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MANUEL MATALLANAS BERMEJO | Exdirector provincial del Insalud, exgerente del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y médico especialista en radioterapia jubilado

"He tenido el privilegio de desarrollar dos carreras, como médico y como gestor"

"El proceso de fusión que dio lugar al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) resultó difícil. Se tomó una vía negociada, de no ruido. Los de León lo hicieron por decreto, que a la larga fue un método más eficaz"

Enero de 1989. Desde la izquierda, Fernando Fernández, Manuel Matallanas y Francisco Ortega.

Es uno de esos apellidos que en Asturias no necesita nombre. Decir Matallanas es decir sanidad. Hablar de Manuel Matallanas Bermejo es referirse a una piedra angular de la sanidad regional de los últimos 35 años. A un madrileño que ha sido protagonista de primera fila, que nunca rehúye el debate, que ante la duda opta por no callar, que a nadie deja indiferente. Resumiendo: que le va la marcha.

Potentemente dialéctico, el doctor Matallanas ha sido director provincial del Insalud, gerente del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y médico especialista en radioterapia en el complejo sanitario de Oviedo. Lleva jubilado desde el pasado 29 de mayo. No hace falta ser catedrático de psicología para diagnosticar que echa de menos la adrenalina de las responsabilidades fuertes. Aún no se ha adaptado a su nueva vida y seguramente no se adaptará. Ha tomado una lámpara, la ha encendido y busca una causa que le haga sentirse vivo.

El primer licenciado universitario de la familia. "Nací el 29 de mayo de 1951, en Madrid, en Carabanchel Bajo. Mi madre era de Barco de Ávila y mi padre del primer pueblo de la provincia de Cáceres, del valle del Jerte, de Tornavacas. Se conocieron en Barco. Mi madre estaba allí y mi padre subía a vender fruta con su familia. Se perdieron de vista durante un tiempo y después mi padre la buscó en Madrid durante casi un año, la encontró y acabaron casándose. Una familia humilde. Cuando yo era pequeño vivíamos con otra familia en una casa compartida. Mi padre conducía camiones, y después condujo taxis en Madrid hasta los 70 años. Tuve otro hermano menor, que murió a los 33 años por un problema tumoral. Yo pude estudiar. El Bachillerato superior y el preuniversitario lo hice en el Instituto San Isidro, en la calle Toledo, un histórico de Madrid, y en 1969 empecé Medicina en la Complutense. Siempre me gustó la Medicina, aunque no tengo antecedentes en mi familia; de hecho, soy el primer licenciado universitario de mi familia. Luego ha habido más, muchos primos y demás...".

Psiquiatría, escritura, radioterapia... "Me gustaba la medicina y escribir. Mi estrategia inicial era hacer Medicina por psiquiatría y dedicarme a escribir. Pensé hacer Medicina y Periodismo a la vez, pero había mucha distancia entre los edificios. Y yo además tenía que trabajar: desde los 17 años apenas pedí dinero en casa. Decidí posponer Periodismo y me matriculé a la vez en Enfermería. Cuando estaba en tercero de Medicina ya era enfermero, y durante tres años trabajé de ATS todos los fines de semana, poniendo inyecciones a domicilio como una máquina. En tercero, cuando inicié las asignaturas clínicas, empezó a gustarme mucho más la medicina clínica y abandoné la idea de psiquiatría. Me integré como alumno interno en Patología Médica hasta que finalicé la carrera".

Detenciones, "mili", espíritu crítico... "La carrera tuvo bastantes avatares porque mis inquietudes eran mucho abiertas que dedicarme exclusivamente a estudiar. Tuve algún problema, me detuvieron antes de una manifestación, me quitaron la prórroga de la 'mili'. Estuve trabajando en organizaciones universitarias. He sido siempre una persona muy crítica, incluso con las ideologías que compartía. No me gustaba el dogmatismo, y eso me llevó a estar en una organización muy arriba y de repente bajar mucho porque discutía mucho. Es algo que me ha gustado siempre y que he dicho a la gente, sobre todo a mis hijas: que hagan lo que quieran pero que mantengan el espíritu crítico. Los dogmas habitualmente son siniestros y te llevan a errores. Tanto lío hubo que en 1972 boicoteamos los exámenes. El plan de estudios era catastrófico. Conseguí terminar la carrera en 1976, y ya había hecho la mili enterita. Cuando quedaban 15 días para licenciarme estuve a punto de tener que ir al Sáhara porque coincidió con el momento de la Marcha Verde".

El Hospital General y la "nortefilia". "Termino la carrera. Yo tenía conocimiento del MIR y para nosotros, incluso en Madrid siendo estudiantes, el Hospital General de Asturias era un icono de cómo hacer las cosas. Estuve una temporada en la Escuela de Electro-Radiología del Gregorio Marañón, y allí, a través de los comités de tumores a los que acudíamos diariamente, enganché con la radioterapia. En 1977, decidí presentarme al MIR, a una convocatoria nacional que fue la primera conjunta de hospitales provinciales y de la Seguridad Social. Me presenté y me decidí por el Hospital General de Asturias, entre otras razones porque ya había venido varias veces a Asturias y era un enamorado de esta tierra. Siempre fui un nortéfilo. El calor lo soporto relativamente mal. Asturias tenía todo lo que me gusta y, además, el Hospital General".

Primer día y primera noche en el General. "En radioterapia, Luis Delclós era una figura super reconocida, y aunque ya estaba en Estados Unidos, que el servicio lo hubiera hecho él era una garantía de calidad. Cuando llegué al Hospital General, tenían sólo una bomba de cobalto y estaban montando otra. El primer día, conocí al doctor Roiz Noriega, que era el jefe del servicio y se portó maravillosamente. Me paseó por todo el Hospital; yo estaba alucinado. No salí hasta las siete de la tarde. Ni siquiera me había planteado dónde dormir, y terminé pasando la noche en una cama de hospitalización de la planta nueve del edificio A. Al día siguiente, me puse a pasear por Oviedo y comprobé que era más pequeño que mi barrio, pero es una ciudad fantástica, muy cómoda".

Un hospital sorprendente. "Me encontré un hospital con un régimen de trabajo de mañana y tarde. Es verdad que algunas figuras ya se habían marchado, pero seguía teniendo gente muy buena, y una dinámica de trabajo extraordinaria. Aprendíamos muchísimo de muchas especialidades. Lo recuerdo como una época maravillosa. Para mí, y no era el único ni mucho menos, era aprender por aprender. El Hospital General tenía 400 camas, nos conocíamos todos. Llegamos a ser casi 200 residentes, y los médicos de plantilla no eran más de 30 ó 40. Había un gran compañerismo".

Asturiano vocacional. "Yo había llegado aquí y no conocía a nadie. Como digo a mi mujer y a mis hijas y a todo el mundo, tengo más mérito que los asturianos: vine aquí porque me dio la gana y seguí aquí porque me dio la gana. Empleé muchos fines de semana en conocer los montes y los valles de Asturias. Siempre me ha encantado el monte, empezando por Gredos. Sin embargo, he convivido con una persona que prefiere la playa. Aprendí a pescar en el río Tormes, y me encanta, y cuando llegué aquí aprendí a andar en piragua, la pena es que es una piragua K-2 y se me han ido todos los compañeros. En Asturias es fácil relacionarse, y la gente es muy acogedora. Soy asturiano de vocación, eso lo tengo clarísimo".

Defensor de la sanidad pública. "Acabé la residencia en 1981. Fundamos la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Asturias. Estaban Paco Ortega, Faustino Blanco, Carlos Ponte, Gaspar Llamazares, Laureano Rivas... Muchos de los que después hicimos la reforma de la atención primaria. Tuvimos algún problema con el Colegio de Médicos porque defendíamos la colegiación voluntaria, no obligatoria".

Llega el PSOE, llega la gestión. "En 1982 el PSOE gana las elecciones y en 1983 nombran a Paco Ortega director provincial de Sanidad. Unos meses más tarde me sugiere coger la dirección de ambulatorios de Sama, con la idea de hacer la reforma de la atención primaria. Ya desde estudiantes habíamos defendido que la atención primaria tenía que ser el núcleo del sistema sanitario. Acepté con la advertencia de que era por dos años".

Vuelco organizativo y golpe de mano. "Pudimos hacer muchísimos cosas sin un duro, sólo cambiando la organización. Potenciamos el papel de la enfermería, dándole más competencias. Salvo excepciones de poca importancia, no tuve ninguna confrontación con los funcionarios y los administradores de la época, aunque algunos estaban ideológicamente en las antípodas con relación a mí. Por ejemplo, iniciamos concursos para centralizar compras. Muchos especialistas de cupo estaban haciendo cirugías concertadas en el Centro Médico, y algunos ganaban mucho dinero. Mientras tanto, nosotros en Sama teníamos una ocupación de quirófanos por debajo del 50 por ciento. ¿Cómo íbamos a consentir que nuestros cirujanos operaran en otro sitio a nuestros pacientes si nosotros teníamos capacidad en nuestros propios quirófanos? No podíamos hacerlo".

El diseño de la red sanitaria. "En abril o mayo de 1984, Paco Ortega insistió en que cogiera la subdirección provincial del Insalud. Fue un trabajo espectacular, intensísimo. Ya teníamos herramientas normativas. Hicimos mucha planificación. Colaboramos en hacer el primer mapa sanitario de Asturias. Trazamos toda la estructura de hospitales y centros de la región. Los de Luarca querían en hospital del noroccidente, pero nos parecía mucho más razonable llevarlo a Jarrio, que estaba en el centro de las isocronas del occidente con mucho mas acceso al interior".

Sintonía y sanciones a médicos. "Asturias tuvo mucha suerte, porque había un acuerdo muy bueno entre el Insalud y la comunidad autónoma. Pienso que Juan Luis Rodríguez-Vigil, que era el consejero de Sanidad, lo entendió muy bien. En esa etapa, y luego en la que fui director provincial, se pusieron en marcha más de 60 centros de salud, se reabrió el hospital de Mieres, se inauguraron los de Cangas del Narcea y Jarrio, creamos el policlínico de Arriondas... Recuerdo el trabajo intenso de Tino Blanco, junto con otros compañeros, en la planificación y diseño de los equipos de atención primaria. Fue una época muy intensa en la que tuvieron que tomarse también muchas medidas correctoras; tuvimos que abrir bastantes expedientes por incompatibilidades y demás".

¿Deben fichar los médicos? Nunca fui partidario de que los médicos tuvieran que fichar. Se hizo en algún hospital, pero duró muy poco. Nunca me pareció que el problema fuera entrar a las ocho en punto y salir a las tres en punto. En primer lugar porque se puede cumplir ese horario y estar en la cafetería, o llegar un poco más tarde pero trabajar muy bien y cumplir perfectamente. Además, no conozco ningún hospital de cierto nivel en el mundo en el que los médicos fichen".

El ascenso a director provincial. "En enero de 1989, Paco Ortega se marcha a Madrid de director provincial y me nombran director provincial de Asturias. Quizá lo más novedoso era tener la decisión última, pero tampoco fue excesivo, porque muchas decisiones era colegiadas. Empezamos la fase de las ampliaciones y renovaciones de centros sanitarios. Además, en Oviedo había una concentración enorme de camas de hospital, llegó a haber 2.400, mientras hospitales como Cabueñes, de Gijón, y San Agustín, de Avilés, eran claramente insuficientes. El Valle del Nalón también tenía necesidades, especialmente en el edificio de consultas externas. Iniciamos un proceso de reordenación de camas. Había que reducir e ir a un hospital único en Oviedo y ampliar en otros hospitales. Fueron unos años muy productivos. Se trabajó mucho en la autonomía y la descentralización de los hospitales, y también de los equipos de primaria".

La fusión del HUCA. "El proceso de fusión de hospitales de Oviedo que dio lugar al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) resultó difícil. Se tomó una vía negociada, de no ruido. Los de León lo hicieron por decreto. No digo que no haya que hablar, pero a la larga lo de León fue más eficaz. En cosas que tienes que ejecutar, más vale ponerte colorado una vez, afrontar las dificultades, que estar un montón de años en una situación de sí pero no, sí pero hoy, sí pero mañana... Había algo que justificaba esta decisión: había muchos edificios, muchos locales, mucha historia... En León era una fusión entre un grande y un pequeño. Aquí, el Hospital General tenía mucho significado... Se hubiera resuelto mucho antes si se hubiera construido entonces el nuevo HUCA, pero la situación financiera no lo permitió. En mi opinión, antes de pasar a un hospital mucho más pequeño, por ejemplo de 1.000 camas, había que hacer la reordenación de camas. Para mí fue esencial la llegada de Paz Villaverde como subdirectora del Insalud. Es un ejemplo de lealtad, de capacidad de trabajo, de decir las cosas con claridad... Fuimos avanzando. Por ejemplo, el San Agustín casi duplicó el número de camas".

El retorno a la medicina. "Fue una pena la interrupción de 1996, con la victoria electoral del PP. Estaba preparado un salto organizativo que quedó interrumpido. Yo tenía una ventaja respecto a otros. A pesar de tantos años en la gestión, no tenía ningún problema en volver a la medicina. La medicina me gusta mucho, y mi especialidad más. Me dieron una comida de despedida, y a la semana estaba trabajando en el hospital. Es verdad que llegué a recibir cartas anónimas, intimidatorias, de gente del HUCA, y que otros me dedicaban coletillas en las sesiones de trabajo, pero la integración fue buena. Tuve la suerte de que en aquella época llegaron a mi especialidad las imágenes en tres dimensiones, y en ese campo yo era novato, pero igual que los demás. Eso facilitó el reciclaje".

Reencuentros. "Yo donde me meto, me meto a tope. También aquí disfruté muchísimo, y debo decir una cosa: la gestión me ha dado satisfacciones, pero nada comparable a la de encontrarme con pacientes, y esto no es una frase hecha. He tratado tumores de supervivencia alta y eso es muy gratificante, porque luego te encuentras con esa gente. En total, he estado 16 años en la gestión y 26 en la clínica. Dos carreras, otro privilegio. He cometido errores, como todo el mundo, pero el balance lo considero positivo".

El debate sobre el nuevo HUCA. "Cuando retorno al ejercicio de la medicina, vuelvo a la Asociación de Defensa de la Sanidad Pública, aunque nunca había dejado de pagar las cuotas. Y en el año 2000 ó 2001 creamos la plataforma por el nuevo HUCA. Participó muchísima gente. Era cuando Álvarez-Cascos apostaba por reformar el viejo HUCA, una opción que me parecía una barbaridad. ¿Cómo íbamos a meternos en obras en un lugar con accesos tan limitados? Y La Cadellada, en cambio, era un espacio absolutamente idóneo. Al final, ganamos la batalla porque hubo transferencias sanitarias. Si no, hubiera durado mucho más".

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