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La guerra que cambió la vida de las mujeres

Una exposición de carteles organizada por la Asociación Feminista de Asturias en el RIDEA muestra la importancia de la figura femenina en la propaganda y la retaguardia durante la I Guerra Mundial

"Si no sabemos lo que ocurrió en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), no podemos entender el mundo actual", afirma Oliva Blanco Corujo, investigadora feminista y comisaria de la exposición de carteles "Mujeres en la I Guerra Mundial. Vanguardia y retaguardia", que se exhibe en el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), en Oviedo, organizada por la Asociación Feminista de Asturias "Clara Campoamor". La muestra refleja la importancia del papel de la mujer como vehículo de propaganda en una guerra calificada por el sociólogo alemán Werner Sombart como "de creencias", en la que ellas desempeñaron un papel fundamental en la retaguardia. "Si las mujeres que trabajan en las fábricas parasen 20 minutos, Francia perdería la guerra", afirmaba el mariscal Jofré. En 1918, año en el que finaliza el conflicto, Inglaterra, Alemania, Holanda, Polonia, Rusia y Austria aprobaban el sufragio femenino; Rusia lo había concedido un año antes. "Nosotras dimos nuestro trabajo, nuestros hombres, nuestros hijos, nuestras vidas. ¿Nos darás tú el voto?", dice uno de los carteles.

"La imagen femenina se convirtió en un vehículo idóneo para combinar emociones y reforzar los estereotipos patrióticos por medio de asociaciones inconscientes", afirma Oliva Blanco. Los carteles de los grandes países en guerra muestran a médicas, enfermeras, agricultoras, mecanógrafas, cocineras, trabajadoras de fábricas de productos manufacturados y de armas, abuelas, auxiliares de los cuerpos militares, niños y huérfanos. Antes del conflicto ya se representaba a las futuras naciones en liza bajo la forma de diosas tutelares. Uno de los que abre la exposición es de la Triple Entente (Rusia, Francia e Inglaterra; más tarde se unirían Japón y Serbia) y representa a los tres primeros países: la mujer del centro, Rusia, exhibe en su mano izquierda una cruz cristiana, para dejar claro que en este grupo bélico no había ninguna veleidad musulmana; la de la izquierda es una versión de la Marianne francesa y la de la derecha, que representa a Inglaterra, aparece con un ancla.

De esos mismos inicios es otro cartel en el que puede verse a la joven Italia, país integrante de la Triple Alianza, el otro bando del conflicto, formado además por el Imperio austrohúngaro, Alemania, Turquía y Bulgaria. En este caso, Italia es una cortesana cortejada por algunas naciones

"La guerra supuso una ruptura importante con el orden familiar y social vigente hasta entonces e implicó la apertura de nuevos espacios para las mujeres", dice Oliva Blanco.

Tareas hasta el momento desempeñadas por varones, como talar bosques, recoger cosechas, conducir camiones, autobuses y tractores o elaborar el pan, pasaron a ser desempeñadas por ellas. Sólo en Francia, unas 800.000 trabajaron exclusivamente en la agricultura, y eso tuvo su correlato en los carteles. La gran demanda laboral para producir material bélico hizo que también se incorporaran a la industria armamentística. En Francia, 684.000; en Gran Bretaña, 920.000, y en la fábrica Krupp de Alemania, el 38 por ciento del personal era femenino. "Sin las mujeres no hay victoria rápida", afirmaba el primer ministro británico David Lloyd George.

Pero fueron las enfermeras que prestaban sus servicios en los frentes de batalla, unas cien mil en 1918, las protagonistas de buena parte de la cartelería. "Fue el estereotipo más socorrido en el 'agit-prop' de la guerra del 14, el llamado 'ángel de las trincheras' como correlato al 'ángel del hogar' que había triunfado durante la época victoriana", subraya Oliva Blanco.

Uno de los carteles de gran impacto visual es el que representa a la mujer como madre dolorosa, que recuerda a "La Piedad" de Miguel Ángel, en el que una enfermera de gran talla acuna a un herido diminuto inmovilizado en una camilla.

"Los carteles más interesantes, más fuertes en imagen, son los ingleses, aunque normalmente son conservadores en el texto; los franceses apelan más al sentimiento; los alemanes representan a glorias nacionales, bien reales como Juana de Arco o doncellas mitológicas como las walkirias, mientras que los de Estados Unidos muestran a la mujer en su papel tradicional, como esposas o madres, tejiendo jerséis o a niñas invitando a comprar bonos para el Gobierno", indica Oliva Blanco.

La comisaria de la muestra destaca, frente a las imágenes de las mujeres inglesas, que observan tras las ventanas la marcha de los hombres, las de las irlandesas, que les invitan a enrolarse en el Ejército con prontitud: "¿Vas tú o tendré que ir yo?", dice una de ellas en uno de los carteles más feministas de la exposición. Aunque la muestra se centra en la mujer como protagonista de la propaganda, permite hacer un recorrido por los diferentes estilos de la cartelería en los distintos países. Sobresale, entre ellos, el nombre de Joyce Dennis, autora de varios de ellos.

Todos son copias. Los originales se encuentran en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en los Museos de la Guerra de Londres y de Otawa, en las bibliotecas nacionales de Finlandia y de Francia, en la National Gallery, en museos de Alsacia y Lorena y en otras instituciones. La exposición se inauguró en el Museo del Ejército de Toledo y la Asociación Feminista de Asturias ha editado, con este motivo, un cuaderno que incluye, además del texto de la comisaria, otros relacionados con el protagonismo de la mujer en la Gran Guerra, escritos por Marián López Fernández-Cao, Paloma Albadalejo Asenjo y Sira Laguna Fernández. La introducción es de Begoña Sánchez González, presidenta de la asociación, y el epílogo de la historiadora Carmen Suárez Suárez. En la edición han colaborado el Ayuntamiento de Oviedo y el Gobierno de Asturias.

"Todo fenómeno comunicativo lleva implícita su carga persuasiva, y en la Gran Guerra se recurrió con frecuencia a la vieja panoplia de estereotipos asociados a la femineidad: diosas, santas, ángeles o niños y niñas, y a la amenaza velada de los peligros que entraña el mundo exterior cuando utilizaba en los carteles a mujeres contemporáneas del conflicto", afirma Oliva Blanco.

Y añade: "Lo cierto es que la guerra cambió el mundo, nada volvió a ser como antes. Y una de las consecuencias del conflicto y de la presencia masiva de mujeres en él fue que las mujeres se incorporaron masivamente a la vida laboral y que la mayoría de los países que participaron fueron paulatinamente concediéndoles el voto".

España aprobaría el voto femenino en 1931.

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