El retablo de Remi Alonso en La Rotella cumple veinte años: esta es su emotiva historia

Hace veinte años, una depresión mantuvo casi anulado a Remi Alonso, vecino de la parroquia llanerense de Villabona. Casi, pero no lo consiguió, porque encontró en el arte y en el trabajo manual un salvavidas para salir a flote. Fue gracias a una idea y una necesidad: la certeza de que la capilla de La Rotella necesitaba una intervención urgente, al estar llena de humedad y de polilla, y la seguridad de que Remi, ebanista y delineante, podía hacerse cargo de la restauración y dignificación de este espacio dedicado a San Antolín.

«Me ayudó mucho, estuve entretenido», sostiene Alonso con humildad ante su obra, un grandioso retablo que comenzó como una sencilla reparación del sagrario medio podrido que había entonces. De eso hace ya veinte años, un aniversario redondo para celebrar y para recordar que «es bueno trabajar por el pueblo».

Lo suyo comenzó poco a poco y acabó en una gran intervención en la que estuvo trabajando «casi un año entero». Lo primero que hizo fue restaurar el tabernáculo, en muy mal estado. «Tuve que repararlo mucho, y como sólo era un cajón encima de una tabla, pensé que podía hacer algo más digno», recuerda. Así que se puso manos a la obra para dar forma a un sagrario de buenas dimensiones, con detalles como una piedra incrustada procedente de la mina de Villabona «para recordar el pasado minero de la localidad».

Y como aquel primer paso quedó muy bien y el párroco, José Julio Velasco, se mostró encantado, «lo siguiente que hice fue proponerle continuar hacia los laterales, hasta la pared», explica Remi Alonso. Dicho y hecho, comenzó a extender la obra longitudinalmente, hasta ocupar toda la cabecera del templo y «separado de la pared del fondo, para que hubiera ventilación y la humedad no estropeara el trabajo», señala.

De semana en semana, el trabajo fue avanzando con nuevos módulos, que dieron lugar a dos confesionarios, bancos para el sacerdote tras el altar, pequeñas capillas y hornacinas para Santa Bárbara, el Cristo Crucificado y la Virgen de Covadonga que presiden el templo. «Fue como un puzzle, añadiendo nuevas piezas y encajando todo», indica el creador de este retablo, dorado a mano y con profusión de detalles y decoraciones. «De todo ello hice bocetos antes, para ir pensando los diseños», señala Alonso, mientras muestra los papeles de hace dos décadas. En su obra empleó corcho y madera, con tratamiento hidrófugo para que dure lo más posible, con jornadas de trabajo de «unas trece horas todos los días».

Imágenes

Alonso no solo creó un retablo donde no había nada. También restauró varias imágenes del templo a las que «les faltaban las manos y el pelo por la humedad». Y se encargó de hacer unas escaleras y una balaustrada para el altar, donde también se estrenó una mesa de marquetería salida de sus manos, así como un nuevo atril para las lecturas y un Vía Crucis para las paredes laterales.

Cuando acabó su trabajo el entonces arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro, ofició una misa solemne de inauguración en la capilla. Han pasado dos décadas y el trabajo sigue intacto. «Si acaso, volver a dorar el retablo para que brille más», afirma el restaurador. Coronado por la Cruz de la Victoria, es el símbolo de un triunfo: el de la perseverancia, el trabajo esforzado para sobreponerse a las dificultades y la entrega desprendida a los demás. Toda una obra de arte. n