Con la expresión «sector pesquero» siempre se ha hecho referencia a aquella actividad que nace, se estructura y mantiene en base a la explotación y aprovechamiento de los recursos biológicos marinos, con los que se genera el motor económico de muchas ramificaciones y que constituye una parte muy importante del tejido social, industrial y financiero. A pesar de la tradición histórica que la pesca ha tenido en Asturias, esta actividad ha experimentado un acusado declive en las últimas décadas hasta llegar a adquirir un carácter marginal.

Desde mediados del siglo pasado, la comunidad pesquera ha visto cómo la mayoría de los sectores productivos han ido adaptando sus estructuras sociales y económicas para evitar que la apertura a un mercado abierto pudiera perjudicar sus intereses; en el sector pesquero, esa adaptación no ha seguido la misma línea. Frente a una flota de altura que se ha ido constituyendo con formas asociativas más ágiles y eficaces de gestión y representación, está el segmento económico conformado por la flota artesanal o de bajura, el cual parece haberse detenido en la evolución de sus estructuras económicas y sociales.

Son muchos los artículos y páginas de prensa que hablan de una explotación excesiva de los recursos marinos, de un exceso de capacidad pesquera, del impacto de los diferentes artes de pesca en el ecosistema marino, de los efectos devastadores de los descartes... Sin embargo, pocos o inútiles son los esfuerzos de quienes «entienden» para dar una repuesta o una solución a aquellos que no pueden dejar de faenar para conseguir sobrevivir, dado que viven de un sustento diario, sometido a menudo en nuestras costas a situaciones de peligrosidad y de esfuerzo tales que, en pocas ocasiones, les repercute beneficio económico.

Ésta es la situación de los pescadores asturianos, en su mayoría artesanales o de bajura, que, alejados tradicionalmente de la comunidad científica, no comprenden cómo se pueden elaborar previsiones de recuperación sin contar con la realidad de lo que está sucediendo en la mar. Asturias ha visto cómo la actividad pesquera perdía durante mucho tiempo importancia de una forma continuada en el conjunto nacional, pasando de contar con el 5,1% del total de la pesca desembarcada en 1950 al 1,9% de 1975, y al 1,6% de 1980, observándose una ligera recuperación en 1990 del 2,5%.

Asimismo, la pérdida de la importancia de la pesca como actividad económica también se ha producido en relación con el resto de las actividades de la región, pasando de suponer el 1,04% del valor añadido bruto regional en el año 1960 al 0,61% en 1975 y al 0,60% en 1983. Mientras la actividad industrial y de servicio experimentaban en las últimas décadas un continuo crecimiento, absorbiendo buena parte de la mano de obra pesquera, prueba de ello es que flotas como la de Cudillero, con 96 embarcaciones en el año 1990, se redujo a 67 en el año 2005; o San Juan de la Arena, para el mismo período, pasó de tener 89 embarcaciones a quedarse con 22; Luarca, para el mismo período, pasó de 65 a 45. El sector pesquero se vio afectado de forma negativa por la poco afortunada política de renovación de la flota, la subida del precio del combustible, la limitación para faenar en las aguas comunitarias, el agotamiento de los caladeros propios, y, tal vez, se debería de achacar a todo esto una nefasta gestión de la comercialización de las capturas y la falta de capacidad de gestión en muchas de las cofradías, así como la competencia que ejercen las regiones limítrofes.

No conviene olvidar a los pescadores, pues son el verdadero motor de esta peculiar economía. La población activa pesquera en Asturias ha experimentado una apreciable disminución en los últimos años. En 1940 había en Asturias 5.148 pescadores censados, pasando a 3.183 en 1970, para reducirse a 2.695 el número de tripulantes que en 1989 faenaban en los 743 barcos, perteneciendo a la Cofradía de Cudillero el 22,5% de los pescadores; a la de Avilés, el 15,5%; a la de Gijón, el 12,2%. En el año 2000, el censo es de 1.670 pescadores. Esta disminución en el número de pescadores, a la que no es ajena la llegada de las actividades turísticas, con la consiguiente atracción ejercida sobre la población activa pesquera más joven, ha debido acompañarse de un progresivo envejecimiento de los activos.

Sin pretender entrar en una valoración de las nuevas medidas de la reforma de la Política Pesquera Común (PPC), las reivindicaciones del sector pesquero asturiano se han limitado al establecimiento de paros biológicos, estudios sobre especies, vedasÉ

Una versión rígida, ortodoxa y radical, implica la adopción de medidas extremas, como puede ser la prohibición de determinadas técnicas o artes de pesca cuando no exista consenso sobre las consecuencias a largo plazo de la pesquería o técnica en cuestión. Ésta es la posición adoptada por la mayoría de los científicos del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (CIEM) y sus comités de gestión de pesquerías, sin tener en consideración las consecuencias sociales y económicas.

Pocos son quienes defienden una versión más atenuada de este principio: no ha de aplicarse el criterio de precaución únicamente a los recursos, sino que ha de tenerse en cuenta las consecuencias socioeconómicas de las medidas a aplicar. Cuál sea la aplicación práctica de este criterio, que corresponderá en todo caso a la Administración, definirá el futuro del sector pesquero en Asturias, pero lo cierto es que ya hay quienes entienden que hay que proteger los recursos, pero para ello es necesario también proteger a las comunidades pesqueras directa y explícitamente.

No podemos estar de acuerdo. Si bien, tras la incorporación a la Comunidad Europea, los estados han visto muy reducidas sus competencias en el marco de la Política Pesquera Común, es a ellos a quienes corresponde la puesta en práctica de las medidas comunitarias, su gestión y su control.

En muchos debates se habla de «crisis», «decadencia», pero lo cierto es que continuamos sin un desarrollo legislativo de las cofradías de pescadores, sin estructurar una organización portuaria que nos permita hablar en términos de rentabilidad de nuestros puertos pesqueros, sin acordar convenios con los órganos de conocimiento y los centros de investigación para acercar el medio marino a las generaciones futuras, y, sobre todo, sin formar de manera adecuada a quienes han de considerarse responsables de gestionar la política pesquera en Asturias; en definitiva, de quienes han de considerarse responsables del futuro del sector.

La finalidad de este análisis de la situación actual del sector pesquero, bajo la humilde óptica de quien se encuentra próximo a la pesca, no es otra que la de valorar y cuestionar aquellas medidas correctoras que entendemos serían necesarias para evitar que un sector tan tradicional y tan arraigado en Asturias acabe por desaparecer ante la pasividad de una Administración que casi nada «dice».