Geoffrey Parker

«Si la Gran Armada hubiera conseguido su objetivo, el español dominaría en internet»

Una narración histórica para acabar con errores muy consolidados

«Si la Gran Armada hubiera conseguido su objetivo, el español dominaría  en internet»

«Si la Gran Armada hubiera conseguido su objetivo, el español dominaría en internet»

A. M.

La trayectoria académica de Geoffrey Parker (Nottingham, 1943) ha entrado en la fase de las obras canónicas. Tras un primer libro dedicado a la vida de Felipe II, el año pasado este experto en la historia española de los siglos XVI y XVII presentó la «biografía definitiva» del monarca español que fue cabeza visible «del primer imperio global». Ahora le toca el turno a uno de los episodios más frustrantes para tanto poderío: el fracaso de la llamada Armada Invencible en el intento de invadir Gran Bretaña. Parker y el profesor de arqueología submarina Colin Martin actualizan ahora su libro aparecido en 1988, coincidiendo con la celebración de los 400 años de aquel episodio, que ha ganado en exhaustividad con los documentos a los que el historiador ha tenido acceso en estos veinte años y con los hallazgos arqueológicos que han ampliado el conocimiento sobre la que alguien llamó «la mayor flota jamás vista desde la creación del mundo». Parker, que imparte clases en la Ohio State University, es discípulo de otro hispanista notable, John Elliott, premio «Príncipe de Asturias» de Ciencias Sociales en 1996. En España se dedica estos días a presentar «La Gran Armada» (editorial Planeta), otro de sus libros definitivos.

-¿Este libro es una ampliación del publicado hace más de veinte años?

-Después de la primera edición, en 1988, nos hemos encontrado con gran cantidad de material nuevo. El primer libro tenía 250 páginas, y este de ahora, 600.

-¿Qué novedades incorpora a partir de ese nuevo material?

-Hay novedades que son el resultado de trabajar con documentos originales a los que tuvimos acceso después de la aparición del primer libro y otros que son resultados de las pruebas realizadas para una serie de televisión sobre la Armada Invencible de la que yo era asesor, que llevaron adelante TVE y la BBC. Para este programa, que se hizo con una gran potencial de medios, se contrastaron diversas teorías, se recrearon situaciones y, en las atarazanas, se reconstruyeron muchos elementos materiales. Así, por ejemplo, llegamos a la conclusión de que los españoles necesitaban el doble de tiempo que los ingleses para recargar sus cañones, lo que constituía una desventaja en el combate naval. Junto a estas pruebas empíricas muy reveladoras, aparecen nuevos documentos. Destacan las cartas de Medina Sidonia, almirante de la Gran Armada, al rey Felipe II, en las que pide encomiendas para su hijos y encarece al monarca la concesión de favores aludiendo a las necesidades de su familia. Por supuesto, el rey se indigna ante semejantes peticiones. También encontramos una relación de quejas del lugarteniente vasco Juan Martínez Recalde, que critica la forma de llevar el mando de Medina Sidonia. Hay unas críticas severas que anticipan el hecho de que la armada fracasaría. Entre los documentos inéditos figuran las cartas cruzadas entre el duque de Medina Sidonia, Juan Martínez de Recalde, y Alonso de Leiva, otro de los mandos. Podemos decir que se trata de la primera correspondencia entre comandantes de una batalla que se conserva, y nos permite apreciar ahora multitud de detalles sobre situaciones que no teníamos claras.

-¿Fue un fracaso militar, una derrota frente a los elementos, como justificaba Felipe II, o una victoria, como dicen los ingleses?

-Lo evidente es que la Armada española no consiguió su objetivo de invadir Inglaterra, y eso para los ingleses ya resultaba suficiente. Hubo una batalla entre las flotas, que tenían unos efectivos similares, algo más de 120 barcos cada una, aunque no todos eran navíos de guerra, de los que sólo había una veintena. El plan consistía en que la Armada Invencible se reuniera con el duque de Parma, y embarcar algo menos de 30.000 hombres del Ejército de los Países Bajos para la invasión de Inglaterra. Eso no se pudo hacer. El plan del que el rey se ocupa directamente fracasó en parte por su mala gestión y también por los esfuerzos defensivos de los ingleses y sus aliados holandeses. La flota tuvo que regresar a España dando la vuelta por Escocia e Irlanda, y los vendavales de otoño acabaron con muchos navíos.

-¿Esa operación militar de reunir a la flota con el Ejército no resultaba demasiado ambiciosa para los condicionantes logísticos y materiales de la época?

-Totalmente. Mantener agrupadas más de 120 naves en un recorrido de 1.100 kilómetros durante la peor época del año era algo imposible o, al menos, tenía pocas probabilidades de éxito; pese a lo cual, estuvieron a punto de conseguirlo.

-Era entonces una misión fallida de antemano...

-España tenía el mejor Ejército para combatir en Flandes y la mejor flota, pero en la edad de la vela era una tontería hacer una operación combinada. En la primera fase de la operación, que consistía en el encuentro de la flota con el Ejército, el duque de Parma cumplió su parte, que consistía en embarcar a los soldados en veinticuatro horas en las lanchas de fondo plano que los iban a llevar a las costas inglesas, pero la Armada no podía aguardar esas veinticuatro horas. No aconteció el milagro.

-... Pero una buena parte de aquella fuerza naval consiguió volver a casa.

-Retornaron entre la mitad y dos terceras partes de la armadas, regresaron entre sesenta y ochenta navíos; pero aquel desastre era relativo, porque Felipe II tenía muchos recursos y posibilidades de rearmarse sin grandes problemas. En un símil tenístico, podríamos decir que en 1588 España pierde por 15 a cero. Al año siguiente los ingleses intentan la invasión de España y fracasan, con lo cual el partido quedaría igualado. Y lo que constituye de verdad el desenlace es la toma y saqueo de Cádiz por parte de los ingleses en 1596. Esto marca una diferencia sustancial, porque los españoles nunca han conseguido saquear ninguna ciudad inglesa. Este episodio es un golpe increíble para España, que deriva en un giro importante de la historia, porque provoca una fuerte desengaño con el rey, con el imperio y con la dinastía de los Austrias.

-¿Cómo sortea usted esas ambivalencias a las que nos enfrenta la interpretación histórica y esos cambios de perspectiva según la orilla desde la que se miren los acontecimientos?

-No hay lugar para el triunfalismo, ni para los británicos ni para los españoles. Los historiadores de los dos países pueden trabajar sin problemas en los archivos de los dos países. Además, la historia de la Gran Armada no puede conocerse bien sin manejar la documentación de archivos de Bélgica y Nápoles.

-La Armada Invencible forma parte del núcleo duro de una manera de contar la historia que está todavía muy presente en muchos españoles.

-Sí, pero, como exponemos en la introducción del libro, en lugar de basar nuestra narración en la xenofobia pseudopatriótica y la teorización especulativa de que hacen gala numerosos estudios, queremos que la reconstrucción de los hechos se sostenga sobre las pruebas objetivas, que son los documentos y los restos físicos de los barcos que naufragaron en su intento de volver a España.

-Desde la perspectiva que nos da la historia, ¿usted encuentra alguna similitud entre este acontecimiento y algún otro suceso contemporáneo?

-Hay un paralalelismo en la tendencia de Felipe II a pensar que Dios está de su lado y en que George Bush decidiera invadir Irak con la misma convicción. En algunos momento de la evolución de la Gran Armada Dios sopló a favor de España o, al menos, eso creían quienes estaban involucrados en la operación; pero los vendavales, de una fuerza inusual, que acabaron con una parte de los barcos también eran vientos de Dios para los protestantes. Felipe II y Bush comparten también la singularidad de que ninguno de los dos tenía un plan B, una alternativa ante la eventualdiad de que las cosas se desarrollaran de una manera distinta de la prevista.

-¿Eso significa que hay comportamientos en el poder que trascienden las épocas?

-Es difícil de decir qué podemos aprender del pasado, resulta más fácil decir lo que no podemos hacer a la vista de lo que aconteció.

-Si se atreve con la historia ficción: ¿qué habría pasado si la Gran Armada hubiera conseguido su objetivo? ¿En internet dominaría el español?

-Sin duda alguna. En el último capítulo del libro desarrollo esa posibilidad. Si Parma y Medina Sidonia hubieran conseguido desembarcar a su Ejército en Kent, no habrían encontrado excesiva resistencia en su avance hacia Londres. Acabar con la revuelta holandesa y pacificar los Países Bajos hubiese permitido a España intervenir de manera decisiva en Alemania y Francia. Eso llevaría aparejado la extensión de su autoridad y su lengua por todo el mundo. Por lo tanto, en internet ahora dominaría el español.

-¿De dónde le viene el interés por la historia española?

-Es una combinación irresistible de archivos y playas.

El episodio de la Gran Armada de Felipe II puede seguirse en el libro de Colin Martin y Geoffrey Parker como una narración histórica, con la intensidad y la capacidad de recreación literaria que domina en las novelas del género. La diferencia es que tras esa buena manera de contar, tras la siempre sugerente terminología marinera y el potencial evocador de tantos nombre propios, está la investigación histórica. El historiador tropieza, según los autores, con dos obstáculos. Primero, el relato consolidado por los siglos: «Para los españoles fue un absoluto desastre, pero provocado más por las fuerzas de la naturaleza que por la acción de los adversarios. A los ojos de ingleses e irlandeses, sin embargo, fue una aplastante victoria naval y una demostración clara de hacia dónde se inclinaban las simpatías divinas. De este modo, las inquietantes certidumbres expresadas por los comandantes ingleses justo después de la campaña se ahogaron pronto con la euforia de la salvación en una marea de fervor patriótico que veía en los acontecimientos una afirmación de la inevitable superioridad inglesa sobre sus adversarios católicos. Tal fervor, y las concepciones erróneas que generó, han tendido a dominar desde entonces las percepciones del episodio». El otro obstáculo son los caminos trillados, la reiteración en ciertos documentos catalogados que se aceptan como fuentes primarias, mientras que se olvidan «los archivos de donde provienen», en los que siempre cabe la sorpresa.

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