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JOSÉ RAMÓN GÓMEZ FOUZ | Boxeador, escritor y gerente de una empresa metalúrgica

"Todos los boxeadores tenemos mucho de militares y de filósofos"

"La última bolsa que cobré, por el último combate que hice, fue de más de cuatro millones de pesetas limpias de polvo y paja, por encima de muchas de ahora, y es que entonces había una gran afición"

Gómez Fouz en Oviedo. Irma Collín

José Ramón Gómez Fouz, ovetense, 64 años, fue campeón de Europa de boxeo en 1975 en el peso de superligeros y escritor sobre asuntos comprometidos de nuestra historia con ventas muy elevadas de ejemplares y, mientras tanto y siempre, gerente de una empresa de aceros especiales. En estas “Memorias” recuerda y comenta que también se desempeñó como “comentarista de Canal Plus de boxeo durante doce años”. En todo caso ahora no tiene “relación con el boxeo como federativo, entrenador o cualquier otra cosa. Sí soy directivo de un club de judo de Avilés”. Le queda muy poco para jubilarse, viaja y lee “historia de EEUU, de sus presidentes, porque me gusta mucho. En más de 40 años de trabajo sólo en una ocasión estuve de baja por una meningitis benigna. Hacerse el enfermo en el trabajo es hacer tongo. Eso de ‘Voy a coger una baja’ es una frase que odio. Mi padre en más de cuarenta años no estuvo ni un día de baja. Creo que la mayoría de la gente cumple”. Está casado, tiene un hijo, abogado en Jaén, y dos nietos. No es político, de todos modos comenta que “estamos en un dilema y con una certeza: bofetón que se lanza al aire ahí está uno del PP para llevarlas”. Cree que “todos los boxeadores tenemos mucho de militares y de filósofos”.

Un gran corazón. “En reposo tengo 42 pulsaciones y cuando boxeaba bajaba hasta 31, los días anteriores a los combates no bebía vino y comía sin sal para reducir el peso y eso ayudaba a disminuir los latidos. Tenía el récord de pulsaciones en el boxeo. En la mili quedé el primero en tiro precisamente por eso, por las pulsaciones. Tengo una placa en casa que lo recuerda. Hace cierto tiempo a un amigo mío le metieron miedo con eso de cuidarse. Yo también cogí algo de miedo, así que ahora hago seis kilómetros al día y sombra, boxeo con la propia sombra, una modalidad de entrenamiento. Fui a Batalla, un gran médico, y me dijo que nunca había visto un corazón de mi edad igual. Pero me descuidé, hice durante un tiempo sólo un poco de piragua por el verano y en el reconocimientos de la empresa empezaron a darme toques. Tenía mucho colesterol y altos la glucosa y los triglicéridos. Me puse en serio y en apenas tres meses bajé casi 20 kilos y me mantengo en ese nivel. Todo va muy bien, sin problemas. Creo que todo el mundo debería cuidarse al menos un poco, es una cuestión de salud”.

Buena escuela. “Nací en Oviedo, en el Cristo de las Cadenas. Un poco más abajo de la iglesia. Viví en Buenavista, en el cuartel de la Policía, en las casas de suboficiales. Mi padre era subinspector de la Policía Armada y allí me críe. Fui para allí, para esas casas, con 2 años. Asistí a la escuela de Buenavista, donde preparé el ingreso de Bachillerato, que era dificilísimo. Sabía como un licenciado de ahora y con sólo 10 años. Todos los ríos y los afluentes de España, los cabos, la lista de los reyes de España de fecha a fecha. Y de los reyes de Asturias y León”.

Suspenso en Religión. “Me dio clase don José, que tenía una hija, Benjamina, que daba una especie de clases particulares para los que nos preparábamos para el ingreso. Saqué un notable. Y desde ahí empecé ya a estudiar menos. Me distraigo rápido, y en Matemáticas, por ejemplo, hay que estar muy atento. Estudiaba en la academia Llana y me examinada por libre en el Instituto Alfonso II. Así hice la segunda parte del Bachiller. Recuerdo que en el instituto me dio clase de Religión don José Franco, que es canónigo, y tengo amistad. Me suspendió en junio. Y ahora me dice que no, que nunca suspendió a nadie. Todavía lo niega y discute. Una gran persona era el profesor de Dibujo, el pintor Paulino Vicente. Daba clase de Geografía un señor muy fuerte, lo llamaban Atila. Y doña Clotilde, la mujer de don Pedro Caravia, que era el jefe de estudios. Don Julio nos daba clase de Matemáticas, era muy mayor. Y también Celia Niño me dio clase. De Gramática, Angelita Orán. Don Robustiano también me dio Religión. Decía misa a los sordomudos. Años después me contó que en una clase el cara del curso le preguntó: ‘¿Me cago en tu madre es pecado?’. ‘No, no es pecado, es algo desagradable’, le respondió, ‘lo que sí es pecado es me cago en tu puta madre’. Se la devolvió muy bien”.

Con Eugenio Prieto. “Empecé a boxear a los 14 años en un gimnasio en el Matadero. Entrenaba Justo Magdalena, gran persona, muy popular, que tiene ahora 85 años. Conmigo estaban aprendiendo también Rubiera, que fue profesional; Manzano; Ordiz, que ya murió; Eugenio Prieto, que fue presidente del Real Oviedo, y Salgado, que también falleció. Eran mayores que yo”.

Mucha afición. “Veía el boxeo en la plaza de toros de chiquillo. Había que vencer el miedo. Era la época de Cassius Clay, el boxeo había pegado un bajón y él lo subió. Televisaban en diferido sus actuaciones. El combate con Cleveland Williams lo pasaron a las tres de la tarde. Había que verlo como fuese, claro. Llegamos tarde todos a clase, incluido el profesor”.

Entrenadores de primera. “Empecé a trabajar en la Telefónica. Me tenía que trasladar a Galicia. A los 19 años pasé a profesional. Dejé el trabajo y seguí sólo con el boxeo hasta la mili. Con 21 años disputé el Campeonato de España de profesional. Bueno, Gitano Jiménez lo disputó con 19 años. Teníamos muy buenas escuelas de boxeo en España. Los entrenadores habían sido excelentes boxeadores. Eso siempre es importante. Lo mismo vale, por ejemplo, para Luis Aragonés, que como entrenador de la selección de fútbol lanzaba las faltas mejor que la mayoría de los jugadores. Eso cuenta”.

El Entoldado y la sala Alsa. “Boxeaba en Madrid, sobre todo, y aquí. Cuando era amateur había una gran afición al boxeo, entonces el deporte más popular después del fútbol. En la sala Alsa, donde había estado la estación de autobuses, en frente de la ‘Jirafa’, había unos llenos tremendos para asistir a los combates. Antes, había veladas en el Entoldado, en terrenos del Hospicio, lo que ahora es el hotel de la Reconquista. Recuerdo de muy crío un combate en el Entoldado el día de Navidad por la tarde, entre Ventura Mesa y Riveiro. En Oviedo había dos gimnasios, el Aramo, de Roberto Prieto, que estaba en la HOAC, en la plaza del Ayuntamiento. Un gimnasio muy malo. El mérito de los boxeadores en mis inicios era enorme porque los gimnasios donde entrenábamos eran malísimos. El otro era el Vetusta, de Justo Magdalena, en Ramiro I. Había piquilla. Lo montó todo muy bien Arturo Martínez como presidente de la Federación. Había sido un buen boxeador amateur. Gabino de Lorenzo fue vicepresidente de la Federación con Martínez y después presidente. La gente iba de prueba a los gimnasios, se duchaba con agua fría, todo el día golpeando el saco y saltando... muchos lo dejaban antes de los tres meses. Es curioso, después, con los años, a muchos les sale la épica inventada, algunos cuentan que hicieron no sé cuántos combates y no hicieron ninguno. O que lo dejaron por la novia y no tenían novia. Ocurre eso mismo en todos los deportes. Algunos dicen que lo dejaron porque les gustaban mucho las mujeres. Hombre, a los demás también”.

Contra Perico Fernández. “En Madrid disputé el Campeonato de España de ligeros, hasta 61,300 kilogramos. Perdí por puntos con Perico Fernández, que era el campeón y que después se proclamó campeón del mundo. Me vi loco para dar el peso. El día del combate devolví toda la comida y eso que apenas comía, el calor en Madrid era horrible. Repetimos combate al año, hicimos nulo. Siempre tuve muchos problemas con el peso. Soy comedor y además no había pan integral o pasta integral. No se conocían esos productos. No me privaba de comer y a la hora de pesarse para los combates los sustos eran de miedo. Combatía sin apenas comer los días antes. Me recuperaba bien de los combates, tengo buena encarnadura y muy bien las pulsaciones, pero el pesaje me iba mal. Julio Cortázar decía que el boxeo es el deporte más noble, un hombre contra otro hombre, del mismo peso, con entrenadores que pueden tirar la toalla y un árbitro. Es un deporte un poco anárquico, eso sí. Si se lesiona uno, se rompe todo el esquema, todo lo programado. Es complicado”.

Gitano Jiménez. “Vi cómo se fue deteriorando el boxeo poco a poco. Ahora meten el full contact. Bueno, el caso es que me fui a la mili al Ferral, en León. Ya era un poco famoso. Pedí que me metiesen en la sexta compañía. Un primo mío era el capitán. Cuando se enteró, me dijo que cómo no se lo había comunicado antes. Gitano Jiménez fue dos reemplazos después y lo mismo, a la sexta con mi primo. Tiene tres meses menos que yo. De amateur boxeamos dos veces. La primera le gané yo para el Campeonato de Asturias del peso gallo y la segunda me ganó para el Campeonato de Asturias del peso pluma. Ya éramos amigos de antes”.

Mili, Cruz Roja y deporte. “En la mili quedé el primero en tiro. Ya había tirado dos o tres veces, iba a hacer footing por el Naranco, donde estaba la Policía de prácticas y como me conocían me dejaban disparar. Tuve que arreglar las cosas para venir a Oviedo, a la Cruz Roja. Fue Fontanils el cabo furriel de la Cruz Roja quien me metió cuando él dejó ese puesto. Así que hice la mili en una oficina. Ponía los servicios. Sólo estaba por la mañana. La gente andaba con las ambulancias, iban al fútbol y esas cosas. El teniente Julián, militar en la reserva, llevaba ese servicio. Un caballero. Cuando tenía 28 años hice el Campeonato de España. Al salir del ring, después de ganar por K.O., dos soldados de la Cruz Roja que estaban allí me saludaron militarmente y me dieron la enhorabuena de parte del teniente Julián. ‘Y ahora a por el Europeo’, me dijeron. Nunca se me olvidará. Fuimos amigos hasta que falleció”.

Una bolsa de más de 4 millones de pesetas. “Un año después del servicio militar entré a trabajar en Aceros IMS, aceros especiales y allí llevo más de 40 años. La central esta en el País Vasco. Estoy en Viella, soy el gerente. En 25 kilómetros a la redonda tenemos el 80 por ciento de los clientes. Seguí boxeando hasta los 32 años. Siempre trabajando y boxeando. No sé si fue un error, pero no me arriesgué a vivir sólo del boxeo. Además empezó a bajar. Cobré muy buenas bolsas. Algunos despilfarran, se dice, pero muchas veces es la propia familia que se tira sobre el dinero como buitres. El último combate lo hice en 1984. No podía dar el peso. No comía casi. Tuve una lesión antes del combate con un rival que después fue campeón del mundo. Una lesión en un cartílago. Fui a Javier el fisio. Un sabio. Me trató, hice el campeonato. La última bolsa que cobré, por el último combate que hice, fue de más de 4 millones de pesetas limpias de polvo y paja, por encima de muchas de ahora, y es que entonces había una gran afición. Llenaba el Palacio de los Deportes de Oviedo”.

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