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El guardián entre las Cariátides

Arranca hoy la miniserie de tres capítulos que lleva por título Verano griego, escrita por Antonio Rico. Será un recorrido por la esencia clásica del país heleno, que comienza con una visita al nuevo Museo de la Acrópolis.

El guardián entre las Cariátides

A pesar de lo que dice Mister Bean en la descacharrante película "Bean, lo último en cine catastrófico", ser vigilante de un museo consiste en algo más que sentarse en una silla y mirar los cuadros. Por eso trabajar en el Nuevo Museo de la Acrópolis como suave acompañante de las Cariátides consiste también en algo más que mirar hora tras hora la inagotable belleza de estas esculturas femeninas que un día sirvieron como columnas en el templo del Erecteion, en la Acrópolis de Atenas. Como el guardián entre el centeno de J. D. Salinger, los guardianes de las Cariátides son los encargados de impedir que los turistas nos acerquemos demasiado a las esculturas, de recordarnos que no debemos utilizar el flash en nuestras fotos y de sonreír levemente cuando se nos escapa un "¡Oh!" al admirar las sutiles diferencias en el peinado, el rostro y los atuendos de las cinco Cariátides. Los guardianes de las Cariátides tienen también otra función muy importante: explicar a los visitantes por qué hay un breve espacio entre las Cariátides que es imposible llenar. La respuesta corta es muy fácil. Falta una cariátide porque está encarcelada en el Museo Británico desde principios del siglo XIX. La respuesta larga es? muy larga.

Una visión completa de las Cariátides incluiría la visita al Erecteion, donde se pueden contemplar en su emplazamiento original unas copias de las esculturas; un paseo por el Nuevo Museo de la Acrópolis, que guarda cinco cariátides originales magníficamente expuestas y hace poco restauradas; y, por fin, un viaje a Londres para visitar a la sexta cariátide original, que fue robada por Lusieri por encargo del detestable Lord Elgin, el responsable del mayúsculo expolio de los mármoles del Partenón que, para su vergüenza, el Museo Británico se niega a devolver a Grecia. No hay excusa posible para que los británicos no atiendan la reclamación del gobierno griego, y en el Nuevo Museo de la Acrópolis hay un lugar reservado para los 75 metros del friso del Partenón, las 17 esculturas de los pedimentos este y oeste y los 15 paneles de las metopas que Lord Elgin se llevó de la Acrópolis utilizando la fuerza bruta y respaldado por un papel firmado por los ocupantes otomanos. A los británicos les gusta argumentar que, si no hubiera sido por ellos, muchos mármoles del Partenón estarían hoy destruidos. De acuerdo, muchas gracias por todo. Pero, ahora, que devuelvan lo que robaron. Además, Lord Elgin no se llevó las esculturas del Partenón por el bien de la humanidad, sino porque le pareció una buena idea decorar su finca con esos mármoles tan bonitos. Fue más tarde, cuando el amigo Elgin pasaba por dificultades económicas, cuando los vendió al gobierno británico como si fuera un equipo de fútbol obligado a vender a su estrella.

En el Museo Británico están la Piedra Rosetta, un fragmento de la barba de la esfinge de Guiza, un caballo del Mausoleo de Halicarnaso y un moai de la isla de Pascua, entre cientos y cientos de otras maravillas. ¿Debería el Museo Británico devolver todos sus tesoros? No es la pregunta correcta. El gobierno griego, por ejemplo, sólo reclama oficialmente la devolución de las esculturas del Partenón, que son partes de un monumento dividido de una relevancia extraordinaria. La cuestión no es si el regreso a casa de los mal llamados "mármoles del Elgin" provocaría un efecto dominó que vaciaría las salas del Británico, sino si hay una sola razón para que unas piezas tan especiales permanezcan separadas del resto.

La cariátide del Museo Británico no tendría que formar parte de las obligaciones de los vigilantes del Nuevo Museo de la Acrópolis. Así como el guardián entre el centeno sólo estaría pendiente de cuidar a los niños y evitar que se caigan en el precipicio, los guardianes de la Acrópolis sólo deberían estar atentos a que ningún visitante se deje llevar por el precipicio de belleza de las Cariátides y alargue su mano para tocar sus vestiduras o acariciar sus cabellos. Al parecer, las encuestas dicen que la mayoría de los ciudadanos británicos son partidarios de la reunificación (en Atenas, se entiende) de las esculturas del Partenón, así que el gobierno británico debería ceder a las reclamaciones griegas para celebrar el "Brexit" o, por qué no, convocar un referéndum de devolución. El adiós británico a la Unión Europea podría suponer el hola de las cinco cariátides que permanecen en Atenas a su compañera, que debe estar ya un poco cansada del pequeño cielo inglés. Estoy seguro de que, cuando el hueco de la cariátide ausente esté ocupado por la escultura original, los vigilantes del Nuevo Museo de la Acrópolis querrán ser como Mister Bean y pasar el tiempo mirando las esculturas de cinco mujeres de Caria que un día formaron parte de pórtico del Erecteion.

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