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La televisión ya no está en el salón

El desarrollo de las compañías de vídeo en streaming y el avance vertiginoso hacia la sociedad multipantalla son dos de los grandes retos a los que se enfrenta el sector audiovisual tradicional

"Breaking Bad"

-Silencio, que ya empieza.

-No te pongas ahí delante. Siéntate al lado de tu hermano, que si no la abuela no ve nada.

Podría sonar ahora la música de la cabecera de "El hombre y la tierra", los documentales de Rodríguez de la Fuente; la sintonía del concurso "Un, dos, tres" o de la serie "Verano Azul". Cualquiera de esos ejemplos del pasado nos traería a la cabeza la misma imagen: una familia española cualquiera reunida en el salón alrededor de un televisor, a punto de ver su programa favorito.

Esa estampa, que ya forma parte del imaginario colectivo, surgió tras la popularización de los televisores en los hogares españoles de los años 70 y sobrevivió durante décadas adaptándose a multitud de cambios, como la llegada de los televisores en color, las cadenas privadas o el mando a distancia. Ni siquiera los televisores de 14 pulgadas para las habitaciones, regalo de moda en las comuniones de los años 90, consiguieron hacer que la televisión del salón perdiese su poder para reunir a toda la familia. Seguía siendo la reina de la casa.

Entonces, ¿en que momento empezó el declive de la televisión? En 2012 el consumo televisivo en España batió todos los récords con un promedio de 246 minutos por persona y día, 4 horas y seis minutos. Desde entonces, la gráfica no ha dejado de bajar. El año pasado el dato mostraba un nuevo descenso de cuatro minutos respecto al año anterior (trece desde el récord de 2012) y eso que sumaba la audiencia de la televisión en línea y en diferido. Si nos fijamos en los millennials (los nacidos entre 1980 y 1995), las cifras de consumo de televisión tradicional bajan hasta los 157 minutos al día, 70 minutos menos que la media general.

En estos cinco años ha habido numerosos cambios que pueden explicar por qué el modelo del consumo televisivo está cambiando en todo el mundo y amenaza con borrar del mapa esa imagen de la familia reunida alrededor del televisor del salón. La generalización del uso de internet ha sido uno de los principales motores del cambio en nuestra sociedad. Los ordenadores portátiles como compañeros de sofá dieron paso a las tabletas y a los smartphones. El teléfono móvil se convirtió en una prolongación del cuerpo. Al mismo tiempo, la llegada de las SmartTVs (televisiones conectadas a internet) propició el nacimiento de las plataformas de vídeo bajo demanda.

Para rivalizar con las televisiones de pago tradicional, normalmente asociadas a las grandes empresas telefónicas, empezaron a desembarcar en España las compañías norteamericanas de televisión en streaming. Primero fue Netflix en 2015 y un año más tarde HBO y Amazon. Por un precio moderado al mes se obtenía acceso a una gran cantidad de series y películas. Ya no había horarios ni anuncios, solo era necesario tener conexión a internet.

Las nuevas plataformas, mejores conocedoras de los gustos y las necesidades de los jóvenes, desarrollaron aplicaciones para móviles y tabletas. Ya nadie necesitaba estar en casa para ver su serie favorita, podía hacerlo esperando al autobús. Las posibilidades de ver contenidos en cualquier momento y desde múltiples dispositivos supusieron el germen de los cambios que estamos viviendo en estos momentos. El camino hacia la sociedad multipantalla supone una revolución de la que todavía es difícil conocer sus consecuencias.

El resultado de estos cambios ha empezado a poder medirse en cifras. La televisión de pago en España marcó su máximo histórico el año pasado superando el 20% del consumo televisivo. De todo el mercado premium, la suscripción directa con las plataformas de streaming ya supone el 17% y no parece que vayan a detenerse ahí. El modelo de la televisión bajo demanda a través de internet está hoy en plena expansión.

Lo paradójico de todo esto es que un producto televisivo como las series haya sido el verdadero desencadenante de este fenómeno que amenaza a la televisión tal y como la conocemos. "Dime que series ofreces y te diré quién eres" parece haberse convertido en el leitmotiv de las grandes compañías de streaming. Los usuarios han dejado de ver la televisión para entregarse a los maratones de series y poder estar a la última. Casi una obligación hoy en día nace la "seriefilia". En una lucha por mantener a flote sus opciones de futuro, las cadenas tradicionales han tenido que moverse creando sus propias plataformas para emitir contenidos en diferido. Además, han optado por potenciar los directos, los informativos y los reality shows para diferenciarse. Un movimiento inteligente, pero demasiado lento.

Las redes sociales, otro de los grandes fenómenos de nuestro tiempo, tampoco han querido dejar pasar la oportunidad de sumarse a la fiesta. Conocedores de que los smartphones dominan el consumo de vídeo, se han lanzado a la carrera por hacer sus propias series y programas de televisión. En España, el 80% de la gente que está viendo la tele usa el móvil al mismo tiempo, así que la batalla parece centrarse en que dejen de ver la televisión definitivamente. Si todo está en Facebook o Youtube, ¿para qué hay que ir al salón?

Si observásemos cualquier casa hoy en día ya no sería raro que cada miembro de la familia estuviese viendo una cosa diferente aunque compartan el salón. Parece que la cosa no mejorará en el futuro. La madre podrá estar viendo la televisión mientras que el padre ve su serie favorita en la tableta. El hijo pequeño ve una serie de Facebook con el móvil pegado a los ojos y la comenta con sus amigos mientras que su hermano mayor ve su programa favorito en su habitación con una especie de casco futurista mientras hace extraños aspavientos.

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