Un daño sin desearlo.

«Nací en Pravia y allí pasé toda la infancia y la adolescencia. De familia asturiana: mi madre, Pilar Meana, del Occidente, de la zona de Navia; y mi padre, Rafael Balbín, con una cierta ascendencia aristocrática, pero sin grandes pretensiones, ya que fue empleado de banca hasta que falleció. La familia de mi padre provenía de los Cabanilles, Bernaldo de Quirós, Valdés?, con origen en Villaviciosa. A mí no me ha tocado nada, ni de herencias ni de aristocracia, ni lo he pretendido. Mi padre podía haber tenido título, pero no salimos nada aristocráticos. Alguna vez he bromeado con mi hermano Carlos: "¿Por qué no solicitas el título". "Porque para lucirlo hay que tener mucho dinero y ponerlo en la puerta del coche, con chófer; si no, es una fantasmada". Fuimos siete hermanos, en una familia amplia y variada. Yo estoy un poco apesadumbrado del daño que he podido hacerle a alguno de ellos, y sin quererlo. Algún hermano llevaba su profesión con nivel y, aunque él no pretendiese nada especial, mi enfrentamiento con los felipistas cuando estaba en TVE provocó que lo marginaran. Coincidió con aquellos problemas de "La Clave" en torno a la OTAN, y estoy hablando de un hermano mío que hoy podría ser "número uno" del Ejército, un militar que no tiene nada que ver conmigo desde el punto de vista ideológico, aunque nos llevamos muy bien. Fue el número uno de su promoción y sucedió lo que ya digo. Me duele, porque ¿qué culpa tendrá mi hermano de lo que hiciera yo o de lo que hicieran conmigo? Y eso me ha ocurrido con varios hermanos y me duele mucho».

l El durísimo Colegio San Luis. «Nazco el 19 de agosto de 1940 y, por lo tanto, no me toca la guerra y los años del hambre me cogen de bebé. No tengo memoria de aquello, pero sí un magnífico recuerdo de mi familia, que mantengo según pasa el tiempo y mantendré en el futuro. No quiere esto decir que nos lleváramos todos bien; a veces discutíamos, pero el sentido de familia existía y eso se lo debo a mis padres. Estoy muy orgulloso de la educación que he tenido en todos los sentidos, pese a que yo era un poco oveja negra. Fui el tercer hermano y estudié en el Colegio San Luis de Pravia, de seglares, aunque había algún profesor cura. El San Luis tenía fama de ser un colegio durísimo, y lo era, pero nunca me he quejado de aquello. Incluso me hicieron colegial de honor pasado el tiempo. A mí, que no debía de ser mal estudiante, también me dieron bastantes bofetadas. No me parece que me viniera mal aquello; a veces me las dieron con razón y a veces sin ella. Era un colegio muy tradicional, muy clásico, muy ultra, casi un correccional, pero no me ha quedado trauma, ni religioso ni educacional en general. El San Luis tenía la fama de que allí eran enviadas todas las ovejas negras de España, a ser reformadas. No era mi caso, ya que no sólo soy de Pravia, sino que la puerta de mi casa estaba diez metros enfrente de la del San Luis y el colegio lo había fundado un tío bisabuelo mío que era cura».

l Periodismo de saltimbanquis. «Yo pertenecía a una familia de derechas, pero no militante; conservadora, pero sin que mis padres fueran aficionados a la política. Sé que mi madre era de Melquíades Álvarez (se lo escuché a ella alguna vez) y mi padre era monárquico, simplemente. Siendo familia conservadora, los hijos no fuimos educados en la conservación, sino más bien en la tolerancia. Mi padre nos daba libertad, pero en lo que era muy exigente era en las notas académicas. Hizo todo lo posible para que los siete hermanos estudiáramos, pero no era fácil para un empleado de banca. Nos decía: "No podré dejaros nada en su día, salvo la posibilidad de que cada uno de vosotros sepa salir adelante". Los que estudiábamos teníamos que hacerlo con becas, y yo tuve una desde el ingreso en Bachillerato, con un examen en la Diputación. Para mantener la beca necesitabas buenos resultados académicos y eso era lo que mi padre nos exigía. En lo demás, siendo como era él, un poco antiguo de formación y duro, fue muy liberal con los hijos, y en dos cosas principalmente: ideológicamente, jamás nos impuso nada; y, segundo, no nos condicionó en la elección de carrera. "Si sacáis las notas necesarias, haced lo que queráis". Y cuento eso porque tuve un problema al respecto. Al comienzo, yo quería estudiar cine y cuando llegué a Madrid a examinarme en la Escuela de Cine habían pasado las fechas, entonces aproveché el viaje y me fui a intentarlo en Periodismo. Lo de hacer cine me venía de que yo veía muchas películas. Tenía la suerte de que, aun siendo una familia con pocos medios, tenía un tío carnal, Marino, que llevaba uno de los dos cines de Pravia, el Sagrario. Entonces, de las pocas cosas que yo podía hacer a gusto y gratis era ir al cine y veía todas películas habidas y por haber. Tuve el problema porque yo tenía que seguir con la beca, pero para la Escuela de Periodismo no había becas, porque no era carrera universitaria. Así que tuve que estudiar Derecho a la vez que Periodismo y también obtuve beca para ir a un colegio mayor. Con lo cual, mi padre y el director del colegio mayor, que era Fernando Suárez, que después fue ministro de Trabajo, me decían que el Periodismo era una cosa de saltimbanquis, mientras que Derecho era lo que me permitía salir adelante. En aquella época conocí a Sabino Fernández Campo, que era secretario del ministro del Ejército de entonces y lo fue después de varios ministros. Un tío mío era muy amigo de Sabino, compañero de estudios, y entonces me recomendó para que entrase en el Colegio Mayor Covarrubias. Tuve a Sabino de tutor y por eso mantuve después tanta relación con él. Y cuando nació la revista "La Clave" él formó parte del consejo».

l Promociones brillantes. «Estudié tres años de Derecho y no quise dejarlo, pero al acabar Periodismo, en 1963, comencé a trabajar y a continuación me mandaron de corresponsal al extranjero, con lo que no tuve la oportunidad de seguir en Alemania con la carrera. El secretario de la Escuela de Periodismo era Manuel Vázquez-Prada, hermano de Ricardo, director del periódico "Región". Eran ambos muy diferentes y sigo tratando a sus hijos. Manuel nos tenía mucha simpatía a los que llegábamos de Asturias. Tuve la suerte de pertenecer a una buena promoción de Periodismo. Entraba poca gente en la Escuela. Al ingreso nos presentamos 500, entramos unos 50 y acabamos veintitantos. De ellos suenan muchos nombres, como Manuel Martín Ferrand, José Antonio Novais (que fue corresponsal de "Le Monde"), Lorenzo Contreras, Eduardo Sánchez Junco (que fue director durante muchos años de "¡Hola!"), o la directora y propietaria durante mucho tiempo del periódico "Las Provincias", de Valencia, Consuelo Reina. En Derecho también tuve buena suerte; fue una época en la que salieron buenos estudiantes y luego políticos. Por ejemplo, el primer presidente de las Cortes democráticas, Gregorio Peces-Barba; los Arias Salgado, Herrero de Miñón y alguien que sigue siendo muy amigo mío, con el que trabajé después porque fue director general de Televisión Española cuando yo fui director de informativos, Fernando Castedo. Tuve la suerte de coincidir con una promoción brillante en Periodismo y con otra brillante en Derecho, de la que yo era mal alumno porque me dedicaba más al periodismo».

l Primera noticia de Pravia. «En LA NUEVA ESPAÑA entro a hacer prácticas en primero. Llego allí y me recibe el redactor jefe de entonces, Juan Ramón Pérez Las Clotas, de quien yo he aprendido muchísimo periodismo, muchísimo. De Clotas tengo anécdotas muy buenas. Era un gran jefe en el periódico, y aunque Paco Arias de Velasco era el director quien lo llevaba realmente era Juanra. No me olvidaré de lo que me pasó el primer día. Llegaba de Madrid y era un crío. "Ah, tú eres de Pravia; siéntate ahí y dime qué pasa en Pravia; dame algo para mañana". "Que yo sepa, no pasa nada". "¿Cómo que no? Algo tiene que pasar en Pravia". "Hombre, las discusiones que siempre hay, y meterse con el Alcalde". "Sí, sí, pero dime algo concreto". Y entonces le dije a Clotas: "Como no sea que mi tío, que lleva el cine, es un forofo de Cantinflas, que va a venir a presentar una película". "Siéntate y escribe eso". Y después me dijo: "Escribe un artículo tuyo, a tu estilo, lo que tú quieras". Supongo que yo entonces tenía unas pretensiones exageradas, porque escribí un artículo titulado "Unamuno versus Ortega". Clotas lo leyó. "Esto es muy bueno; déjame guardarlo y vamos a buscar un buen día para publicarlo". No se publicó; además era una chorrada mía. Clotas tenía un cajón en la mesa, "la nevera", y yo me enteré después que allí iba lo que no se publicaba. "Bueno, escribe otra cosa", y recuerdo que hice un artículo que se titulaba "Un amigo fidelista", sobre un compañero de colegio mayor que se había ido a la Cuba de Fidel».

l Clotas, Romero y Castresana. «Juanra era el gran perseguido de la prensa provincial española del Movimiento. Era un rojazo, entre comillas, e iba con unas chaquetas a cuadros que llamaban la atención, en una época en la que aquello no estaba bien visto. Preparamos páginas y editoriales que le costaron el puesto. Le echó de Asturias el gobernador civil y lo mandaron a Valladolid. Le mandaron después a Madrid y luego estuvo en Cuba y ahí yo creo que se volvió más conservador. En esa época entraron en LA NUEVA ESPAÑA periodistas que hoy son conocidos. Colaboraba Ladislao de Arriba, muy amigo mío y que ha trabajado mucho conmigo. Estaba Lorenzo Cordero, Graciano García, Nacho Artime, Diego Carcedo o Javier de Montini. Clotas fue un gran impulsor de la gente joven en la profesión y nos ayudó mucho. Montini, que era muy trabajador, se vino a Madrid. Yo en invierno volvía a Madrid y le propusimos a Clotas, o nos lo propuso él, no recuerdo bien, hacer una página que se llamaba "Asturias entrevista para usted". En ello estábamos Montini, Alfonso Calviño, gran amigo mío de toda la vida del que he sido hasta compañero de piso, y yo. Hacíamos esa página dos veces a la semana, pero la verdad es que casi todo lo hacía Javier, que después entró en el mundo de la prensa del corazón y tenía la mejor agenda de famosos de España; lo sabía todo de ellos. Sobre Clotas tengo que añadir que no oirás a nadie hablar mal de él, sean de derechas, de izquierdas o de centro. Los que trabajamos con él le adoramos y él nos adoraba a nosotros entonces. Tuve gran ayuda de grandes maestros. Uno fue Clotas; otro, Emilio Romero, y el tercero, Luis de Castresana, que fue Premio Nacional de Literatura y corresponsal en el extranjero. Me ayudaron mucho y también en televisión he tenido la suerte de contar con buenos protectores. De la misma manera que después me he encontrado con personas que me odiaron, pero en mí predomina el agradecimiento. Otra cuestión es que la política produzca grandes vaivenes y te lleve por otros caminos, y se enfrenten contigo, o tú con ellos, pero eso es otra cosa. Con los políticos me he encontrado que una vez que están en el poder cambian profundamente. En el PSOE me tienen por un gran traidor, no todos; y la derecha dice que soy rojo, con lo cual lo tengo mal con los dos».

l Seis meses en «Pyresa». «Después de acabar Periodismo, tengo un par de ofertas, una de ellas de la Editorial Católica, para ir de redactor jefe a "La Verdad" de Murcia. Hablé con Revuelta, periodista y escritor conocido, que fue director de "La Voz de España" en San Sebastián y director general de algo en Prensa del Movimiento. "No te vayas a provincias", me dijo. "Es que en LA NUEVA ESPAÑA son muy amigos míos y es un gran periódico". Él insistió: "Si te vas a provincias acabarás siendo un gurú en provincias y de ahí no saldrás". "Es que en Madrid lo tengo muy mal". "En periodismo solo hay dos sitios: Madrid y Barcelona; quédate aunque vayas mal". Y empecé a hacer prácticas en la agencia "Pyresa", del Estado, que fue el primer sitio del que me echaron. De la promoción de Periodismo era también, aunque no acabó con nosotros en junio y tuvo que esperar a septiembre, Juan Luis Cebrián, y su padre era Vicente Cebrián, jefecillo en Prensa del Movimiento. Manuel Vázquez-Prada me dijo que fuera a "Pyresa" "y con suerte te quedas allí". Entré y nunca supe porque a Vicente Cebrián le caí mal. Al cabo de seis meses me llamó y me dijo: "No puede seguir usted con nosotros, no le vemos posibilidades". "¿Por qué? Yo veo que los artículos me los publican en las primeras páginas de provincias". "No le veo a usted". "Pero, ¿es por algo en concreto?". "Hombre, yo veo que mi hijo hace cosas interesantes, aunque está en otras cosas, pero a usted le veo que no sube y baja suficientemente rápido las escaleras". No me olvidaré de esa frase. Vicente Cebrián era famoso por contar chistes del ministro Solís y a éste le caía muy bien. Pero a mí me parecía una persona antipática, lógicamente, dada la mala relación. Yo creo que no tenía ni idea de periodismo y que él había visto alguna película americana y debía de creer que el periodismo era eso de subir y bajar escaleras rápido. Por otro lado yo creo que le molestaba el expediente de Manolo Martín Ferrand y el mío en Periodismo, que su hijo no aprobó. Esto es interpretación mía, pero luego la relación que he tenido con su hijo lo confirma».

l A favor de Emilio Romero. «No sigue el contrato en "Pyresa", pero curiosamente yo había escrito en revistas universitarias y un día me llamó Emilio Romero. Era director de "Arriba" Sabino Alonso Fueyo. Me llamó, estuvo cariñoso (era asturiano), pero me dijo que "bueno?, en fin, usted es muy joven y aquí escriben grandes escritores". Ni me leyó, pero, en cambio, tengo que hablar a favor de Emilio Romero, que era ya un gran periodista, reconocido. "¿Tú has escrito esto y esto? Pues me haces dos artículos". No me olvidaré de ellos: uno era "Este Papa", sobre Montini, recién elegido Pontífice, y que había sido casi excomulgado políticamente aquí, cuando era cardenal, por pronunciarse en contra de situaciones españolas. El otro artículo fue sobre la revolución de 1848 en Francia. Me llamó Romero al día siguiente. "¿De qué quieres escribir en este periódico?". Yo tenía 22 años y era como si a esa edad te llamaran hoy de "El País". "De cine", le respondí. "Ya tengo a García de la Puerta". "De libros". "Tengo a Dámaso Santos". "Pues de lo que usted quiera". "Preséntate mañana al redactor jefe de la tercera página". Era la página que se llamaba de "los tigres", muy famosa, la más famosa que había en España. A mí, que era casi un analfabeto, me llamaban para escribir los editoriales, como si hoy me pidieran que escribiera los de "El País". Asombroso. Me hice editorialista de la tercera página, de donde me cesó cariñosamente Romero al cabo de un tiempo».

Segunda entrega, mañana, lunes: «Memorias» de José L. Balbín