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La suerte del bisoño: asaltos repetitivos y ejercicios de supervivencia

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En el polígono de combate en población, que construyeron los zapadores hace unos años, el sargento Canseco enseña a unos soldados recién llegados cómo asaltar una vivienda. Las repeticiones son continuas, pero necesarias para que los movimientos lleguen a hacerse con los ojos cerrados. Al regimiento llegan jóvenes con 22 o 23 años, que acaban de terminar su carrera y deciden entrar en la milicia. Hay que endurecerlos. Por eso los nuevos realizan prácticas como quedarse toda una noche a la intemperie, en la que aprenden cómo sobrevivir con apenas nada. El sargento Piñuelo ha enseñado a un grupo de estos soldados cómo realizar un horno cherokee con unas ramas para ahumar carne cazada en el campo, cómo hacer trampas para conejos o como filtrar agua de río: con un par de botellas de plástico se van realizando varios filtros, con servilletas, piedras y arena. También se enseña a los nuevos cómo utilizar la funda vivac (si se coloca entre dos árboles se obtiene una tienda de campaña) y la manta, aunque también a prepararse un colchón o un edredón que les dé calor con unas bolsas de basura rellenas de hojarasca. Es algo imprescindible en caso de situaciones de combate u operaciones en el exterior, lejos de todo. "Si un soldado no puede pasar la noche en un refugio caliente, pierde energía y al día siguiente está a la mitad de rendimiento", asegura el coronel Roca. El coronel resalta la cada vez mayor capacitación de los suboficiales, y también los oficiales, con el nuevo programa de la academia. Y es que los tenientes salen con un título de Ingeniería de Organización Industrial, con una amplia formación científica y tecnológica.

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