La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JESÚS SANJURJO GONZÁLEZ | Fue secretario de los socialistas asturianos y jefe de personal de Thyssenkrupp

"Operarse en Madrid del tumor cerebral arruinó a mi padre y endeudó a la familia"

"Me multaron por manifestarme en 1975; quería ir a la cárcel, pero Agustín González me dijo: '¿Qué quies, que te dé una hostia, chaval?', y pagué"

Jesús Sanjurjo, en el hotel Reconquista de Oviedo. Irma Collín

-Nací en Abres, un solo pueblo en dos municipios de dos comunidades autónomas distintas. Nací en la parte gallega pero mi padre me inscribió en Vegadeo porque él y mi madre eran asturianos.

-¿A qué se dedicaban?

-Mi padre y sus hermanos tenían un negocio de maderas. Compraban, cortaban y vendían a las minas y hacían parqué de roble en una sierra de 1941 que estaba al lado de la casa que levantó mi padre para casarse.

-¿Qué lugar ocupa en la familia?

-Soy el primero de siete hermanos. Cuando yo tenía 7 años mi padre, Jesús, tuvo un tumor cerebral que le diagnosticó en Madrid el doctor Rof Carballo y le operó Sixto Obrador en la clínica de la Concepción. Estuvo en coma, permaneció ingresado tres meses y quedó con muchas secuelas.

-¿En qué sentido?

-Mi padre era el alma del negocio y ese proceso, sin Seguridad Social, fue la ruina, quedó endeudado con la familia y la familia con otras personas, porque entonces los bancos no daban crédito para eso. Le concedieron una gran invalidez y una pensión de miseria. Hace 50 años nos movimos a Gijón y mi madre empezó a trabajar en una portería en la calle Marqués de San Esteban.

-¿Tiene recuerdos de Abres?

-La escuela unitaria de chicos, con un maestro singular, inteligente, un poco ido y maniático, que se centraba en los que iban mejor. Recuerdo que ayudaba a enseñar a leer a críos mayores que yo. También trabajábamos en la poca tierra que teníamos, ayudando a sembrar, a sacar patatas y a terrar.

-¿Qué es eso?

-Subir en cestas hasta la cabecera de la finca la tierra que el agua había arrastrado.

-¿Cómo era su padre?

-Una excelente persona, responsable y preocupada de transmitir valores. Tuvo mala suerte. Cuando estalló la Guerra Civil estaba en el último mes de la mili en la Marina. Se incorporó al Ejército de Franco porque las tropas gallegas llegaron inmediatamente.

-¿Al acabar la guerra?

-Contrajo una tuberculosis con la que peleó tres años y curó con penicilina de contrabando. A los 30 años llevaba casi 8 fuera de la vida personal y profesional.

-¿Cómo eran ideológicamente en casa?

-La familia de mi padre era conservadora. La de mi madre, socialista.

-¿Cómo era su madre, Josefa?

-Una luchadora que no paró en dificultades para que sus hijos pudieran tener una vida mejor que la de ella. Se preocupó de todos y nos exigió mucho, sobre todo a sus cuatro hijas, para hacer la casa y para limitar con rigor su vida social y su libertad. Fue muy cariñosa con los nietos.

-¿Quería que estudiaran?

-Sí, por igual las chicas que los chicos, pero trabajando porque hacía falta dinero. Yo tuve más opciones de estudiar. Las dos hermanas que me siguen y mi hermano Pedro empezaron a trabajar a los 14 años, estudiando en el nocturno.

-Primeros recuerdos de Gijón.

-Que no se hablaba la fala en la vida corriente. Pasamos de una aldea a una ciudad en plena eclosión de crecimiento. Llegamos a mitad de curso y empecé a estudiar en la Fundación San Eutiquio de Cimadevilla. Yo tenía 12 años y Manuel Castro Cabaleiro, director de la escuela, me ofreció presentarme a un examen que permitía empezar Bachillerato en tercer curso. Aprobé.

-¿Qué tipo de rapaz era usted?

-Procuraba dar la menor lata posible. María José, mi hermana un año más pequeña, fue la "bulldozer" de la familia, tiraba para adelante con todo y cocinaba con 7 años. Me ocupé de mis hermanos pero no más que otros. Me gustaba ver ciclismo. En el Instituto Jovellanos encontré venerables catedráticos que generaron inquietudes culturales.

-¿Quiénes?

-Por orden de influencia, Francisco Vizoso, catedrático de Latín y melómano, que organizaba un aula musical con un buen tocadiscos para oír a Bach y a Mozart. Nos invitó alguna vez a ir a conciertos y a su casa, donde tenía piano y clavecín. Sara Suárez Solís, catedrática de Literatura, te ponía en relación con novelistas. Engracia Domingo, de Griego, también era valiosa. En sentido contrario, José Cardín, profesor de Filosofía, tomista y carca, generó en nosotros la necesidad de conocer alternativas.

-¿Qué tipo de adolescente fue?

-Un adolescente poco adolescente, más dedicado a resolver cosas que a disfrutar de ellas. Acompañaba a mi padre los fines de semana a hacer agujeros para plantar eucaliptos en una finca de los Vega-Arango en Monteana. Pedro y yo íbamos a pescar en El Musel, para casa o para vender en la plaza.

-Su primer contacto con el socialismo.

-Mi tío Alejandro, hermano de mi madre, que estudiaba Filosofía en Madrid, fue detenido en 1968 en torno a un acontecimiento en el Paraninfo, cuando tiraron un Cristo por una ventana. Lo juzgaron, lo condenaron y en 1970 estaba en mi casa para poder ingresar en el Coto y así tener un soporte familiar. Pedro y yo salíamos corriendo del instituto, íbamos a casa, cogíamos la comida y se la llevábamos a la cárcel. Eso nos colocó en la realidad. Entender la injusticia y la falta de libertad son cosas sencillas.

-Pero de ahí al socialismo...

-En la cárcel coincidía con Encarna Vega, que llevaba la comida a su marido, Marcelo García, y a Vicente, su cuñado. Mi tío estaba vinculado con el Frente de Liberación Popular (Felipe) pero no militaba. Marcelo, que no descansaba, hizo proselitismo con él, y Encarna, el complemento logístico perfecto, nos enseñaba trucos para meter tabaco, coñac y las cartas de la novia. En 1971, Marcelo salió de la cárcel y empezamos la relación.

-Y ya.

-Me cambió el orden de prioridades. Poco a poco me fui metiendo. A mediados de 1973 empecé a tener contacto con Agustín González; Miguel Ángel Pino, abogado laboralista que venía del grupo de Sevilla, y Ana Navarro, su mujer, que luego sería secretaria de Felipe González en la Presidencia del Gobierno. Empecé a ir a cursos, tirar panfletos y hacer pintadas.

-¿Recibió mucha formación ideológica?

-Sí, esencialmente en Barredos, en el núcleo de Juventudes Socialistas, donde estaban Fran Rodríguez Varela, Celestino Suárez, Rubén Suárez, Ampudia, y algunos ya desaparecidos, como Longinos Menéndez o Castaño. El salto exponencial fue el fin de semana de San José de 1974, en un curso que dieron en la cabaña de Peñamayor Felipe González y Alfonso Guerra.

-¿Su primera vez con ellos?

-Sí. Habían venido en un R12 de Guillermo Galeote, que era médico. Quedé deslumbrado por su talla y capacidad de liderazgo. Tenían un proyecto. Ya se había producido la escisión de Llopis y de parte de la gente del exterior y había una dirección en el interior, de la que ellos habían dimitido.

-Le deslumbran y ¿qué hace?

-Me dedico en cuerpo y alma a hacer crecer la organización del Partido Socialista.

-¿Cómo era su vida en aquel momento?

-Estaba empezando Filosofía. Había trabajado los tres meses de verano en la construcción y desde finales de septiembre estaba de corrector de pruebas en la Gran Enciclopedia Asturiana, con Mases y Chano Castañón. Silverio Cañada ya había creado Editorial Júcar. Luego nos echaron a cuatro por decisión empresarial.

-¿Por qué eligió Filosofía?

-Me gustaban la filosofía y la literatura y disfrutaba del estudio de la lengua. Hubiera querido hacer Filosofía Pura en Madrid.

-Pero en su casa querían que estudiaran para ganarse la vida.

-Soy consciente de mis incoherencias.

-Tampoco estudió.

-No respondí a esa ayuda de mis padres. Fíjate en mis incoherencias y desagradecimientos. Cambié las prioridades.

-¿Cómo se organiza un partido?

-Pensando y haciendo proselitismo y desarrollo de organización de la mañana a la noche. En la Universidad éramos del PSOE Fran Varela, en Químicas; Rubén Suárez, en Magisterio, y yo, en Filosofía.

-La hegemonía era del PC.

-Y había LCR, MC, algunos anarquistas. No había ORT, salvo Cuco Fentanes y otro. Intentamos vincular a personas que aportaran valor y liderazgo como un grupo de Derecho, capitaneado -dirán que no- por Álvaro Cuesta, delegado de Facultad, que se reunía con Chema Fernández, Bernardo Fernández y pocos más. Estaba Elías Díaz, que sí era militante.

-¿Quién estaba al frente?

-Agustín González, que había estado en Bélgica y era miembro de la dirección federal de partido. Había varios grupos en Mieres, en San Martín del Rey Aurelio y Laviana y algunas personas en La Felguera y La Güeria Carrocera. Asturias era la organización más grande de España pero, por las caídas, de poca incidencia.

-¿Cuándo cambió eso?

-En septiembre de 1974 fue el Congreso de Suresnes y el PSOE pasó a ser un elemento de referencia en la oposición al franquismo: las decisiones se trasladan al interior, quiere ser la organización central de la izquierda de España, evita el seguidismo del PC y busca crear un espacio autónomo. Había que empezar a ser visible en la clandestinidad.

-¿Cómo?

-El 1 de mayo de 1975 se hace una concentración en Madrid ante la tumba de Pablo Iglesias. Otros quedamos en Asturias y organizamos junto al MC y la LCR una manifestación en Gijón. Y me detuvieron.

-Por primera vez.

-Sí. Un día en la Comisaría de Gijón. Me dieron alguna leche pero no me torturaron. Creían que era militante del MC.

-¿Tuvo consecuencias?

-Tuve que pagar una multa. No quería pagar, quería ir a la cárcel, pero Agustín González me miró fijamente y me dijo: "¿Qué quies, que te dé una hostia, chaval?". Cuando fui a Comisaría a pedir el certificado de buena conducta para la prórroga de la mili, el comisario Pedrosa se descojonó y tuve que ir a la mili en 1976.

-Ya era secretario general de la FSA.

-Me eligieron en septiembre de 1975, en la cabaña de Peñamayor, tras durísima discusión porque muchos compañeros creían que UGT no podía estar fuera del control del partido y a la inversa. Los jóvenes, Marcelo, Chema Fernández y Rodríguez-Vigil, lo creíamos anacrónico. A Cayo García le dio un ataque epiléptico por la tensión.

Compartir el artículo

stats