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Lo bueno y lo malo

La nicotina es dañina cuando se fuma, pero también tiene capacidades beneficiosas, y los virus están hasta en el 8% de nuestro genoma, defendiéndonos

Lo bueno y lo malo

Es difícil de dilucidar si existen el bien y el mal como categorías absolutas. Montaigne, como tantos otros, pensaba que es una cuestión de perspectiva y circunstancias. La ética de mínimos que proponen algunos filósofos recogería lo que universalmente es bueno y malo para el ser humano. Un acuerdo que se traduciría en unas leyes universales, como los derechos humanos, muy discutidos porque traducen la perspectiva occidental cristiana. Es más difícil no ser relativista cuando estas categorías, bien y mal, se aplican a la vida en general, a las diferentes especies. Ya se sabe: los derechos de los simios entre otras propuestas. Porque la vida es una cadena trófica en la que unos seres sirven de alimento para otros.

No creo que las vacas sean un bien para la brizna de yerba, aunque pueden contribuir a su supervivencia colectiva con la heces, en forma de abono y de diseminación del grano. Desde luego, la yerba es buena para las vacas. En medicina también ocurre que lo que puede ser bueno para un fin puede ser malo para otro. Pongamos dos ejemplos de enemigos declarados: la nicotina y los virus.

Nadie duda hoy día del poder dañino de la nicotina, sobre todo cuando se obtiene mediante la combustión del tabaco. Sin embargo, sabemos que esta substancia es beneficiosa porque aumenta la alerta, regula el humor, tranquiliza, mejora la capacidad de pensar y la memoria.

Cuando trabajaba en la prevención de riesgos laborales me preocupaba la integridad de los trabajadores de salud mental. Estudie las estrategias que desarrollaban diferentes instituciones y pude asistir a un cursillo de preparación para manejar la agresividad en un hospital psiquiátrico americano. Me sorprendió que en un medio tan regulado permitieran fumar a los pacientes.

Cualquiera que haya tratado con enfermos mentales graves, esquizofrenia o depresión, habrá observado que fuman mucho. La teoría es que la nicotina mejora su calidad de vida, modera la alteración mental, además, estos pacientes, quizá por los beneficios que obtienen, son mucho más dependientes. Impedirles fumar podría incrementar su malestar y agresividad. En parte se les deja fumar por seguridad. La cuestión es cuánto hay que protegerlos de sí mismos y cuánto perjuicio les produce la prohibición de fumar. Pero si lo que les hace bien es la nicotina, ¿por qué no proporcionales chicles o parches u otras formas de ingestión? La cuestión es saber si la nicotina es peligrosa en sí misma.

A la nicotina se atribuyen los efectos negativos cardiovasculares. Sin embargo, el tabaco no fumado tiene una capacidad menor, respecto al fumado, de producir enfermedad cardiovascular. El tabaco contiene nicotina y nitrosaminas, hidrocarburos aromáticos policíclicos, metales, aldehidos: que es lo que daña el aparato cardiovascular. De la nicotina pura hay pocos estudios que aclaren la relación. Entonces, ¿qué aconsejar cuando una persona encuentra solaz en la nicotina administrada en forma de chicles u otros vehículos? Alguien que siente que su estar en el mundo encaja cuando la absorbe y es entonces feliz. Quizá sea deficitario en los neurotransmisores que activan la nicotina. Más allá de informarle de los posibles riesgos y la prudencia, no estoy seguro de qué hacer.

Todo el mundo sabe que albergamos millones de bacterias, especialmente en el tubo digestivo. Nos ayudan. Por tanto, respecto a esos microbios está claro que su bondad o maldad dependen de la clase y el lugar donde se encuentren. Pero no sabíamos que también los virus pueden ser beneficiosos, o que han colaborado con nosotros desde tiempo inmemorial.

Estos pequeños seres, unas pocas proteínas envueltas en una cápsula, cuando colonizan una célula, única forma que tienen de reproducirse, la obligan a producir copias de sí mismos al coste frecuente de acabar con ella mientras multiplicados salen al medio para colonizar más. Lo que hacen es insertar su ADN en el de la célula. En las primeras etapas, ese ADN forastero es el que crea nuevos virus. Con el tiempo, a veces, deja de hacerlo y simplemente está ahí, como parte del ADN de la célula. De acuerdo con las investigaciones, hasta el 8% de nuestro genoma procede de virus. Nos ayudan a luchar contra los virus que tratan de invadirnos. Como saben, los genes no están siempre activos, serían un gasto insoportable; se activan, mediante interruptores que están en el propio genoma, cuando se necesita la proteína que producen. Esto pasa cuando un virus ataca: se pone en marcha la defensa y para ello muchas veces es necesario que un interruptor, que es parte del ADN de un virus que se incorporó a nuestro genoma, se active.

Si virus y tabaco son ejemplos de la dificultad en clasificar en bueno y malo, qué decir de la inmolación de los terroristas islámicos. Ellos creen que hacen el bien combatiendo el mal de los infieles y en ese acto alcanzan el bien supremo. Así interpretan los textos que guían su vida. Así los interpretaban los cristianos que luchaban contra las herejías y otras formas de entender la religión. Recuerden la furia contra los cátaros y la crueldad con que los católicos masacraron en Beziers a los herejes: mátalos a todos, Dios reconocerá a los suyos, se dice que indicó el abad cisterciense que comandaba el ejercito.

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