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MIGUEL FANJUL CALLEJA | Profesor mercantil jubilado, abonado número 1 del Real Sporting y socio número 3 del Real Club Astur de Regatas

"El gijonés de siempre es un poco charrán, pero buena gente"

"La Escuela de Comercio, con enseñanza mixta, fue muy importante para Gijón; por sus aulas pasó mucha gente y de ellas salieron excelentes profesionales"

Seis reclutas de milicias en el campamento de instrucción leonés del Ferral del Bernesga: Miguel Fanjul es el segundo agachado por la izquierda, con el gorro un poco ladeado.

A sus 94 años, cumplidos el pasado 18 de mayo, Miguel Fanjul Calleja ya es un clásico gijonés como la calle Corrida, su entorno natural desde hace bastante más de medio siglo, ya ni se acuerda, que fue cuando se formó una nutrida tertulia -de la que él es el último superviviente- que vagó por gran parte de los establecimientos hosteleros de la "vía Veneto gijonesa" y terminó en la sede del Real Club Astur de Regatas, del que Miguel Fanjul es el socio número 3. También es, desde el año pasado, el abonado número 1 del Real Sporting, de cuya directiva, en los años en los que la entidad era un club de socios, formó parte como contador, bajo la presidencia de Víctor Felgueroso. De lunes a viernes, todos los días, Miguel Fanjul frecuenta, a media tarde, el Club (como sus socios denominan coloquialmente al de Regatas) y se fuma un puro: "Ahora más pequeño que hace años, pero como nunca tragué el humo no tengo el vicio". Por las mañanas, este jubilado desde 1989 y también veterano socio del Real Grupo de Cultura Covadonga, conduce su automóvil hasta las instalaciones grupistas para pasear y tampoco perder de vista a amigos de muchos años.

Una infancia feliz en Cimadevilla. "Nací el 18 de mayo de 1923, al principio de la calle de Begoña, hacia el número 8. Mi padre era Ángel Fanjul y mi madre Emérita Calleja. Mi padre era oriundo de Tiñana y mi madre de un pueblo de Zamora. Después de la Guerra Civil mi padre fue concejal del Ayuntamiento de Gijón mucho tiempo, concejal de Festejos, el que lo 'caciplaba' todo, y también fue presidente del Casino de la Unión. Su ocupación laboral principal fue empleado de Industrial Zarracina, allí pasó la vida, donde fue cajero y administrador. Fui el mayor de seis hermanos y todavía viven tres de ellos. Estudié en la Escuela de Comercio de Gijón, donde obtuve el título de profesor mercantil. Empecé a estudiar en 1934 y terminé en 1942. Por culpa de la guerra perdimos un año. Primero fui al colegio del Santo Ángel, donde coincidí con Juan Ramón Pérez Las Clotas, y allí nos hicimos amigos, a los cinco o seis años. Fuimos muy buenos amigos toda la vida (Juan Ramón Pérez Las Clotas fue periodista y director, entre otros diarios, de LA NUEVA ESPAÑA; falleció el 28 de febrero de 2012, a los 88 años). Cuando tenía dos años nos trasladamos a vivir a Cimadevilla, a la calle de las Cruces, y nuestras correrías eran en la plaza de Jovellanos, en el Campo Valdés, nos escapábamos de vez en cuando a Santa Catalina, bajábamos al 'pedreru' de San Pedro y también íbamos al Muelle de La Barquera. Para un chaval era una gozada y Juan Ramón, aunque vivía en Bajovilla, en la plaza del Seis de Agosto, hacía mucha vida con nosotros".

La Revolución del 34 y la Guerra Civil. "Cuando lo del 34 quedamos ocupados por los revolucionarios en Cimadevilla y delante de casa pusieron una barricada. Se corrió la voz que el 'Libertad' (el antiguo crucero de la Armada 'Príncipe Alfonso') iba a bombardear Cimadevilla. Salimos casi todos con pañuelos blancos y recuerdo el trayecto: bajamos por la travesía de las Cruces (ahora la calle de Sebastián Miranda), atravesamos la plaza Mayor y recuerdo que debajo de los soportales había un paisano tirado, muerto o herido, seguimos por la calle de San Bernardo hasta la del Buen Suceso, donde vivían mis abuelos. Un trayecto parecido lo hicimos en la guerra, en la madrugada del 21 de octubre de 1937, cuando entraron los nacionales en Gijón por la tarde. Hambre no pasé, me quedé en casa de mis tíos, que tenían tienda de comestibles en el bajo de nuestra casa. Tengo un recuerdo imborrable de la guerra: el día que volaron la torre de la iglesia de San Pedro, es como si lo estuviera viendo ahora. La volaron muy bien, cayó entera sobre los escombros. Uno de mis amigos sacó una foto en el momento en el que la torre estaba inclinada cayendo, me hubiera gustado conservarla. Es el recuerdo de la guerra más nítido que tengo".

En la Escuela de Comercio. "La Escuela de Comercio, con enseñanza mixta (hombres y mujeres), fue una institución educativa muy importante para Gijón; por sus aulas pasó mucha gente y salieron excelentes profesionales. Hice una carrera brillante, con premio extraordinario fin de carrera y más de veinte matrículas. Solamente tuve un aprobado, en alemán. En cambio, en francés y en inglés saqué mejores notas. Era un plan de estudios muy adelantado para su época. El único idioma que seguí estudiando fue el inglés, en clase particular con Juan Fernández, que después fue catedrático de la Escuela de Comercio. Cuando yo estudiaba era Cristóbal Fournier, un cura, que nos dio clase en primero y segundo de inglés. Empecé a trabajar antes de salir de la Escuela de Comercio. En junio acabé la carrera y ya en abril de 1942 entré en la Fábrica de Moreda. Me jubilé con 66 años como director comercial de Trefilería Moreda, donde también desempeñé los puestos de jefe administrativo y comercial. Cuando se fundó Uninsa pasamos al otro lado de la carretera de El Musel y siguió siendo Trefilería Moreda de Industrial Asturiana, mientras que el activo siderúrgico pasó a Uninsa. No me dieron opción a integrarme en Uninsa, pero no hubiese querido, estaba muy a gusto".

Alférez de Intendencia, Corrida, La Ñora y Somió Park. "Hice la mili de alférez. El 1 de enero de 1944 entré en el cuartel del regimiento Simancas, en Gijón, donde estuve dos meses. Luego me destinaron a Intendencia en Valladolid. Estuve una semana, por una influencia me destinaron a Oviedo, donde estuve hasta septiembre de 1946. Iba por las mañanas en el tren de las nueve de la mañana y volvía a Gijón en el de las dos de la tarde, y por las tardes algunas veces iba a la oficina a Fábrica de Moreda. En el verano me destinaban a Gijón, para que 'veranease', donde había un parque de Intendencia en la calle de Sanz Crespo. Iba en bicicleta con el uniforme y salía para ir al Grupo Covadonga, que entonces no tenía piscina, sólo existía en los recibos, que ponían 'proyecto piscina'. Los veranos eran preciosos en Gijón, entre el Grupo y Somió Park lo tenías todo. También íbamos los domingos caminando hasta la playa de La Ñora. Subíamos por la Pipa y al regreso recalábamos en Somió Park. A la playa de Estaño fuimos poco. Recuerdo el Gijón de entonces, en el que se podía decir que nos conocíamos casi todos. La gente estaba constantemente en la calle Corrida, los paseos eran en Corrida, era la diversión, venir a Corrida a dar paseínos de arriba abajo, 'refrescando' con las chavalas. Había que venir y si se ponía a llover te guarecías en los portales, que entonces estaban abiertos, no como ahora. Ahora, en cambio, hay gente que vive en Gijón que no pasa por Corrida en meses. En cuanto al gijonés de siempre, creo que es un poco charrán y farolero, pero, en general, buena gente. Me casé en el año 1949 con Elena de Viedma. Tuvimos cuatro hijos: dos hijas y dos hijos. La última nació en 1968. Los tres primeros ya están jubilados, como yo".

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