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Me quedo en el pueblo | Casomera

Una tienda con más de cien años

Mari Cruz Lobo Fernández está al frente de un local con historia y querencia vecinal que fue fundado por su abuelo en 1915

Mari Cruz Lobo, en Casomera, detrás del viejo mostrador de la tienda.

Hay lugares que permanecen fieles a su historia gracias a las personas que los mantienen vivos. Tal es el caso de Mari Cruz Lobo Fernández, quien jamás se marchó de su pueblo para continuar al frente de la tienda que antaño se conocía como Casa Marina y hoy es Casa Mari Cruz, en Casomera, Aller. Hace 101 años que su abuelo Gaspar Lobo Peláez abrió este lugar por aquel entonces como bar-tienda.

Es un espacio con solera, no puede ser más auténtico. Lo llevó durante muchos años su madre, Marina. "Lo fundó mi abuelo y luego continuaron mis padres. Mi padre murió joven, a los 50 años, y entonces continuó al frente del local mi madre, que dejó de ofertar los servicios de bar y quedó como tienda, y siempre con la ayuda de mi abuela Encarnación García", recuerda Mari Cruz Lobo.

Al entrar asombra la cantidad de cosas, de todo tipo, que hay en esta tienda a la venta. El escenario está cuidado con mimo; el viejo mostrador de roble; las cajoneras de madera donde se guardan los granos y las harinas; el molino de café donde se molía directamente al público; el frontal bajo el mostrador que, como el primero, es auténtico, al igual que Mari Cruz Lobo, quien regenta esta tienda que en modo alguno parece que tenga 101 años gracias al cuidado que ella le dispensa. El local también fue pensión hasta 1958.

Desde hace 26 años es ella quien, siguiendo la tradición familiar de su abuelo y de su madre, procura que no falte de nada en su establecimiento, que es todo un homenaje a las raíces propias. "Yo soy feliz aquí, jamás pensé en marcharme de mi pueblo. Reconozco, eso sí, que hubo un bajón y no sólo por la crisis, sino porque aquí la gente mayor se va muriendo y los jóvenes prefieren ir a comprar a las grande superficies", señala. Al tiempo recuerda que frente a la tienda hubo una bolera a principios del pasado siglo, época de la que guarda el último de los bolos.

Fiestas con gaita

En Casa Mari Cruz hay prácticamente de todo: alimentos, calzado, droguería, productos para el campo, de belleza, de limpieza; pan, fruta seleccionada y una pared llena de recuerdos donde los protagonistas, en blanco y negro, cuentan su historia gracias al cariño que esta mujer siente tanto por su local como por los vecinos que a lo largo de estos años fueron sus clientes. Entre esas imágenes están las de su abuelo, sus padres y la suya propia.

"Mi abuelo llamaba al gaitero de Libardón para que viniera a tocar: aquí se celebraban unas fiestas muy guapas", recuerda Mari Cruz Lobo. Ella, que es una fiel defensora de la vida en la zona rural, y que sufre en carne propia los avatares de la crisis, lanza un mensaje claro a quienes están en su situación: "Yo animo la gente a que luche ante la adversidad por sus bares-tienda en los pueblos. Son nuestra herencia, nuestro legado, y representan todo lo que nuestros antepasados hicieron por nosotros".

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