José Manuel y Fernando Álvarez Álvarez son dos hermanos que desde niños conocieron y aprendieron el oficio de su padre. Estos carpinteros que apostaron fuerte por la profesión que hoy les ocupa trabajan juntos en Proaza, su localidad natal, al frente de una empresa que con mucho esfuerzo, empeño y dedicación han sacado adelante. José Manuel Álvarez es el mayor de los dos hermanos. Cuando estaba a punto de finalizar su estudios de Ingeniería Industrial en Viesques, en Gijón, regresó a su pueblo y se incorporó al taller de su padre, carpintero, para sucederle como profesional del ramo.

"Me crié en esto desde niño y conocía bien el oficio. Estuve un tiempo fuera, estudiando en Gijón, y también viví unos seis años en Langreo. En un momento determinado vine a echar una mano y finalmente me quedé y ésta es la profesión que ejerzo. Digamos que a partir de los 12 años lo aprendí todo con mi padre. Él era más artesanal trabajando. También es cierto que los medios en su época no eran los que tenemos nosotros ahora", dice.

Hace unos dos años invirtieron sus ahorros en ampliar y mejorar las instalaciones. "La crisis no nos afectó tanto como a otros sectores, tal vez porque nosotros trabajamos por encargo para personas concretas y no para empresas de construcción y similares", recuerda. Bajo el nombre de Carpintería Proaza realizan desde puertas a ventanas, escaleras, estructuras de madera, suelos, tejados y todo tipo de mobiliario. En cuanto a la madera que más trabajan, están el castaño, el roble y el pino. "Tenemos encargos en la zona centro de la región: Oviedo y Gijón, y también en la cuenca del Nalón", señala este joven emprendedor.

José Manuel Álvarez no se queja por la crisis. Al contrario. "Nosotros tenemos trabajo, ¡hombre, no para hacernos ricos!, pero sí para poder vivir de lo que hacemos. La crisis ha llevado al cierre a grandes carpinterías que han puesto a la venta mucha de su maquinaria. La bajada del precio fue lo que nos permitió adquirir alguna máquina y, en cierta forma, para nosotros ha sido un buen momento para invertir en la carpintería", recuerda.

Él, que vive a caballo entre Trubia y Proaza, señala que su pueblo natal está sufriendo el despoblamiento y, aunque sí es cierto que llegan nuevos vecinos, lo son más residenciales, pero no para abrir además nuevos negocios en la zona. "En el campo, desde cero no se puede partir. Eso sí, si tienes al menos un sueldo puedes optar a vivir en un pueblo y buscarte una casina porque la calidad de vida es mucho mejor que en la ciudad. Pero si no tienes un trabajo y quieres vivir de la huerta y cuatro vacas, eso es imposible".