Los pueblos de montaña estuvieron vinculados desde siempre a una economía ganadera muy condicionada por la escasez de pastos y la estacionalidad del clima; por ello, durante muchos siglos, se practicó la trashumancia ganadera desde los valles y vegas bajas hasta las altas planicies y majadas, de modo que, vaqueiros y pasiegos, agotes baztaneses y pastores del alto Aragón contaron con antiguas rutas ganaderas que propiciaron el uso rotativo de los pastos del norte peninsular. Pero esta presencia de ganado y pastores en las zonas de montaña se ha encontrado muy ligada a ubicaciones temporales de abrigo y asentamiento para meses de buen tiempo: son las brañas y majadas cuyas denominaciones nos recuerdan el pueblo al que están adscritas, aunque en muchos sitios de Asturias también les llamaron brañas a los pueblos permanentes habitados por familias dedicadas a la cría y trashumancia ganadera. La arquitectura rural hunde, casi siempre, sus raíces en formas muy antiguas en algunos casos, con origen en los albores de la historia, cuando las culturas castreñas de las civilizaciones celtibéricas, que se van repitiendo a lo largo de los siglos sin apenas variaciones, perpetuándose en razón del aislamiento. Los elementos utilizados para estas construcciones proceden, todos ellos, del entorno: roca, pizarra y otros materiales vegetales. La forma y estructura de la cabaña varía en cada comarca de montaña dependiendo de factores muy localizados como el tipo de roca; el uso, para techumbre, de losa o elementos vegetales, la forma de construcción originaria de la zona y la evolución sufrida en función de influencias ajenas que van desde la construcción de plantas circulares y cubrimiento vegetal o losa, a las que en ciertas zonas de Asturias los llaman corros, con sólo un espacio interno, hasta otras más acabadas con planta en cuadro, cubiertas de pizarra o losa y división con tabiques. La ubicación también es diferente, pues, mientras las cabañas aisladas se sitúan en laderas más o menos empinadas, las brañas o majadas tienden a ocupar planicies de mayor altitud o lomas, más o menos, elevadas. Entre las clasificaciones más completas que se han dado de estas construcciones es Asturias se incluye a los chozos de planta circular como el modelo más arcaico, donde predomina ante todo la sencillez, con muros de metro y medio una sola estancia y teito, en cono, formado por caras de escoba, xinesta o piorno; las cabañas cuadradas con casi la misma forma y ubicación y otro tipo algo más amplio de estructura similar que se encuentra en algunas zonas. Otro modelo más completo y evolucionado son las cabañas que tienen planta rectangular, con unos seis metros de anchura por diez de longitud. También hay cabañas de mayor porte, con división interior que, a veces, eran compartidas y además hay variedades más completas que contaban con un llar y algún camastro, para albergar al brañeiro, separado del ganado por algo de tablazón. Pero en estas zonas de montaña, sobre todo en la vertiente leonesa, también pueden verse algunos restos de viejos chozos, de otro porte, provenientes de la trashumación de ovejas merinas, donde arribaban los rebaños, al llegar la primavera, procedentes de los pastos extremeños.