Es muy común escuchar esta frase u otras similares en tertulias, coloquios o debates, expresadas por personas que, a pesar de haber recibido formación universitaria, se creen que están exentos/as de poseer una mínima cultura científica. Dicho de otra forma, ser capaces de realizar sencillos cálculos mentales utilizando las cuatro reglas básicas (suma, resta, multiplicación y división), conocer algunas leyes fundamentales de la Naturaleza o contextualizar los grandes avances científico-técnicos de la humanidad. Creo que el mensaje que se transmite no es en absoluto edificante, y en especial para la gente joven, ya que se da por sentado que ser ignorante en esos temas es “normal” para alguien que no haya estudiado una carrera de ciencias. Luego se deduce que en nuestra sociedad la “cultura científica” no recibe el interés que merece y no se engloba dentro de lo que podríamos considerar “cultura general”.

Intento desarrollar esta reflexión mediante algunos ejemplos:

Qué pensaríamos de una persona que no supiera ubicar temporalmente la II Guerra Mundial, o que desconociera el nombre de la capital de Francia, o quién pintó el famoso cuadro “Guernica”, o que escribiera “avia”” en vez de “había”, ya que se pronuncia de igual manera, aduciendo, “es que soy de ciencias”. Respuesta, consideraríamos que el sujeto es un profundo ignorante.

Como consecuencia de este “analfabetismo científico”, es común escuchar y leer verdaderas barbaridades carentes del más mínimo rigor cuando se dan cifras y valores de magnitudes o porcentajes, no solo en los foros a los que me refería al principio, también en los medios de comunicación, y que me perdonen los periodistas, pero considero que el rigor no se debe perder nunca, ya que, en caso contrario, la información que se pretende transmitir puede ser incorrecta o incluso falsa.

Se ha extendido la costumbre de expresar el porcentaje de cualquier estadística con dos cifras decimales, con la intención, creo yo, de dar una impresión de mayor precisión y exactitud, cuando en la mayoría de las ocasiones no es cierto ya que no se tienen en cuenta los errores del muestreo realizado o sencillamente las cifras con las que se está realizando la estadística y calculando los porcentajes son pequeñas. Un ejemplo, supongamos que de 63 individuos encuestados 37 responden que les gusta el helado de chocolate y 26 dicen que no. Calculamos el porcentaje de los “chocolateros” dividiendo 37 entre 63 y multiplicando el resultado por 100. ¿Tiene sentido dar como resultado 58.73 %? La respuesta es no, puesto que al dar dos cifras decimales y omitiendo el dato referente al número total de encuestados, estamos haciendo ver que nuestra precisión llega hasta la centésima, y eso solo podría ser cierto si nuestra encuesta hubiera incluido al menos a 10.000 personas. Sería más conveniente redondear y decir que al 59 % les gusta el helado y al 41 % no. Otro ejemplo podría ser el caso de un grupo de 9 jóvenes que deciden ir de vacaciones, pero no se ponen de acuerdo. Tres prefieren ir a la playa y el resto a la montaña. En este caso dar los porcentajes, 33.33 % eligen playa y 66.66 % montaña, no sería lo más adecuado tratándose de una muestra de 9 personas únicamente. El mensaje quedaría más claro si se dice “un tercio”, o “uno de cada tres” decidieron ir a la playa.

Otro error muy común que escuchamos y leemos en estos últimos meses, como consecuencia del tremendo incremento en los precios de los bienes de consumo que estamos padeciendo, es el valor que se da de la inflación cada vez que finaliza un mes. Este valor se refiere a la inflación interanual, esto es, al promedio de la variación de los precios en los últimos 12 meses, pero muchas veces escuchamos por ejemplo que “el IPC de abril fue del 8.4 %”, omitiendo la palabra interanual. Los precios no subieron un 8.4 % en abril de 2022, sino entre mayo de 2021 y abril de 2022. Si ese incremento se hubiera producido solo en abril, querría decir que en un año los precios se duplicarían (8.4x12≈100).

Hay muchos ejemplos en el día a día y no quiero aburrir a los lectores, pero hagamos un esfuerzo por entender las cifras que leemos o escuchamos, y así analizar la información que de ellas se deriva con la máxima exactitud posible.

Dejaremos para otro día hablar acerca de nociones sencillas sobre algunas leyes de la Naturaleza.