La artesanía azabachera del Principado vive asfixiada por la falta de materia prima a pesar de que Asturias guarda la, probablemente, mayor reserva mundial de este lignito. La franja costera de Villaviciosa posee más del noventa por ciento de los minados de azabache de la península Ibérica. Es una de las zonas azabacheras por excelencia de Europa.

Desde que a finales del siglo XIX dejase de ser explotado en masa este recurso para su exportación a Inglaterra, la actividad extractiva de este «oro negro» se limitó a la tarea realizada por varios mineros. El mítico Tomás Noval fue el último. Con su fallecimiento el pasado verano a la edad de 87 años, los artesanos han visto cómo su capacidad para ofrecer al público un producto de calidad no ha parado de reducirse hasta dejar cerca de la desaparición a varios talleres.

La apertura de una mina en Oles, que según la Administración comenzará a funcionar en ocho meses, abre las puertas a la esperanza.

La cultura del azabache en Asturias se remonta a la Prehistoria y su máximo esplendor coincide con el último tercio del siglo XIX. Por entonces, el yacimiento de Whitby en Yorkshire (Inglaterra) comenzó a experimentar graves problemas de escasez y se inició la importación del azabache asturiano.

«A la muerte del príncipe Alberto, la reina Victoria estableció el azabache como elemento de luto, iniciativa imitada por millares de personas, y eso desbordó el mercado inglés», señala el concejal y arqueólogo maliayés Rogelio Estrada. Llegaron a exportarse por El Musel 830 toneladas de azabache entre 1870 y 1890, añade.

A esta bonanza siguió un período de decadencia y la explotación comenzó a realizarse de forma esporádica para abastecer a las ciudades que no habían perdido el mercado del Camino de Santiago. «Era un trabajo parcial, se compaginaba con las tareas agrícolas», puntualiza Estrada.

La última mina de azabache fue cerrada en 1923 por el padre de Tomás Noval, que durante unos cincuenta años abasteció al mercado gallego y a los artesanos asturianos hasta su fallecimiento hace un año. «Durante la última década su edad no le permitía desarrollar su actividad como antaño. Desde hace tiempo ya experimentábamos una carencia de material», comenta el azabachero maliayés César Mencía.

Eliseo Nicolás Alonso, «Lise», presidente de la asociación «Acebache», explica cómo todo cambió radicalmente con la muerte de Noval. «Ahora no hay azabache asturiano».

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Cuando, a la muerte del príncipe Alberto, la reina Victoria convirtió este lignito en adorno de luto, se desbordó el mercado

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Tal y como describe Rogelio Estrada, hace menos de una década la Administración autonómica financió un proyecto para extraer azabache de una escombrera fruto de la actividad minera durante el siglo XIX. «Se obtuvieron unos mil cuatrocientos kilos de azabache. Su baja calidad hizo que tan sólo pudiese ser aprovechado en torno a un tercio del total». Tras la frustrante experiencia se comenzó a trabajar para obtener el recurso a través de explotaciones en galería.

Durante el presente año, la empresa Garaysam ha realizado un proyecto de investigación en Oles que contó con la financiación de la Consejería de Industria. «Los terrenos susceptibles de ser explotados tuvieron que ser recalificados, pasando de ser denominados de especial protección paisajística a ser catalogados como de interés paisajístico», describe Estrada. La solicitud de explotación ya ha sido presentada ante del Gobierno del Principado. «Si todo va bien, en unos ocho meses se iniciará la actividad extractiva». Es probable que la actividad se lleve a cabo de manera intermitente. «Se tratará de generar un stock razonable, la cantidad necesaria para que trabaje el sector artesano. Una vez que se agote se volverá a extraer».

A pesar de que Eliseo Nicolás Alonso confía en las palabras de Estrada, advierte de que la situación actual es catastrófica. «El Principado está cumpliendo con todos los protocolos. Con todo esto, el estado actual es lamentable. Decir que se abastecerá de azabache a los talleres de aquí a un año es como negar la atención a alguien que se está desangrando».

Sobre su mesa de trabajo cada vez queda menos materia prima con la que sacar adelante su oficio. «Este año posiblemente no pueda asistir a la feria de Navidad de Oviedo», lamenta. Eliseo afirma que el Gobierno de Asturias ya estaba advertido. «Hace unos veinticinco años nos reunimos con Mari Paz Fernández Felgueroso, que entonces era consejera de Industria, para plantearle el tema. La Administración se limitó a vender la imagen de Noval como el último minero, siendo conscientes de lo que sucedería cuando él faltase».

Todos los artesanos aplauden la decisión de abrir la mina de Oles pero algunos, como César Mencía, temen el modo en qué será repartido el azabache extraído. «Es necesario potenciar la actividad minera pero, ¿cómo será repartido lo que se obtenga?», se pregunta y propone que «debería de darse prioridad a los profesionales que están dados de alta. Otra partida debería de destinarse a las escuelas taller y también se debería de tener en cuenta a los azabacheros tradicionales como Avelino Solares».

María Pérez, azabachera asentada en La Madrera, afirma estar expectante y con mucha ilusión, pero teme también el modo en que se lleve a cabo la venta del azabache extraído. «Temo que se derive a otros lugares como Santiago de Compostela, con mayor poder adquisitivo que los cuatro azabacheros que hay aquí. Sería necesario el apoyo de la Administración», enfatiza mientras muestra el interior de un armario de su taller donde apila trozos de madera. «Estoy haciendo acopio de madera por si tengo que comenzar a tallarla. Si no se potencia este oficio acabará extinguiéndose», presagia.

La elaboración de grandes piezas es una utopía y el sector sobrevive combinando el azabache con plata para estirar las reservas. «Estamos viviendo un momento de grandes avances en la investigación sobre el azabache, pero no hay materia prima. El azabache está en nuestras manos, somos herederos de una tradición ancestral y tenemos la obligación de defenderla», concluye Alonso.

2 Ignacio Pulido

Esta semana se iniciaron las obras de rehabilitación de la casa maliayesa de los Hevia, inmueble erigido en el siglo XVI en el que se prevé instalar un museo del azabache y una escuela para formar a las nuevas generaciones de azabacheros, «el gran reto de futuro» para muchos artesanos y para Rogelio Estrada, concejal de Urbanismo de Villaviciosa.

Los artesanos consideran que se debe asegurar la continuidad de la tradición a través de la creación de nuevos talleres y de la potenciación de la denominación de origen «Azabache de Asturias», una marca de calidad cuya acepción no goza aún de consenso y que, según el consejero de Industria, Graciano Torre, no se obtendrá hasta dentro de dos años

Ese plazo es una «eternidad» para un sector que sufre la existencia de un «gran fraude» con la importación de materia procedente de países como Bielorrusia, China, Polonia o Turquía y que se está vendiendo como si se tratase de un producto extraído en el Principado.

Eliseo Nicolás Alonso, «Lise», presidente de la asociación «Acebache», sostiene que «en el momento en que se extraiga el primer trozo de azabache en la explotación prevista en Oles se comenzarán a formar aprendices. Independientemente de la escuela que se prevé abrir en Villaviciosa, tenemos la intención de formar a chavales en nuestros talleres».

Alonso señala que sería posible crear un núcleo azabachero vinculado al Camino de Santiago en Grado, lugar donde reside.

Rogelio Estrada da por hecho que los plazos establecidos para reanudar la explotación minera azabachera no juegan a favor de nadie, «ni siquiera a favor de la empresa Garaysam, que es la que está poniendo el dinero». El edil sostiene que el futuro museo puede ser uno de los equipamientos culturales más señeros del Principado, «teniendo en cuenta la especificidad de esta materia prima y de esa artesanía. En la casa de Hevia hay que generar una escuela en la que formemos a otras generaciones, con otros planteamientos».

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«Hay que renovarse para dar lugar a nuevas formas, mantener la tradición heredada de padres a hijos y darle continuidad a través de una enseñanza reglada».

Estrada cree que, a parte de formar al artesano, se le debe preparar para buscar nuevos mercados y recuperar otros perdidos. En América existe un mercado cautivo. La gente aún conserva piezas de sus abuelos. Durante los años 50, 60 y 70 del siglo pasado aún había exportaciones a Estados Unidos. En excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Norteamérica, los indios aparecen enterrados con sus "ciguas" de azabache», reseña el concejal, que establece un plan de prioridades. «En primera instancia, el futuro pasa por la explotación de una mina de la que se derivará la creación de puestos de trabajo. Después difundir esta artesanía a través de un museo y, por supuesto, plantearse programas de formación y comercialización».

Los azabacheros consideran necesario que se establezcan cuanto antes los mecanismos para evitar el supuesto fraude en que vive inmerso el sector. «En el pabellón de la Feria de Muestras se estuvo vendiendo azabache de Turquía, a lo que no me opongo, pero se debe de especificar de dónde es. El Principado ya lo sabe y no hace nada», comenta César Mencía, artesano afincado en Oles y que clama para que se fije la denominación de origen y los criterios para que se otorgue. «El Principado propuso la marca "Azabache de Asturias" aunque yo propongo "Azabache del Jurásico asturiano". De cara a la promoción tiene más empaque», matiza y añade que se tienen que realizar seguimientos a pie de stand.

Recientes estudios de la Universidad de Oviedo han confirmado que el azabache de Asturias es del Jurásico y los paleobotánicos han descubierto que procede de un árbol que tan sólo existió en el área que actualmente ocupa el Principado: el Agatoxilon asturiensis. «El azabache de más calidad es el de Villaviciosa. Hay mucho intrusismo, se está vendiendo azabache de fuera o piezas falsas procedentes de China, que son una mezcla de resina de poliuretano y polvo de azabache. El cliente carece de protección frente al engaño puesto que a día de hoy no se puede comprobar la autenticidad de la mercancía que está adquiriendo», lamenta la artesana María Pérez en su taller de La Madrera.

Rogelio Estrada va más allá y propone a los propios artesanos que denuncien los fraudes que están siendo cometidos. Eliseo Nicolás Alonso insta al comprador para que «insista y exija una garantía, con el NIF y los datos del vendedor, ya que en un futuro quizá sea posible tramitar un análisis de autenticidad gracias a los estudios realizados por la Universidad. Asistimos a un gran engaño que está perjudicando a los artesanos que nos negamos a trabajar con materia prima procedente de fuera».

«Acebache» apoya la marca propuesta por el Gobierno del Principado: «Es un problema menor porque el fundamental es que no hay reservas para seguir desempeñando nuestra labor. Estamos hablando de "fame" y los políticos de gastronomía. Si uniésemos nuestras protestas todo funcionaría», concluye su presidente.

2 Luisma Díaz

Carbón, azabache... No todo es de color negro en la minería de Asturias. Más allá de estos dos minerales, en la región permanecen en funcionamiento tres minas de fluorita, un mineral que los coleccionistas consideran casi como una piedra preciosa: formas geométricas, semitransparente y, en muchos casos, de colores brillantes. Utilizada en la fabricación de ácido fluorhídrico para la industria química y en la elaboración de nuevos materiales, como el teflón y el freón, la explotación de la fluorita -o espato flúor, como se la conoce industrialmente- es la «otra» minería de la región.

Pese a ser prácticamente una desconocida a nivel popular, la extracción de fluorita en Asturias da trabajo a unas 200 personas de forma directa y a otras 100, las encargadas de su transporte, de manera indirecta. La edad dorada de la explotación del espato flúor llegó en los años sesenta y setenta del pasado siglo, cuando eran más de medio millar los mineros a los que daba de comer su extracción. De las más de 30 minas subterráneas y a cielo abierto que llegaron a contabilizarse, hoy sólo hay tres abiertas: Emilio (Colunga), La Moscona (Corvera) y Jaimina (Caravia). Las entre 60.000 y 70.000 toneladas que se producen anualmente en el Principado -casi toda la producción nacional- se procesan íntegramente en el lavadero de Mina Ana (Ribadesella). Desde la costa asturiana se transportan hasta Ontón, en el límite entre Cantabria y el País Vasco, donde este precioso mineral se transforma en su mayor parte en ácido fluorhídrico.

Además de ser apreciada por la industria, la fluorita asturiana es muy estimada por los coleccionistas de minerales. Es raro el museo de geología que no tenga alguna muestra procedente de la región. Un ejemplo de esta predilección por la fluorita regional es el Museo de Historia Natural de Londres. En su área destinada a la geología, en uno de sus lugares más destacados de la exposición hay espato flúor procedente de La Viesca (Siero).

M. MENÉNDEZ / I. PULIDO

Sentado sobre un banco de madera en el corredor de su casa de Argüerín, el artesano Avelino Solares, último azabachero tradicional, exprime sus reservas de mineral realizando collares, pendientes y colgantes. Si se prolonga la escasez de material autóctono, su labor, al igual que la de otros de sus colegas de oficio, se verá condenada a la desaparición.

La vida de Avelino, natural de Arroes, cambió por completo en 1944, año en el que contrajo matrimonio con Guillerma Ordieres. Por aquel entonces nada sabía del oficio del azabache, pero su suegro Cristóbal le legó todos sus conocimientos sobre este fósil. «Aprendí con un maestro». Aquellos eran otros tiempos. La artesanía de este lignito vivía momentos de esplendor. «Hacíamos siete rosarios diarios. Incluso teníamos pulidoras», apunta el más veterano de los azabacheros asturianos con sus noventa y un años de edad.

Avelino afirma cómo antes de la guerra su suegro iba a Portugal a vender «cigües» y exportaba mercancía a los Estados Unidos y Latinoamérica, donde había numerosos clientes. «Cada quince días llevaba unos cien rosarios a una tienda en Oviedo. Entonces los vendía a tres pesetas». Su valor actual en el mercado ronda los 300 y 400 euros.

Fiel a la tradición, Avelino corta el azabache con una navaja de barbero. Luego, lija las piezas y finalmente las pule a la antigua usanza, con carbón vegetal e hilo de algodón. «Todo el proceso es manual», asegura y añade que «ve el futuro del oficio mal». «Considero necesaria la apertura de la mina en Oles y la creación de una escuela».