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Me quedo en el pueblo

Xana, amor por Asturias y por los caballos

La joven italiana se trasladó con 19 años a vivir a casa de sus abuelos en Puerto de Vega y abrió un centro de doma ecuestre

Xana Grazini González, con una yegua y su potrín, en sus instalaciones de Puerto de Vega. ANA PAZ PAREDES

La historia de Xana Grazini González es una historia de amor por los caballos y por Asturias. De madre asturiana y padre italiano, cuenta que a su madre le costó trabajo registrarla con su nombre en su país, pero lo consiguió. Era un homenaje a la tierra materna, "un nombre que yo llevo con mucho orgullo", matiza Xana.

"A los 6 años comencé a venir a visitar a los abuelos y ya desde entonces me enamoré de este lugar. Cuando finalicé mis estudios me trasladé definitivamente a vivir a Puerto de Vega, con mis a abuelos, a los 19 años. Igualmente, y ya desde muy pequeña, montaba a caballo. Desde cría los conozco muy bien, y cuando vine me profesionalicé, hice un curso como monitora y decidí dedicarme por entero a la doma y el pupilaje de caballos, además de dar clases a niños y adultos", señala Xana, que dirige desde hace años en esta localidad naviega el Centro Ecuestre Domastur, donde hay unos veinte caballos de diferentes edades.

Esta joven mujer, que pronto será mamá de Mar, nombre que ha elegido en homenaje "a este mar Cantábrico que me tiene fascinada y me da una fuerza impresionante", afirma que los comienzos fueron duros, pero una mujer tenaz, luchadora y con mucha fe en su trabajo, como es ella, ha conseguido finalmente hacerse un nombre y un hueco en su profesión. "Los principios fueron duros. Soy una mujer joven que me metí en un mundo de hombres en la zona rural. Al principio eran un poco reacios a llevarle a domar su caballo a una mujer. Sin embargo, pronto la gente me aceptó bien", señala Xana, al tiempo que recuerda que lo suyo fue siempre muy vocacional. "Ni mucho menos voy a hacerme rica con este oficio, que es duro por muchas cosas; dependes del tiempo, los caballos comen los 365 días del año dos veces al día, necesitan de muchos cuidados para que estén al cien por ciento. En verano hay mucho trabajo, pero no el resto del año, y hay que traer forraje para que coman en invierno. Yo me dedico a esto porque me gusta, me compensa porque me proporciona una gran satisfacción emocional. Da para subsistir, pero económicamente no es rentable. Yo, además, tengo la suerte de contar con la casa de mis abuelos, con quienes viví varios años hasta que me independicé junto a mi marido y ahora resido en otra casa", afirma Xana, a quien también, y con razón, le "tira" su parte italiana. "Es normal, viví allí 18 años y es también mi tierra. Eso sí, en cuanto voy una semana ya estoy deseando volver para Asturias", señala con una amplia sonrisa.

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