El "vicio" de Montse Trabanco con la indumentaria tradicional: "Un traje de mujer puede salir por más de mil euros, pero te queda para siempre"

La artesana de Llanera cose para toda su familia, ajustándose al máximo a los testimonios históricos y con la dificultad de encontrar género

Montse Trabanco, en su casa de Posada, rodeada de creaciones a las que ha dedicado numerosas horas de trabajo.    | L. P.

Montse Trabanco, en su casa de Posada, rodeada de creaciones a las que ha dedicado numerosas horas de trabajo. | L. P.

Luján Palacios

Luján Palacios

Posada de Llanera

Tiene Montse Trabanco unas manos de oro y una paciencia inagotable que han hecho de ella una de las mayores especialistas en indumentaria tradicional de Asturias. Nacida en San Martín de Huerces, lleva toda la vida vinculada a Llanera, donde reside con su marido "Fonso les Regueres", y desde donde entre los dos custodian con mimo y rigor la cultura del país.

"Llevo toda la vida bailando, desde los cuatro años; mi padre tocaba algo la gaita y mi güela cantaba algo de tonada, o sea que siempre llevé la tradición conmigo", rememora. Y fue de la mano del colectivo "Muyeres" como empezó a trabajar en la recuperación de la indumentaria antigua. "La verdad es que nos abrió mucho los ojos a todos. Todavía estábamos con el traje de rojillo, y a mucha honra, pero varios colectivos empezaron a moverse entonces para recuperar los trajes antiguos. Empezamos a ver otra forma de vestirnos, y empecé a informarme con el libro de Luis Argüelles, que era el único que había sobre el tema, con descripciones de Jovellanos… Y así me fui fijando en cortes y géneros antiguos como el lino, que no es lo que llevábamos nosotros, que íbamos con la blonda en la cabeza", señala.

La figura de la abuela en el aprendizaje

La afición se convirtió en "un vicio que te atrapa", asegura Montse, quien aprendió "sola, a mi manera, haciendo y deshaciendo" y que es capaz de recrear cualquier traje que se le ponga por delante con maestría, y sobre todo de forma rigurosa. Con el tiempo ha conseguido una capacitación profesional, y de hecho tiene empleo en una fábrica de ropa de trabajo. Pero en los inicios fue la abuela una figura importante, de la que aprendió mucha técnica a la hora de ponerse manos a la obra.

Maribel Parrondo fue en este proceso una figura clave en los años 90, la persona que "me metió el gusanillo y empezó a orientarme sobre géneros: estameñas, paños linos, sábanas antiguas… Y así empecé haciendo trajes para mí y para los de casa. Luego vinieron los nenos y había que vestirlos cada poco".

El objetivo siempre ha sido ceñirse a la tradición rigurosa, pero "es inevitable meter la pata". "Ves un género que crees que te puede servir para una cosa pero luego no se ajusta a lo que buscas", indica, en busca de un purismo para el que "cada vez nos lo ponen más complicado". Sobre todo, porque "es muy difícil hoy en día encontrar los géneros adecuados", explica Trabanco.

Escasez de paños y materiales

Muchas fábricas han cerrado, y es necesario hacer piruetas para conseguirlos. "Tengo la suerte de que mi consuegra tiene familia en Alicante y me trae los brocados de seda directamente desde allí. Algodones e indianas los pido mucho a Zaragoza, porque hay mucha industria que va recuperando la estampación antigua", relata. En Asturias "no queda nada de todo esto, lo más cerca es el Val de San Lorenzo, donde se hacen paños y estameña, pero aquí nada de nada más allá de algún telar artesanal, y los precios son desorbitados", lamenta la artesana.

Para quien quiera hacerse un traje tradicional, Montse tiene una advertencia. "Vivimos en el ya, queremos un traje para mañana. Y no es posible. La gente con toda la buena intención compra el primer brocado que les parece, y no es eso. Yo tengo una niña en el grupo ‘La Xordia’ en el que bailo que lleva con nosotros un año y pico y le estoy dejando la ropa, porque prefiero que vaya poco a poco consiguiendo poco y buen material, que mucho y malo", asegura.

"Una saya puede costar 250 euros"

Un traje tradicional de mujer puede salir por más de mil euros, pero "te queda para siempre". Una saya puede costar 250 euros, con lo que "costar, cuesta, pero duran para toda la vida", advierte Montse Trabanco, que ha perdido la cuenta de creaciones que tiene en su colección personal.

Su "modus operandi" pasa muchas veces por la fotografía. "Veo un traje y digo, quiero esto. El último capricho que me permití fue un traje de Llanes de diario, para el que el género de la saya llegó directamente de Portugal", explica. Tiene trajes de todo tipo y de todas las zonas de Asturias, y la experta aprovecha para deshacer un mito "sobre los trajes de bonito y los de diario". Porque los asturianos de antaño se limitaban a dejar para el día a día las vestimentas más gastadas, así que "en realidad no había dos tipos de trajes, eran los mismos sólo que con más años, quizás sin cintas y pasamanerías que se reaprovechaban".

Ferias, dengues y cintas para collares

Montse sostiene que la forma de vestir de entonces era la misma en toda Europa, "porque era una moda, y se traía la cadera ancha, con refajos añadidos y cintura estrecha". Sin descargo de que en cada zona de Asturias la moda de aquellos años se adaptara según los gustos. Por ejemplo, "los dengues suelen ser más grandes en el suroccidente, y más pequeños en el oriente", indica. Con el tiempo los pañuelos de hombro fueron sustituyendo a los dengues, y "se fueron incorporando tejidos como el algodón", de los que se daba buena cuenta en ferias como la de "San Simón en Grado, a la que venía gente con paños, era una cita muy importante". En Oviedo había "una fábrica en un hospicio de cintas para los collares", apunta la experta, como muestra de la importancia de esta industria.

Si tuviera que elegir un traje no sabría, porque "todos tienen algo", aunque "lo que marca la diferencia es el tejido: no es lo mismo una estameña que un buen paño de Béjar", matiza. Y con esos mimbres, cada año Montse y su familia deslumbran en el Día’l Traxe de Grado, con todos sus miembros ataviados con trajes antiguos recreados fielmente de documentos de época. Su nieta de dos años incluida, a la que dedica su esfuerzo con toda la ilusión de saber que "son piezas que le quedarán de recuerdo para siempre".

Su último reto es el de reproducir el ajuar de la madre de su tatarabuela, basándose en su testamento: jubones, camisas, sayas y sus correspondientes materiales, ropa de labradores del siglo XVIII que volverán a la vida de su mano. Un trabajo en el que,sobre todo, prima el amor, "puntadina a puntadina".

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