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Los siete que abren el baile

Los primeros alumnos graduados en Danza Clásica en un centro público finalizan seis años de formación en el Conservatorio gijonés para obtener un título que les abre las puertas a la danza profesional, con la esperanza de crear en breve un grado elemental que haga cantera entre los niños más pequeños

Detalle de los ejercicios de puntas de los alumnos. Ángel González

Apuran sus últimas horas de curso y sonríen cuando se percatan de que están "haciendo historia". Los siete alumnos que este año finalizan sus estudios de danza en el Conservatorio de Gijón son, además, los primeros estudiantes del grado profesional de Danza Clásica de Asturias impartido desde un centro público. Un hito que alcanzan seis años después de la puesta en marcha de esta especialidad, largamente demandada por los colectivos profesionales, y que ahora, ya consolidada, aspira a contar con un grado elemental con el que ir creando cantera para el futuro en el ámbito del Conservatorio.

Marina Fueyo, Cristina Vigil, Ángela Álvarez, Laura Leonardo, Nicolás Alcázar, Leyre Alonso y Ana García son los pioneros de unos estudios que cuentan con "buena demanda, no nos podemos quejar", señala Nekane Sáez, profesora y tutora del grupo, quien se siente por encima de todo "muy satisfecha" con el trabajo realizado estos años de inicio. Especialmente si se tiene en cuenta que los estudiantes que ahora se gradúan no empezaron a la edad ordinaria, que suele ser a los 8 años. Lo hicieron en el entorno de los 12, con el esfuerzo que supone tener que adaptarse a una disciplina como la suya sin ese bagaje anterior, por más que casi todos ellos ya habían coqueteado con el mundo del baile. Además, sólo Nicolás Alcázar y Marina Fueyo han cumplimentado los seis años completos, toda vez que el resto de alumnos se fue incorporando después.

Los bailarines se han enfrentado a lo largo de seis años a formación en asignaturas como danza clásica, repertorio clásico, taller coreográfico, anatomía, maquillaje, danzas de carácter, historia de la danza, paso a dos o música, en sesiones intensivas de cuatro de la tarde a nueve de la noche. Una formación completamente vocacional que desembocará en algunos casos en una trayectoria profesional. Es el caso, por ejemplo, de Marina Fueyo, quien se decanta por la danza contemporánea y probará suerte en el Institut de Teatre de Barcelona en los próximos días. Cristina Vigil va a intentar, por su parte, entrar en el Conservatorio Superior María de Ávila de Madrid, mientras que Nicolás Alcázar, el único chico de este grupo de pioneros, ampliará formación en los próximos meses en un curso de verano en Barcelona y una vez que pueda mostrar su talento en los talleres que se celebrarán en la Ciudad Condal decidirá su futuro.

Otras, como Ana García, optaron en su día por incorporar la danza a sus estudios universitarios. Ella es ingeniera industrial y está haciendo el doctorado, y en los últimos seis años ha simultaneado el estudio con el baile. "Quería dedicar más de una hora diaria a algo que me atraía, y aunque ha sido duro, lo cierto es que la danza ayuda a estudiar, a organizarse, a establecer rutinas y a agilizar la memoria; estamos acostumbrados a hacerlo con las coreografías". Como ella, Ángela Álvarez empezará la carrera de Ingeniería el próximo curso, y, aunque de momento no optará al grado superior, se va con la satisfacción de haberse dedicado a algo que verdaderamente le apetecía. Leyre Alonso y Laura Leonardo han optado por la Filología Inglesa y la Historia del Arte, lo que no significa que vayan a dejar colgadas las zapatillas. "Bailaremos de forma no profesional", señalan, tras hacer un balance "muy bueno" de su paso por el Conservatorio.

El sueño de quienes aspiran a hacer carrera artística es entrar en una compañía profesional, pero de momento, y hasta que llegue ese instante, la sensación ha sido "muy buena", resumen los siete primeros alumnos del grado profesional de Danza de Asturias impartido en un centro de titularidad pública. El reto ahora es "conseguir el grado elemental", apunta Nekane Sáez, convencida de que "hay más niños interesados en la formación elemental que en el grado, es un momento más flexible para ellos y pueden aprovechar para ir probando". De momento, sin ese paso previo el balance de matrícula sigue siendo positivo.

Con la graduación a la vuelta de la esquina, los estudiantes lo tienen claro. "Ha sido duro, pero ha merecido la pena".

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