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Diez años del estallido de la recesión: los asturianos hacen balance

Ana Llano. DEMELSA ÁLVAREZ

Ana Llano

Regenta una casa rural en Limés (Cangas del Narcea)

"El gran error que cometió el turismo fue bajar los precios"

Ana Llano gestiona desde 2006 una casa rural en Limés, Cangas del Narcea. Después de un año con muy buenas perspectivas llegó la crisis, lo que le obligó a repensar la oferta turística que inicial, así como su publicidad. Consiguió mantenerse sin bajar los precios y este verano puede decir que por fin está viviendo de los ingresos que le proporciona su alojamiento.

"Abrí en el verano previo a la crisis y sin estar anunciada en ningún sitio tuve la casa completa todos los meses, incluso por quincenas", explica Llano, que asegura que en 2007 ya se comenzó a notar la caída de la llegada de turistas, y más aún a partir de 2009.

Durante los últimos años, Ana Llano considera que lo que más notó el sector turístico fue el cambio de clientes. "Teníamos un turismo familiar y de grupos y lo que hizo la crisis fue que cada vez más se viaje en pareja y con hijos, como mucho".

Este cambio que registró en la demanda de su alojamiento obligó a replantear el enfoque de su oferta. "Tuve que modificar mi propuesta de alquilar la casa al completo y ofrecer habitaciones porque no podía llenarla", explica. Y añade: "También nos sirvió para enfocar el tema de la promoción, aprendimos que si no estás en internet no existes y comenzamos a situarnos en portales de internet", apunta.

Para ella un error muy común que se cometió durante la época de crisis en el sector del turismo rural fue bajar los precios para tratar de captar a más visitantes. No fue su caso y se alegra de no haber tomado esa decisión, porque "no somos un gran hotel en el que se puedan tirar los precios, tenemos pocas habitaciones y aunque las alquiles todas, a un precio bajo no se llegan a pagar los gastos".

A la hora de valorar el final de la crisis económica, Ana Llano mira al futuro con buenas expectativas. No se atreve a vaticinar si volverán los tiempos de bonanza que vivió España a principios del presente siglo XXI, pero sí ha notado que este verano el turismo ha vuelto a repuntar y lo ve como una buena señal. "Aquí todos tenemos los mismos precios, así que si el turismo sigue subiendo como está haciendo ahora lo vamos a notar porque no está aumentado a costa de bajar los precios. Si la pauta de crecimiento de visitantes se mantiene, aquí la perspectiva es buena", analiza.

Alberto de Dios Sanz

Carpintero de Siero

"Veo el futuro con optimismo, irá mejorando poco a poco"

Alberto de Dios Sanz es un joven de 25 años de Tablao (Siero) al que la crisis le cogió siendo un chavalín y los años de bonanza siendo un crío. Maduró en plena recesión. Recuerda que cuando estalló estudiaba en el Instituto Río Nora de la Pola y "en cosa de uno o dos meses pasamos de ver por la ventana de clase unas veinticinco grúas a desaparecer y quedar como unas dos", comenta como ejemplo del pinchazo de la burbuja de la construcción.

Le tocó vivir un momento complicado para abordar su futuro laboral, pero así todo fue afortunado porque pudo ir lidiando. Cursó un ciclo formativo de grado medio de Electricidad. "No me gustaba mucho, pero lo terminé", indica. Al tiempo que hizo las prácticas en una empresa, empezó a estudiar Carpintería en El Prial, en Infiesto (Piloña). Trabajo casi no le faltó, pues intercaló periodos empleado con otros cortos al paro. Pero el tiempo más largo que estuvo desempleado fueron ocho meses. "Tuve suerte", reconoce, pero no se libró de la precariedad laboral.

Como muestra cuenta una anécdota. Vio un anuncio en el que pedían un carpintero. En concreto, un oficial de primera menor de 25 años. Lo que le pareció "surrealista" cuando llamó para interesarse por el puesto es que querían un trabajador joven, pero que tuviera cinco años de experiencia. La lección que ha aprendido de esta crisis es que "muchos empresarios se aprovechan y la usan a su favor argumentando que no hay trabajo para que trabajes más y pagar menos. Es algo que se generalizó mucho", lamenta.

A pesar de la crisis pudo comprar una casa "en el momento oportuno". Se benefició de que los precios de los inmuebles se abarataron y los intereses del crédito hipotecario están más bajos. Pudo conseguir condiciones bastante más favorables de las que obtuvieron sus padres hace unos años. Cuando piensa en el futuro, Alberto de Dios es bastante optimista. No lo ve demasiado negro. No tiene tan claro si volveremos a aquella época de abundancia. "No sé si tan exagerado, pero que volverán mejores tiempos, sí, porque fueron intereses creados para que unos ganaran mucho dinero", esgrime. Lo que no tiene tan claro es si será el sector de la construcción el que tire de la economía u ocupará su lugar otro. Sostiene que la mejoría se va notando. "Veo el futuro mejor, irá mejorando poco a poco", vaticina.

Lucía Menéndez

Emprendedora morciniega

"Aprendí que no se puede dar nada por hecho, hay que luchar"

La crisis económica, de la que ahora se cumplen 10 años, no ha sido fácil para Lucía Menéndez. Primero como asalariada y luego como emprendedora, esta morciniega se ha visto acorralada por una recesión que, pese a hacerle la vida mucho más dura, también le ha enseñado cosas. Una, "que no se puede dar nada por hecho ni pensar que tienes una vida acomodada y va a seguir todo igual siempre". Y otra, "que luchando y no dejándose llevar por el desánimo se puede salir de las situaciones complicadas".

Lucía Menéndez comenzó a trabajar en el año 2006, en plena "burbuja", en las oficinas de una empresa que se dedicaba al sector inmobiliario. Con el inicio de la recesión, en 2008, la compañía comenzó a recortar personal. "Fui aguantando carros y carretas, hasta que en septiembre de 2012, finalmente, me quedé sin trabajo", explica la morciniega. "Quedé un tanto descolocada, y estaba bastante afectada psicológicamente", indica Lucía Menéndez, que se vio sin empleo con 42 años y con una hija de 7.

Casi dos años estuvo al paro, "dedicándome a hacer cursos y reciclándome para intentar ver hacia dónde podía girar mi vida profesional". Había estudiado Graduado Social y su futuro próximo nada tenía que ver con aquello. En 2014, Lucía Menéndez decidió apostar por sí misma. "Se presentó la oportunidad de reabrir la fábrica de quesos de afuega´l pitu en La Foz de Morcín y me tiré de cabeza", explica. Su marido trabajaba en el sector lácteo y su hermano había sido uno de los propietarios de la empresa anteriormente, lo que le valió de ayuda para empezar. "Había que hacer algo, el tiempo pasaba y no había otra salida", explica la morciniega. Sin embargo, comenzó con ilusión, pero apenas le duró algo más de un año. "Me encontré muchas dificultades, no era el momento y no había forma de entrar en el mercado en la cantidad que se necesitaba para poder mantener la quesería", explica Lucía Menéndez.

Vuelta a la rueda del paro. Y vuelta a pelear. Desde entonces trabaja en lo que va saliendo: como camarera, como empleada en una gran cadena en unos almacenes. Todo temporal. "Ahora la vida es una incertidumbre, no hay nada fijo, y es una de las cosas que he aprendido. Si te esfuerzas, todo llega, pero la realidad es que no es una situación fácil", finaliza Lucía Menéndez.

Juan José Álvarez

Heladero en el paseo de los Álamos, en Oviedo

"Dejé de salir a cenar y opté por pasear al perro"

De tornero fresador a heladero en el paseo de los Álamos, junto al Campo San Francisco. Así se resumen los últimos diez años laborales de Juan José Álvarez. Para este ovetense de 42 años, heredar el puesto de helados y castañas de su familia -los últimos barquilleros del Campo- le ha cambiado la vida: "Aunque en mi trabajo anterior ganaba más, ahora no tengo el problema de que nadie me vaya a echar".

Juan José Álvarez conoció la época de abundancia antes de la crisis. Empezó trabajando como tornero fresador con 20 años con un suelo de 150.000 pesetas (unos 900 euros). "En los años de bonanza llegué a ganar 2.200 euros al mes", confiesa. Eso le llevó a pedir una hipoteca para comprar un piso en Oviedo junto a su mujer, "aunque ahora vale la mitad de lo que valía entonces".

Con el estallido de la crisis la empresa del metal para la que trabajaba rebajó los sueldos a la mitad y comenzó a tener problemas para pagar los recibos y hacer frente a la hipoteca. En ese momento comenzaron los cambios en su vida: "Tuve que vender un coche que me acababa de comprar, dejé de salir a cenar y opté por pasar más tiempo en casa y pasear al perro".

El heladero del paseo de los Álamos reconoce que antes llevaba un nivel de vida alto. Ahora, su perspectiva es otra: "aprendí a valorar el dinero y ahorrar por si viene una crisis peor". Si echa la vista atrás cree que todo pasa por algo y la vida le ha cambiado para mejor. "Estaba cansado de mi puesto anterior y ahora trabajo para mí y no tengo que aguantar a nadie", relata.

Su familia suma cuarenta años en uno de los puestos del paseo del Campo San Francisco y, tras jubilarse su madre, Álvarez se puso al frente hace unos meses. Su negocio, de esos con solera y tradición, da para sacar un sueldo y trabaja tantas horas que no tiene tiempo a gastar lo que gana, según relata. Las ventas en julio fueron buenas y las de agosto "no van mal". Motivos más que de sobra para ser optimista: "Yo estoy muy a gusto aquí y el futuro lo veo bien". Aún así, no cree que España vuelva a la época de abundancia anterior a la crisis.

Hasta octubre Álvarez continúa con la venta de helados, granizados y barquillos pero, de cara al otoño, transforma su céntrico puesto en un chiringuito de castañas. Para él, la clave está en saber reinventarse.

Concepción García

Modista de Infiesto

"La crisis me enseñó a buscarme la vida"

Conchita García tiene 35 años y una cosa muy clara: la crisis le cambió para bien y le enseñó a "buscarse la vida". Esta piloñesa se encontró sin trabajo cuando terminó un grado superior de Laboratorio de Diagnóstico Clínico en Gijón y, lejos de desanimarse, sacó fuerza para participar en un curso de fontanería ofertado por el Servicio Público de Empleo que le permitió ejercer la profesión tres años en Sama de Langreo.

Después llegó la crisis y un accidente laboral en 2008 que la llevó a estar de baja siete meses y al paro por los recortes. También llegó una alegría, el nacimiento de su primer hijo, y con él, las ganas de poner en marcha un nuevo proyecto: abrir una mercería en su Infiesto natal. "En mi casa siempre se cosió y al constatar que no había ningún negocio donde comprar y hacer arreglos de ropa en la villa me animé. Vi un hueco de mercado y a pesar de la que estaba cayendo tiré para adelante", resume. Ni el 7% de interés que el banco le quería cobrar por el crédito que necesitaba para poner a punto el establecimiento la echó para atrás, y la mercería comenzó a tener cada día más encargos.

García asegura que empezó en la costura "de la forma más casual". "Como el crío vomitaba tanto de pequeño, no me quedaba otra que fabricarle baberos para que tuviera siempre alguno limpio. La cosa fue creciendo y ahora creo mi propia ropa", relata. El apoyo familiar fue determinante para poner en marcha el negocio, que llegó a tener una empleada.

La mercería que García regentó en Infiesto acaba de cerrar sus puertas al público no por falta de demanda, sino porque a Conchita le surgió una oportunidad mejor: diseñar ropa desde su hogar para una reputada casa de moda de Gijón que le permite ser autónoma y mantener su propia marca: Concepción García. Faldas, vestidos y camisas, nada se le resiste. "Me encanta mi nuevo trabajo porque es creativo y me deja mucho tiempo libre", apuntó la piloñesa, que asegura que en tiempos de necesidad "se agudiza el ingenio".

De estos diez años García sacó lecciones importantes, como que "cada persona cuenta con herramientas suficientes para subsistir". En cuanto al futuro, la diseñadora piloñesa no confía en que "vuelva a haber una bonanza tan grande como antaño porque aprendimos la lección: no se puede gastar más de lo que se gana".

Manuela Álvarez Bulnes

Avilesina, ha iniciado una carrera profesional como auxiliar de clínica

"Quedarme sin trabajo me dio el impulso para reinventarme"

El poeta estadounidense Robert Frost, ya anciano, resumió en dos palabras lo aprendido acerca de la vida: "Keep going" ("Sigue adelante"). Fue lo que hizo la avilesina Manuela Álvarez Bulnes. Moralmente hundida y consumida por la incertidumbre de qué iba a ser de su vida tras perder su empleo en una tienda de perfumería y cosmética, esta mujer, entonces con 44 años, decidió poner el contador a cero y empezar de nuevo. Para ella la crisis, que durante ocho años apenas la había rozado, acabó por ser la espoleta del cambio: nuevo trabajo en un sector desconocido y nuevas ilusiones. Hoy es feliz.

"Afortunadamente tenía plan B: había sacado hace años el título de auxiliar de clínica por la simple observación de que los empleados del comercio no suelen llegar a mayores en sus puestos de trabajo", explica. Por eso y porque, además, el cuidado de los demás es una actividad laboral que siempre le atrajo: "Cuestión de vocación". O sea, que cuando su empresa "de toda la vida" prescindió de sus servicios, lo primero que hizo Manuela Álvarez Bulnes fue ir al centro donde había estudiado auxiliar de clínica para que le dieran el título: "Aún no lo había ido a buscar, ¿para qué?". En cuanto lo tuvo, pidió ayuda para hacer un currículum -"jamás había hecho uno, no sabía por dónde empezar"- y un día se puso a repartirlo: "Había imprimido diez copias y llevaba entregadas cinco cuando me llamaron de uno de los sitios a los que había ido, en concreto una residencia geriátrica, para hacer una entrevista de trabajo". Acudió a la entrevista con la esperanza de ser seleccionada para cubrir bajas de pocos días -"¿a qué otra cosa podía aspirar sin experiencia?"- y lo que se encontró fue con una oferta de trabajo a jornada completa. Y ahí lleva más de un año, motivada, realizada profesionalmente e ilusionada. "¿Quién me lo iba a decir? Quedarme sin trabajo me dio el impulso para reinventarme", reflexiona.

¿Qué huella ha dejado la crisis en Manuela Álvarez Bulnes? "Personalmente no creo que pueda quejarme porque en mi casa apenas nos afectó, excepto el ramalazo que me dejó sin trabajo en 2016, pero del que me repuse mucho antes de lo esperado. En el ámbito familiar hubo gente ´tocada´, pero lo peor¬ ya ha pasado. Hay un refrán que se ajusta mucho a mi vivencia de la crisis, de hecho me lo repitieron mucho durante el mes previo al cierre de la tienda donde trabajaba: ´No hay mal que por bien no venga´". En su caso se cumplió al pie de la letra.

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