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Cincuenta años sin Vela

Se cumple medio siglo de la muerte del polifacético secretario de la "Revista de Occidente", el asturiano amigo de Ortega cuya obra "aún no se ha analizado en profundidad", reivindica su nieta, Yolanda Corrochano

Fernando Vela, en una comida en Lhardy.

"Por las noches oía desde mi habitación el rasguear de la pluma de mi abuelo sobre el papel". Yolanda Corrochano, "Yola", recuerda a su abuelo, el polifacético Fernando Vela, como un hombre de apariencia hosca, pero tierno y familiar en realidad. "Estaba interesado por todo. No profetizaba, ni predicaba, simplemente contaba. Era un hombre adelantado a su tiempo. Fue una gran suerte vivir junto a él", subraya Yola, que cuando se cumplen 50 años del fallecimiento de Vela (el 6 de septiembre de 1966, en el recientemente desaparecido café Pinín de Llanes) ha culminado la preparación de dos libros, uno con los poemas que dejó escritos y otro con conversaciones que mantuvo con el filósofo José Ortega y Gasset, con quien Vela formó un tándem perfecto al frente de la "Revista de Occidente", y con otros pensadores europeos de la época.

"Mi abuelo nació en Oviedo, pero su amor fue Llanes. Veraneábamos en San Antón, en una casa justo encima del mar. Llanes le emocionaba. Escribía en una estancia desde la que sólo se veía el mar, era como estar en un barco", rememora Yola Corrochano, quien subraya que esa pasión por Llanes llevaba a su abuelo a pasar todos los años tres meses largos en la villa llanisca. Ortega y Gasset, director de la "Revista de Occidente", llevaba muy mal las prolongadas ausencias veraniegas de Vela, secretario de redacción de la publicación, y solía mascullar a menudo durante los veranos, preguntándose "qué demonios haría mi abuelo todo ese tiempo en Asturias", señala Yola. Hasta que un verano el filósofo madrileño visitó Llanes invitado por Vela y, después de unos días, rendido ya a la belleza del lugar, le dijo: "Ahora comprendo por qué se viene usted aquí tanto tiempo".

Yola Corrochano participó hace unos días en la Casa de Cultura de Llanes en una conferencia sobre su abuelo. Pero, ¿quién era Fernando Vela? Ortega llegó a decir de Vela que era "la mente más clara" que había conocido. Pese a ello, según su nieta, sigue siendo "un gran desconocido", incluso en Llanes.

Fernando Vela, periodista, filósofo, traductor, historiador, biógrafo y escritor, nació en Oviedo, en 1888. La muerte prematura de su padre, médico, le obligó a hacerse cargo de la familia. Según su nieta, quizá por ello, por la necesidad de conseguir ingresos, decidió presentarse a unas oposiciones a funcionario de aduanas. Las aprobó. Tras una breve estancia en Ávila, llegó a Gijón, donde se casó, tuvo a su única hija, ingresó en la Logia de Jovellanos y empezó a colaborar en varios periódicos. Sus escritos maravillaron a Ortega, que durante un viaje a Asturias quiso conocerlo. El ensayista madrileño se sorprendió aún más, si cabe, por su juventud. Poco después, desde Vitoria, Ortega le escribió una carta, en la que entre otras cosas le decía: "Tiene ascuas en la mirada que convendría atizar". Y le propone irse a Madrid para impulsar una revista que trajera a España el pensamiento europeo.

Ortega y Vela se compenetraban a la perfección. El madrileño era un hombre mundano y abierto, un perfecto relaciones públicas, mientras que el asturiano era un "hombre de despacho, de pensamiento, de profundidad, exigente y meticuloso", resalta su nieta. Ahí nació "Revista de Occidente", donde se dieron a conocer muchos de los grandes escritores de la época, por ejemplo Lorca.

Vela, hombre profundamente libre y liberal, nunca perteneció a ningún partido y abogó por "sacar el país arriba por la educación", indica su nieta. Fue esa "libertad profunda" suya la que lo llevó, en los turbulentos años treinta, a ser considerado un "traidor" por los últimos gobiernos de la República y, durante la Guerra Civil, a ser "perseguido por los dos bandos", subraya Corrochano. Fue capturado en Madrid por los leales a la República y salvado por Gregorio Marañón, que intercedió por él poco antes de abandonar España. Vela pasó entonces a la zona franquista. El Gobierno fascista le impidió publicar con su nombre por su ideología liberal, le juzgó por masón y "le quitó su carrera y todo", resalta su nieta. Fue una época "de silencio", una etapa "dura", añade.

Con la ayuda de su consuegro, el crítico taurino Gregorio Corrochano, Vela consiguió retomar su carrera periodística en la entonces española Tánger, en el actual Marruecos, donde ambos fundaron el diario "España". Aprovechando que la plaza africana no estaba tan sometida a la censura franquista, Vela publicó unos mil trabajos suyos, buena parte de ellos sobre historia, y cientos de otros periodistas perseguidos por el régimen franquista, como el también asturiano de Peruyes (Cangas de Onís) Juan Antonio Cabezas.

La muerte de Ortega, en 1955, dejó a Vela "hundido". Tanto que cuando en 1962 le propusieron encabezar una nueva etapa de "Revista de Occidente" (se había dejado de editar en 1936) dijo "no" y se apartó a su despacho. Poco dado a enseñarse, a homenajes y a relaciones públicas, Vela era "puro escribir", señala su nieta. En Llanes, sólo por la noche.

Yola Corrochano recuerda que su abuelo era "muy metódico". Se levantaba siempre a las diez de la mañana. Desayunaba chocolate con pan y mantequilla, y un vaso de leche. Tras arreglarse bajaba al centro de Llanes por La Tijerina. Allí, todos los días, miraba el barómetro y "en ese momento se permitía la única maldad que le recuerdo", señala su nieta, "decía: ´Nosotros aquí a diecinueve grados, y en Madrid asándose...´". Y lo decía como regodeándose, incluso con una pizca de "sadismo" porque "como buen asturiano, odiaba el calor".

Bajaba a la calle Mayor, tomaba un café, recogía la prensa internacional y, si hacía buen tiempo, se acercaba a Puertu Chicu, donde se bañaban los más jóvenes de la familia. Él nunca bajaba a la playa, sólo observaba desde lejos. Al rato, regresaba a casa, donde señalaba con su lápiz de doble punta, roja y azul, los artículos que le interesaban. Su hermano Luis los recortaba. "En casa se comía siempre a las dos, ni un minuto antes, ni un minuto después", recuerda Yola Corrochano, "y después mi abuelo traducía y analizaba los artículos recortados. Luego bajaba hasta el café Punín, a jugar la partida, tras lo cual se reunía con nosotros, para merendar, ir de excursión o al cine Benavente". Se cenaba siempre en casa... y a las diez en punto. Después, se recogía la mesa del comedor, se colocaba un tapete de jugar a las cartas, se encendía un flexo y, tras quedarse todo "en silencio total", Vela se ponía a escribir, hasta las dos o las tres de la madrugada. Se oía entonces en toda la casa el rasgueo de la pluma sobre el papel.

Yolanda Corrochano, que visitó hace unos días de nuevo la casa llanisca en la que pasaba las vacaciones con su abuelo y el resto de su familia, invitada por su actual propietaria, María Jesús Santos, continúa la lucha para rescatar a su abuelo de un injusto olvido sólo roto este año por el Ayuntamiento de Llanes, que, a través de la Casa de Cultura, que dirige Higinio del Río, ha organizado actos (una conferencia y un concierto) con motivo del cincuentenario de su muerte. Hace unos años también se celebraron en Oviedo unas jornadas sobre Fernando Vela, y el Banco de Santander publicó un libro sobre el pensador asturiano, considerado por los expertos que han estudiado su obra como un auténtico "hombre del Renacimiento".

"Su prosa, elegante, no va a la paja, sino a la médula", resalta su nieta. Y, como dominaba el ingles, el francés y el alemán, destacó también como traductor de obras escritas originalmente en esos idiomas, sobre todo de filosofía. Según su nieta, la obra de Vela, cuyo verdadero nombre era Fernando Evaristo García Alfonso, no se ha analizado "con la profundidad que merece, hay un campo de investigación muy interesante" aún pendiente. Su firme empeño es que deje de estarlo.

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