Oviedo, M. J. IGLESIAS

La huerta asturiana, sin grandes extensiones de cultivo como las del sur y el centro de la Península, también tiene sus cuitas. El mal tiempo que se ha ido arrastrando a lo largo de abril y mayo ha diezmado las plantaciones tradicionales como los tomates, las patatas y las lechugas e incluso «les fabes».

El exceso de lluvia, humedad, niebla y la ausencia de sol han dado al traste con los sembrados, con especial virulencia en el área central de la región. Lo corroboran agricultores y especialistas como el ingeniero agrónomo Víctor González Tresguerres, que cultiva sus fincas en Ribera de Arriba y que, igual que sus vecinos, se ha visto obligado a reponer las plantas, con el significativo gasto que acarrea. «Este año es raro el agricultor que no tiene nada dañado, un auténtico desastre», indica.

Incluso las berzas han aguantado poco en la tierra, al resultar «quemadas» por el frío y la humedad. Tresguerres asegura que hasta los pimientos se han visto perjudicados. «Algo raro porque suelen ser una de las plantas más resistentes», matiza.

Los altos niveles de humedad han convertido las huertas en un auténtico paraíso para los hongos. El mildiu del tomate es uno de los más frecuentes. Los síntomas iniciales en la planta son la aparición de manchas de color verde claro o verde oscuro, que se transforman en necróticas cuando la enfermedad se presenta más avanzada. También se puede desarrollar en el tallo. Cuando se encuentra afectado el fruto aparecen manchas de color marrón sobre la superficie.

Cuantificar las pérdidas es casi imposible, porque la mayor parte de los huertos afectados son de carácter familiar. Tema aparte son los cultivos de invernadero, casi todos para consumo interior asturiano, que también han sufrido daños, pero en menor medida. Lo corrobora Juan Carlos Fernández, propietario de los invernaderos y viveros Los Molinos en Murias (Candamo), uno de los más importantes de Asturias. Desde hace días no deja de recibir peticiones de planta de tomate. «Un año normal vendo unas 150.000 unidades, éste a lo mejor superamos esa cantidad». Para desarrollarlas cuenta con un vivero de casi 10.000 metros cuadrados. El crecimiento de la planta oscila entre los 50 y los 30 días, según la época del año. Fernández explica que el tiempo anómalo ha trastocado los planes de los agricultores. «Los que pensaban recolectar tomate en julio tendrán que esperar a agosto, con el riesgo que conlleva porque la proximidad del otoño también va unido al mal tiempo», comenta. Tanto los tomates como el resto de las hortalizas que se cultivan en la región se venden casi en su totalidad en Asturias. Fernández, que provee de materia prima a una cadena de establecimientos, lamenta el escaso aprecio que las grandes superficies tienen por el producto asturiano.