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Víctor Pablo Pérez | Director de orquesta

"Ni las orquestas sinfónicas ni los teatros líricos son de derechas; quien diga eso peca de inmadurez"

"España llevaba cien años de retraso musical con respecto a Europa; ahora hemos recuperado, digamos, treinta de esos años"

Víctor Pablo Pérez, en Oviedo. Irma Collín

El burgalés Víctor Pablo Pérez es director artístico y titular de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid desde la temporada 2013-2014, anteriormente encabezó la Orquesta Sinfónica de Galicia y la Sinfónica de Tenerife. La semana pasada regresó a Asturias para tomar la batuta de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) en dos conciertos en Avilés y Oviedo. En los años ochenta del pasado siglo, concretamente entre 1980 y 1988, fue el titular de la Orquesta Sinfónica de Asturias (OSA), antecedente de la actual formación musical.

-¿Qué recuerdos le quedan de aquellos años en Asturias?

-Era el momento de la Preautonomía. Se estaba configurando el sistema autonómico en todo el Estado y las autonomías tomaban la iniciativa de hacer sus propias orquestas. Cuando en 1982 el PSOE gana las elecciones había prometido dos cosas en el terreno musical: un plan nacional de orquestas y un plan nacional de auditorios. Este segundo se llevó a cabo e, incluso, yo diría que se saturó. Todo el mundo quería tener un auditorio. Fue un efecto muy similar a lo que había pasado en el siglo XIX con los teatros a la italiana. Entonces se construyeron casi 55 teatros a la italiana en España. Los había en cada ciudad o pueblo que quisiera merecerse y tener un poco de nivel. Y la historia, en España, tenemos tendencia a repetirla.

-Luego pasó los mismo con los aeropuertos, con los AVE... Todo el mundo quería el suyo propio.

-Es todo lo mismo. También en aquel momento se crearon muchas bandas de música por todo el país. Al margen de las militares, que eran las únicas que le gustaban a Franco. También se empezó a crear un entramado de orquestas autonómicas en toda España. Asturias fue de las primerísimas que se planteó una orquesta profesional. Hasta entonces había en España sólo dos orquestas profesionales. En Madrid. La Orquesta Nacional de España y la Orquesta de RTVE. También había otras dos orquestas, la de Valencia y la de Barcelona, que trabajaban con la tendencia que hoy, desgraciadamente, vuelve: trabajaban nueve meses al año y tres meses se iban al paro. Por eso digo que la historia se repite. Ojalá no se llegue a esto, que se plantea incluso con la orquesta de RTVE. Sería trágico.

-¿Y cómo fue el proceso de profesionalización en Asturias?

-Yo estoy ocho años y cuando ya se va a dar el salto definitivo a la profesionalización pues hay un conflicto y se van a la garete los ocho años de trabajo.

-¿Qué pasó?

-En el octavo año ocurrió que la Orquesta Sinfónica de Asturias recibió la medalla de oro de las Bellas Artes. Los músicos de la época pensaban que se concedía esa medalla porque la orquesta sonaba muy bien. Nada más lejos de la realidad. La medalla se logra porque en ese momento la formación cumplía cincuenta años. Segundo, porque el secretario de Estado era el asturiano Nacho Quintana. La tercera razón es que el equipo técnico de la orquesta envió un informe de lo que hacía la orquesta todo el año, donde se incluían un montón de conciertos didácticos que se hacían por toda Asturias. Esa medalla se entrega en un acto con el Rey Juan Carlos en Madrid. Estaba allí el presidente del Principado, Pedro de Silva. Recibí la medalla y, a la salida del acto, se la doy a Pedro de Silva. Le digo: "Esta medalla no es mía, es para Asturias; te la entrego y con ella mi dimisión". El hombre se quedó realmente sorprendido. "¿Pero qué dices?" "Pues que tenemos que buscar una salida para la orquesta", le dije.

-Tiempos de reconversión en Asturias, también musicales.

-Había un plan de futuro para la OSA. En ese plan no se echaba a nadie, se potenciaban los salarios y en las plazas donde había más problemas se creaban nuevas plazas. Pero había que empezar a trabajar de un modo profesional. Y eso significaba que, en vez de hacer cada quince o treinta días un programa, había que hacerlo cada semana. Trabajar todas las semanas una serie de horas, como las orquestas profesionales. Y los sindicatos de la época dijeron que el dinero estupendo, pero que trabajar así que ni hablar. Se formó un lío monumental. De aquella, al día siguiente, me reciben en el Principado y se consiguieron cien millones de pesetas de la época para hacer ese plan de futuro.

-¿Qué OSPA se ha encontrado en este retorno fugaz a Asturias?

-Una orquesta totalmente profesional. De aquella época no sé si quedan dos o tres músicos nada más. El nivel es muy alto. No sé cómo será con otros directores, pero conmigo ha sido sensacional en cuanto a ganas e ilusión.

-¿Cree que Oviedo es una ciudad tan musical como se proclama?

-Se ha ido configurando como una ciudad musical al haber dos orquestas y una temporada de ópera que permanece. Una temporada de ópera que tuvo tiempos muy amateur y momentos felices; momentos con grandes divos donde el teatro no significaba nada y las voces eran lo importante. Donde había también un aspecto social potentísimo. Allí se mostraba la sociedad ovetense y se visualizaba su poder. Aquellas filas que se formaban a la entrada del Campoamor para ver pasar a la gente con sus trajes y sus joyas... Joyas que después, algunas, se llevaban al Monte de Piedad... En fin, era muy curioso aquel ambiente. Pero todo eso ha configurado una ciudad muy potente en el aspecto musical.

-Sin embargo, el actual gobierno municipal tripartito de Oviedo ha suprimido los Premios Líricos del Campoamor.

-Estas cosas de la política... Es una pena. Es triste. No sé cuánto costarían.

-La ayuda que se recortó: 260.000 euros.

-Hay que valorarlo todo en su conjunto, porque esos premios estaban dando un buen nombre a la ciudad. Incidían en esa referencia musical. Lo que se invierte en cultura, y digo invertir porque hay mucha gente desde partidos de izquierda y de derecha que piensan que la cultura es un gasto, es algo que genera movimiento y riqueza en la cuidad: en los hoteles, en los comercios y restaurantes, en los salarios de la gente que trabaja para esos organismos culturales...

-¿Se puede equipar la lírica con una ideología de derechas?

-Esto es una especie de pecado de inmadurez, simple y llanamente. Quien pueda considerar eso debe crecer un poco. Uno puede ser una persona muy beligerante o muy combativa, ser de una izquierda tremenda, pero hay que pensar las cosas a medio y largo plazo. Ni las orquestas ni los teatros son de derechas. Lo que hay que hacer es gestionarlas y ponerlas al servicio de todos los ciudadanos.

-Tras aquel florecimiento de los ochenta de auditorios y orquestas, ¿ cree que el español sigue siendo refractario a la música clásica?

-España llevaba un retraso con respecto a Europa, en el sentido musical, de más de cien años y hemos recuperado, digamos, treinta años. Difícil es recuperar esos cien años porque Europa sigue caminando.

-¿Es sostenible la red de orquestas que hay en esta España en crisis?

-Creo que sí porque las orquestas españolas se han creado sin unos medios desaforados. Si uno se pone a analizar lo que cuesta una orquesta sinfónica en una ciudad similar a Oviedo con respecto a la de una ciudad alemana, allí cuesta más dinero. Con la crisis se hablaba de que alguna orquesta del país podría desaparecer, pero finalmente nadie se ha atrevido a cerrarla. No sé por qué. Quizás haya un pudor a quedar mal ante la sociedad. Ha habido recortes importantes, pero ha mantenido el núcleo de las orquestas sinfónicas y ahora se empezará a retomar algo de lo que se ha perdido con la crisis. Algo.

-¿Y cuánto ha mejorado desde aquellos tiempos la calidad de nuestros músicos?

-Le pongo un ejemplo. Hace diez años, el 20 por ciento de los integrantes de la Joven Orquesta Nacional de España, la JONDE, se veía que iban a llegar a ser buenos profesionales. Hoy en día ese porcentaje es el 80 por ciento.

-Hablemos del público. ¿No es muy alta la edad media de edad?

-Hay que hacer políticas al respecto para empezar a atraer a otros públicos más jóvenes, pero también hay una cosa a considerar. Cuando uno tiene 20 años pide cualquier vino, pero cuando tiene 40 años ya no se toma cualquier vino porque, además, le hace daño. Entonces uno empieza a apreciar los vinos. Con la música pasa lo mismo. Hay que dirigirse de un modo muy concreto a la gente que tiene de 30 años de edad para adelante. Porque a partir de esas edades es donde pueden buscar en la música clásica y llegar a apreciarla. Y, a la vez, hay que trabajar con los niños. Todo lo que se haga en conciertos didácticos será poco. Esos niños son los que van a tomar el relevo.

-¿Qué aporta una orquesta sinfónica a una sociedad?

-Muchas cosas aparte de que, objetivamente, lo que se gasta tiene un retorno económico muy importante. Hay estudios sobre eso. Además, está el rendimiento social, que tiene que ver con cómo se configura la imagen de una ciudad. También ayuda al entramado de la educación. Si tienes buenos músicos en la orquesta y les haces que enseñen, esto cambiará el panorama en los siguientes años. Cuando yo estaba en Asturias, trajimos a los primeros extranjeros a la orquesta. Fuimos pioneros al traer al primer quinteto de cuerda. Eran polacos. La gente nos criticó muchísimo por traer extranjeros. Había una razón de peso que no me canso de repetir. En España, hace 35 años, se creó un círculo vicioso impresionante: no había orquestas porque no había músicos y no había músicos porque no había orquestas. Este círculo había que romperlo. Y se rompió importando músicos. Los mejores músicos posibles, que no solamente tocasen en las orquestas, sino que enseñaran. Y eso es lo que se ha producido. Han pasado 25 o 30 años desde entonces y todos esos músicos que se afincaron aquí han empezado a crear escuela.

-¿Qué recuerdo tiene de aquella sociedad asturiana?

-Oviedo siempre fue una ciudad de compartimentos estancos. Cada cual defendía su prao a capa y espada. Que nadie se meta en el prao de al lado porque te machacan. Cada cual iba un poco a sus cosas: la Sociedad Filarmónica era su mundo, la ópera era su mundo, la orquesta era su mundo.

-Bueno, al cabo somos una región de valles.

-Sí, es como está configurada la orografía. Ése era el Oviedo que yo me encontraba, era difícil buscar colaboraciones. Y la realidad es que es importante poder colaborar unos con otros.

-La última pregunta. Responda como ciudadano: ¿cómo va España?

-El país va, pero va cojo, digamos. La corrupción está consiguiendo hartar a cualquier conciencia. Es el rayo que no cesa. Cada día, cada semana aparece algo importante, algo grave, duro. Llega un momento en que es un hartazgo. Producto de esto aparecen nuevos partidos. La gente está desconcertada. No sabes a quién votar. Ya no sabes si a quien votabas siempre fue honesto o va a dejar de serlo dentro de una semana.

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