La llanerense Ana Castañeda hipnotiza con sus coreografías aéreas: "Quien prueba y aguanta, ya no lo deja"

Con luz tenue, suspendida de un par de telas colgadas del techo a gran altura y con su cuerpo como única forma de expresión, la llanerense Ana Castañeda impresiona. Tanto, que en sus actuaciones como bailarina aérea "hay gente que se emociona y llora". "Hace poco me pasó con un dúo que hice con otro bailarín y fue espectacular", confiesa con humildad.

La suya es una disciplina artística no siempre bien conocida, y que "es un poco cíclica", asegura. Porque "hubo años en los que las telas se pusieron muy de moda y luego se fue pasando". Ahora, no obstante, la danza con telas aéreas vive un buen momento, con mucha gente interesada en aprender a "volar" y transmitir una magia especial, a la par que se ejercita la fuerza y la espalda. "Yo creo que nunca nadie que practique estos ejercicios ha ido a un fisioterapeuta", bromea Castañeda.

Empezando por el principio: Ana, de Lugo de Llanera, es profesora de esta modalidad en el concejo y además forma parte del colectivo Mar De Violetas y de los proyectos del grupo de danza Etymos, con el que pone escena muchas propuestas como la última en la que andan embarcados: "Tiraña en la Memoria".

Pero en realidad sus inicios tuvieron poco que ver con las telas aéreas. "Yo hice muchos años ballet, cuando era pequeña, luego estuve apartada de ese mundo y a los 17 años empecé a hacer escalada. Fue en ese momento cuando volvió todo", señala. Porque en el grupo de escaladoras, varias de las chicas se dedicaban a ejecutar ejercicios con las telas, que incluso colgaban como podían en las zonas de escalada de Teverga. "Es quizás lo más difícil, encontrar el espacio para colgarlas, porque se necesita altura para poder ejecutar las coreografías", explica.

Años de ballet

Los años de flexibilidad del ballet la ayudaron a entregarse con entusiasmo a una disciplina que "tiene mucho de fuerza física, hay que entrenar mucho el tren superior para tener fuerza y hay gente que se desanima", asegura sobre una modalidad que algunos enmarcan en el arte circense, y que para ella es mucho más que puramente un deporte, porque "aunque es muy físico, es una forma de expresión artística".

Con sus riesgos y con mucha espectacularidad para el espectador, porque "el hecho de estar suspendidos llama mucho la atención", relata Castañeda. Y aún así, para los profesionales de este arte "lo más complicado no es la altura, sino el hecho de llegar al suelo o de enredarse en las telas". Porque en las coreografías que ejecutan, se descuelgan y necesitan muchos metros para evitar golpearse con el pavimento. "Lo ideal son 7 u 8 metros", asegura, con telas que son una mezcla de nylon al punto de seda, en las que es fundamental la elasticidad "en horizontal, no en vertical", para permitir a los bailarines enrollar brazos y piernas, flexionar, expandirse, trepar y dejarse caer en una danza hipnótica que al principio "cuesta mucho a los alumnos".

Porque "hay que tener fuerza y te haces quemaduras con las telas, hay un momento crítico en el que a mucha gente le apetece dejarlo, creen que ya no pueden más, pero si se persevera y se supera ese momento, enseguida se avanza y se consiguen muchas cosas", sostiene la profesora. Hasta el punto de que "quien prueba y aguanta, le gusta muchísimo y ya no lo deja".

Al principio los ejercicios se ejecutan a poca altura, "con un nudo bajo de columpio", y los movimientos se ensayan en tierra firme para ir memorizando y cogiendo altura, a medida que la destreza se afianza. Y con la peculiaridad de que "en nuestro caso hacemos al revés, primero buscamos los movimientos de la coreografía y luego los vamos acompasando a la música".

El mínimo de altura para trabajar es de "unos 3,5 o 4 metros", y ahí reside precisamente la dificultad de "tirar de esto; es complicado encontrar un espacio que nos lo permita", reflexiona Ana Castañeda. En el polideportivo de Lugo sí que se consigue un espacio suficiente para estar cómodo, pero "no siempre tenemos aire suficiente, muchos teatros y escenarios no disponen de tanto sitio, por eso es una disciplina complicada".

De todos modos, cuenta con una legión de seguidores en Llanera, con casi una veintena de alumnos por curso con edades que oscilan "entre los 7 años y los 40", interesados en aprender a expresarse desde el aire y "aprender algo nuevo".

Castañeda tiene previstas varias actuaciones con Etymos para presentar "Tiraña en la memoria", y para el próximo verano quiere llevar un poco de su arte de la mano con Mar De Violetas a las zonas rurales, organizando un festival en varios núcleos del concejo desde la óptica de "arte social" que desarrolla el colectivo.

Porque, por encima de todo, Ana Castañeda trabaja codo con codo con sus compañeras de la compañía de danza desde un prisma "comunitario, de arte con sentido", concebido como punto de encuentro y forma de compartir. En su caso, desde el aire, en mil piruetas imposibles con lasque quedarse hipnotizado.

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