Cáritas tiene en Posada un escuadrón de ángeles: "Acogemos sin condiciones, con los brazos abiertos"
Un equipo de dieciséis voluntarios atiende a quienes llaman a su puerta: "Esta es su casa"

Por la izquierda, José Julio Velasco, Belén Velasco, Isabel Lorenzo y Efraín Suárez, en Posada. | L. P.

El rostro de la solidaridad en Posada de Llanera es sonriente, cercano y cálido. Es un rostro fraterno, que en Cáritas parroquial toma la forma de dieciséis voluntarios dedicados a "acoger con los brazos abiertos y las puertas abiertas, para quitar el miedo al que llega con problemas. Ésta es su casa".
La definición la formulan entre Efraín Suárez, Belén Velasco e Isabel Lorenzo. Son tres de los voluntarios que trabajan en Cáritas Parroquial de Posada "junto con el resto de compañeros que hoy no han podido venir; somos un pequeño grano de arena", subrayan, algunos con más experiencia que otros, pero todos con el mismo entusiasmo por acoger.
Isabel Lorenzo suma ya 33 años de labor en Posada, tras proponérselo "una monja del instituto, Petra, empecé junto con mi ahora marido y aquí seguimos", señala. Su motivación fue "el Evangelio" y la certeza de que entre todos "podemos echar una mano". Una mano tendida de muchas formas. Con una primera labor de acogida a todos los que llegan a ellos y con otros servicios específicos: socio jurídicos, de acompañamiento, información y asesoramiento, o algo tan básico como la entrega mensual de alimentos y productos de higiene por parte de la parroquia a un total de 23 familias en la actualidad. "El 96 por ciento son inmigrantes que llegan, en muchos casos, con una mano delante y otra detrás", subrayan.
"Aquí vemos situaciones muy complejas, cada persona es un mundo y en el caso de los inmigrantes tienen todo tipo de problemas. El más grave para la mayoría es encontrar vivienda, ya que es más fácil encontrar trabajo ahora mismo", resumen los voluntarios, acompañados por el párroco José Julio Velasco. Él sacerdote resalta la labor de los voluntarios como "personas que no es que den, es que se dan muy por encima de lo que pueden, porque cada uno tiene familia y asuntos propios, y aquí están".
Efraín y Belén llevan seis y siete años en el proyecto, respectivamente. Para él el detonante fue "ver cómo está el mundo, lleno de problemas, de gente que lo está pasando mal y que necesita que nos pongamos en su lugar. Si yo fuera ellos, querría que me tendieran una mano, y eso es lo que hacemos". Belén se unió a Cáritas "conmovida, más que movida por algo en concreto". Fue Isabel quien se lo propuso y aporta "todo lo que puedo, haciendo un poco de todo donde se necesite".
Lo más importante cuando llega una persona a su puerta es "escucharla siempre y ofrecer ayuda sin preguntar. Aquí no hay ideas políticas ni religiosas, esta es su casa sin más". En la actualidad, cada vez cuentan con más ciudadanos de otros países. Personas que en sus orígenes tenían un buen nivel de vida y que se vieron arrojados a otro mundo, en el que todo les es ajeno. Como el caso de una chica a la que acaban de atender. Es médica pero no tiene forma de convalidar el título. Acudió a ellos en busca de asesoramiento.
Hay quienes fueron usuarios y ahora son voluntarios, que mantienen el vínculo hasta desde Italia. "Somos una gran familia; nos juntamos una vez al mes para hablar de la entidad y acabamos cenando juntos", explican con complicidad. Son la tabla de salvación para muchas personas, un rostro de amor y de empatía desde hace décadas, dispuestos a sumar a todo el mundo, sin condiciones.
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