Saludo y doy la bienvenida a la edición digital de LA NUEVA ESPAÑA, diario compañero en las mañanas de toda la vida, por su deseo de lanzar e impulsar esta nueva iniciativa dedicada a Llanera en la que se valoren casos y cosas de esta tierra, a la que amamos los nacidos y los llegados con posterioridad. Agradezco poder escribir estas líneas sobre la iniciativa porque siempre intenté transmitir un mensaje: si surgía la mínima posibilidad de hacer algo en beneficio de mi pueblo, San Cucao, y se podía extender al municipio, Llanera siempre me encontró dispuesto.

 En esta ocasión, tal vez me costó tomar la decisión de escribir porque no es mi fuerte la pluma, como otras tantas facetas por supuesto, y porque ¡como no! me pesan un poco los años.

Recuerdo con satisfacción y cercanía aquellos grupos de trabajo a los que tuve el honor de pertenecer. Recogía con ilusión y fuerza las iniciativas que llegaban, las transformaba en semilla y las ponía en tierra fértil para que diesen su fruto. Y a fe de Dios que así fue en algunos casos siendo beneficiosos para el pueblo y el municipio: Llanera, siempre Llanera.

Hay domingos, antes de la misa, que subo a lo alto del campanario de la Iglesia de San Cucao y me recreo en la belleza del paisaje que me ofrecen los ocho pueblos de mi parroquia; la verdad lo disfruto. Estoy seguro que en el resto de parroquias ocurre lo mismo y si lo dudáis os invito a que lo comprobéis in situ, merecen la pena ese paisaje y el paisanaje.

Gracias a todos los que hacéis posible esta apuesta digital de La Nueva España por Llanera, no os arrepentiréis de dar el paso, os lo asegura un ciudadano de a pie.