teatro, televisión, museos y otros

Nuria Trabanco. / A. Ll.

Madera, papel, cuerdas, telas, gasas, alambres y una imaginación desbordante, acompañada de un intenso proceso de investigación son las herramientas de Nuria Trabanco Franco para crear universos a medida. La escenógrafa, diseñadora y constructora tiene taller y trabaja en Arlós, en Llanera, desde hace muchos años, como experta decorados de todo tipo, y de piezas e instalaciones que la han llevado a destinos tan exóticos como Marruecos y Omán.
Nacida en Avilés, decidió “casi por casualidad” inscribirse en un curso de Maquinaria Escénica, Construcción de Decorados y Utilería, que se impartía en el Teatro Palacio Valdés. “Me encantó, y desde entonces sigo en ello, ya van 30 años”, explica. Una larga carrera en la que “hay trabajo, aunque esto no es como la fontanería. Hay que lucharlo más”, pero por el momento “tampoco me quejo”, asegura.
Entre sus últimos trabajos destacan “varias escenografías para teatro, unas réplicas de unas frutas y unas flores para la bodega de Ramón Bilbao de Haro, y una pieza para una exposición de Ricardo Villoria”. Pero volviendo al origen, Nuria Trabanco empezó como tramoyista. “Los que montan los decorados, los que mueven la maquinaria de los teatros y todo eso, pero a mí lo que me gusta realmente es la construcción de decorados. Ahora me dedico a diseñar y a construir decorados para teatro, para cine, publicidad, televisión y para todo tipo de eventos”, relata la artista.
Y ello implica “un trabajo constante de investigación de materiales, de épocas, porque de repente tienes que hacer una escenografía ambientada en el siglo XVI y tienes que buscar información. Es un trabajo muy interesante en ese sentido; no coloco platos de ducha, con lo que siempre me enfrento a un reto distinto”, bromea. Y no siempre se trata de una labor fácil de presupuestar ni de valorar, porque “nunca sabes el tiempo que te van a llevar las cosas; hay mucho trabajo en el que entra pensar en soluciones, darles forma y llevarlas a la práctica”, explica Trabanco.
Por ejemplo, a la hora de elaborar decorados para teatro “tienes que diseñar lo que te piden, tratando de ajustar a un presupuesto y pensando en que esos elementos tienen que caber en una furgoneta, tienen que sujetarse por sí mismos y tienen que ser fáciles de manejar, porque la mayoría de las veces las compañías actúan en teatros pequeños que no cuentan con grúas y tienes que pensar en todo ello”.
En otras ocasiones se trata de buscar soluciones para las peticiones de los clientes. En un museo de Omán tuvo que recrear unos canales de agua simulando un acueducto de piedra. Y para el Jardín Botánico de ese país también le pidieron que creara unos pétalos de rosa gigantes para colgar del techo que “fueron muy costosos, fue muy complejo lograr la forma y la consistencia necesarias, tenían un armazón de rejilla e iban cubiertas con una gasa, es un diseño que me dio mucho que pensar”.
En Agadir trabajó en el museo del Argán, donde elaboró las raíces de los árboles que producen esta flor. Y también diseñó y dio forma a una sala del espacio museístico WOW en Oporto, “simulando un espacio de granito”, además de “unos árboles del cacao y unos troncos gigantes”.
Todo un despliegue de imaginación para desarrollar una profesión “poco conocida en general”. Porque “cuando la gente va al teatro o ve un programa de televisión no es consciente de todo lo que hay detrás a la hora de preparar los espacios y los decorados”, advierte.
Estos días anda inmersa en una producción para la televisión regional, así como en un trabajo para la compañía La Westia Producciones. Un “no parar”, fruto de 30 años de trabajo intenso y dedicado, con tan buenos resultados que ya es una indispensable en el panorama regional y que siempre anda a la caza de ideas. “Cuando entro en un sitio no puedo evitar fijarme en cómo están hechas las cosas, cómo se han montado, con qué materiales… Esto es un trabajo de 24 horas porque siempre andas dándole vueltas a la cabeza”, reconoce.
Pero del mismo modo, es una labor que “me encanta”, asegura, feliz en su taller que antes fue la casa de Cristóbal el conductor de autobús, y que a ella le ha venido como anillo al dedo. “Fíjate, quién iba a querer un garaje enorme para guardar los autocares con una casita debajo. Pues era justo lo que yo necesitaba”, cuenta con una sonrisa. Un espacio desde el que hacer magia, no sin esfuerzo. Desde el que crear universos paralelos para dejar volar la imaginación.
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