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JULIO MAGDALENA | Artista plástico conocido por sus mascaradas y sus paisajes. Antes de poderse dedicar por completo a la pintura trabajó en Electrogás y fue cofundador de Unitec, en Gijón

"Nunca dejé de pintar: cuando trabajaba de electricista, lo hacía los domingos y en vacaciones"

"Se me daba muy bien el fútbol, era un extremo que tiraba muy bien a puerta y en mi juventud me quisieron meter en el Valencia, pero no se dio"

Julio Magdalena, en una imagen de su juventud.

Es uno de los paisajistas asturianos más reconocidos y reconocibles, y en sus icónicas carnavaladas recoge todo el espíritu de una época. Admirador confeso de Goya, heredero por crianza y talento de Evaristo Valle y Nicanor Piñole, el pintor Julio Magdalena es una figura notable del arte asturiano en la segunda mitad del siglo XX. Tras varios años alejado de las salas, unas semanas atrás reveló en Oviedo su periodo abstracto, la última etapa de una prolífica producción que dio por terminada en 2011, tras sufrir un ictus. A escasos días de cumplir 91 años, Julio Magdalena recibe a LA NUEVA ESPAÑA para repasar sus "Memorias", que se publican en esta primera entrega y en otra más, en la edición de mañana.

Villamayor. "Nací en Villamayor, en Infiesto, el 12 de marzo de 1926. Allí viví toda mi infancia, y fue donde empecé a pintar. Cuando venía el inspector a la escuela, el maestro me compraba unas pinturas y yo hacía dibujos para decorar la clase. Aquel maestro quiso pedirme una beca para Bellas Artes, pero luego me fui a Valencia, a estudiar Aviación. La verdad es que me hubiera gustado estudiar Bellas Artes, porque lo hubiera disfrutado, pero nada más. Nunca dejé de pintar y acabé dedicándome a ello, así que está bien".

Aviación. "Hacíamos prácticas en avionetas y trimotores. Pero hubo algunos accidentes, por fallos. No hablamos de aviones que cayeran desde muy alto, fueron accidentes al despegar sobre todo. Pero hubo muertos: recuerdo un accidente que me marcó mucho, porque vi el cuerpo destrozado de un compañero. Nunca he podido olvidar aquellas imágenes, cogí mucho miedo. Me querían mucho allí, pero aproveché que me tocaba hacer la mili y lo dejé".

Fútbol. "Siempre se me dio bien jugar al fútbol y me gustaba mucho además. Jugaba de extremo o de delantero centro y tenía mucha puntería. Tiraba muy bien a puerta. Estando en Valencia conocí a José Ródenas, que había sido delantero del Valencia, y cuando vio mis aptitudes me dijo: 'A ti te meto yo en el Valencia a jugar'. Pero después me fui de allí y no me preocupé más del fútbol. Siempre lo seguí, eso sí. Aún lo hago. Al Sporting, claro".

Mili. "En la mili fui asistente del teniente coronel Gutiérrez Mellado, que después llegó a general. Era su asistente personal. Cuando marchó de allí, porque lo ascendieron, me preguntó dónde quería que me metiesen y le dije que de electricista. Y allí me metió. Pero es que conmigo estaba encantado, y yo con él. Era buena persona, y siempre me hacía regalos. Pero es que yo trabajaba mucho: limpiaba los zapatos de él, los de la mujer y los de dos hijas que tenía. Y le paseaba al perro, un perro grande que tenía. Todas las semanas me decían, él y su mujer, que pidiese algo para mí cuando iba a por suministros. Y me daba la ropa vieja, que yo la vendía. Porque él era pequeñín, pero tenía buena planta y ropa de mucha calidad. Pero es que en la mili yo tenía un mercadillo: vendía muchos relojes de bolsillo, adaptados a la muñeca. Tenía de todo. Pero de aquélla la mili eran dos años y tenías que buscarte un poco la vida".

Electrogás. "Cuando volví a Gijón, después de hacer la mili, me colocaron de electricista en Electrogás. Me mandaron hacer una instalación, como prueba, para ver si yo sabía. Y yo no sabía, porque no tenía apenas formación. Podía poner una llave o un enchufe, pero no una instalación completa. Como aquélla era una casa de varios pisos, se me ocurrió subir al piso de arriba, ver cómo lo habían hecho, y hacerlo yo igual. Cuando llegó la revisión dijeron: 'Trabaja muy bien, es muy curioso, pero muy lento'. Y lo que pasaba era que tenía que ir a mirar a otro piso, andaba como un loco de un piso para otro. Me dijeron que podían ponerme de peón y a mí me parecía muy bien porque lo que yo quería era entrar, de lo que fuera. Eso sí: al tercer año era oficial de primera, saqué la formación año por año".

Apuros. "Eran años duros y pasábamos muchos apuros, en el trabajo y fuera. Recuerdo una vez que había que montar la megafonía en el Filarmónica y robaron los soportes de los micrófonos. Los sustituí por palos de escoba para que pudieran actuar. Pero lo peor era que los sueldos eran muy bajos y tenías que tratar de sacar un sobresueldo, porque no nos daba. Así que yo empecé a hacer radios y mi mujer las vendía. Pero con tan mala suerte que un día fue a vender una a un familiar de uno que trabajaba justamente en Electrogás. Y, claro, éste se lo dijo a mi jefe, que me dijo a mí que no lo hiciera más. Seguí haciendo las radios, claro, pero teníamos más cuidado. No quedaba más remedio: pagaban muy poco, incluso siendo oficial de primera, como era yo".

Unitec. "En Electrogás éramos cuatro técnicos, y pasó que decidimos asociarnos y nos fuimos todos a la vez. Así que montamos Unitec, en un local donde los Alsas que sale en 'Volver a empezar', la película de Garci. Y como nos habíamos ido los cuatro técnicos, no tuvieron más remedio que darnos trabajo. Así que acabamos convirtiéndonos en una sucursal de Philips, con taller de aprendices y todo. Después fuimos montando nuevos negocios, vendíamos zapatos y artículos de regalo, antigüedades, y Philips nos pagaba viajes a Holanda para formarnos. Hasta nuestros hijos nos echaban una mano en vacaciones y los fines de semana, porque vendíamos mucho".

Los Campos. "En 1963 nos mudamos a un piso en la zona de Los Campos. Gijón era muy diferente a como es ahora: en toda esta zona no había nada. Los pisos los hicimos con una cooperativa, y cuando estaban acabados no querían ponernos la luz, porque Hidroeléctrica quería instalarse en uno de los bajos, poner ahí un repetidor para dar luz a todas las casas. Como no había manera de que nos pusieran la luz, en una asamblea propuse que nos mudásemos y enganchásemos la luz en plan pirata, para obligarlos a darnos de alta. Nos vinimos para acá cuatro intrépidos, y por las noches salíamos a enganchar la luz. Lo hacía yo, que era el que sabía, claro. Mi mujer pasaba mucho miedo, pero si nos pillaban nos íbamos un poco más lejos y ya estaba. Tuvimos luz desde el primer día, y no pagábamos por ella. Y cuando Hidroeléctrica vio que no podía con nosotros, nos la dieron de alta".

Domingos. "En todos esos años, yo no dejé de pintar. Lo hacía en mis ratos libres: al volver de trabajar, los domingos y en vacaciones. Mi primera exposición fue en la sala Altamira, en noviembre de 1958. Mandaba cuadros a concursos, y gané varios premios. Mi pintura siempre gustó mucho. Pintaba aquí en casa, en la salita, donde tenía dos caballetes y un sistema de luces que monté con unos fluorescentes, para hacer efectos. Los domingos, que era cuando podía pintar, me levantaba cuando mis hijas: ellas se ponían a estudiar y yo a pintar. Era muy rápido, en dos días podía tener listo un cuadro, dependiendo del tamaño. Una compañera de mi hija Julia, que venía muchas veces a estudiar a casa, decía: 'No estudiamos nosotras una lección y ya pintó tu padre un cuadro' ".

Retratos. "El primer y único retrato que pintó Marola me lo hizo a mí. Teníamos un amigo, Tejerina, que tenía tanto trabajo que nos pasó algo a nosotros. Eran retratos. Marola hizo una prueba conmigo, con un retrato que aún conservo, pero no se veía trabajando ese género y lo dejó. Tampoco lo necesitaba, porque era más conocido. Pero yo sí que lo trabajé, varios años además. Los retratos, normalmente, se hacían a mujeres. Y ellas querían salir muy guapas, no querían ser como eran, querían salir mejor. Y eso no me gustaba, así que lo dejé. No he vuelto a hacer retratos. Pero en todos esos años siempre mantuve buena relación con Marola: de todos los pintores a los que he conocido, con él era con el que más amistad tenía. Yo le hacía los arreglos en casa, de electricidad y todo lo demás, porque yo era muy manitas, y luego compartíamos las pinturas".

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