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VICENTE GOTOR SANTAMARÍA | Catedrático de Química, exrector de la Universidad de Oviedo

"Tuve ofertas, pero nunca quise moverme de Asturias"

"Hice una carrera gracias al trabajo y la generosidad de mis padres, en los sesenta matricularse en la Universidad era una aventura que no todos se podían permitir"

Gotor, a la derecha de la foto, con Vicente Álvarez Areces, entonces presidente del Principado, y el rector saliente, Juan Vázquez, el día de su primera toma de posesión, en mayo de 2008.

Hay una fecha grabada en la memoria del exrector de la Universidad de Oviedo Vicente Gotor Santamaría. La recuerda a menudo. "Era el 7 de octubre de 1977. En Oviedo había huelga de basura y tengo que reconocer que aquello nos impactó un poco a mi mujer, Rosa, y a mí. Llegábamos a un nuevo destino, a una Universidad que apenas conocía, con una plaza de adjunto interino en la Facultad de Ciencias, donde se impartía Químicas", además de Matemáticas y Física.

Llegó, todo hay que decirlo, a un desierto académico, que habían comenzado a urbanizar químicos como Barluenga, Yus, Coca y Riera. Apenas había instalaciones, laboratorios vacíos? "Aquello estaba en pañales por completo. A la vez que yo llegó otro compañero, Asensio, que ahora está en Valencia. Desde el primer día me puse a investigar, un trabajo muy intensivo. Recuerdo bien mi primera clase en Oviedo, era a gente de quinto curso. Yo, muy nervioso, con los apuntes en la mano por si acaso. Y bueno, me quedé con la percepción de que aquel primer contacto con los alumnos podría haber sido muy mejorable. Siempre me gustó dar clase y es una de esas cosas que de verdad echo de menos".

Gotor es bilbilitano. Aragonés de Calatayud y de la quinta de 1947. "Provengo de una familia humilde, mis padres, Vicente y Consuelo, regentaban una tienda de ultramarinos en un barrio popular y trabajaron sin parar para sacarnos adelante y a mí, en particular, para pagarme una carrera. Fui el primer licenciado de la familia. Tengo dos hermanos mayores que enseguida se fueron a trabajar a Barcelona. Se jubilaron pronto en el banco. No éramos de grandes cocidos, pero no me puedo quejar de lo que se comía en casa, sobre todo carne y fruta, que son dos alimentos por lo que mantengo preferencia. Era una época en la que había poco dinero, pero yo viví una infancia muy feliz y una adolescencia llena de amigos. Jugué al fútbol en los juveniles del Calatayud, de centrocampista. Me decían 'El facultades' y corría sin parar. Yo creo que hubiera podido hacer carrera futbolística, pero cuando me fui a Zaragoza a matricularme en la carrera de Químicas aquello del fútbol se convirtió en incompatible con los estudios".

En los veranos tocaba echar una mano en la tienda. "Era una forma de compensar el esfuerzo de mis padres. Eran meses en los que se solía vender mucho, y yo allí, tras el mostrador, despachando y cobrando como un dependiente más. Con eso de que mi padre y yo compartíamos nombre, yo en Calatayud siempre fui Vicentín. Inevitable".

Cuando en 1965 Vicente Gotor recaló en sus aulas, la Universidad de Zaragoza era una potencia en muchas áreas de conocimiento, también en Químicas. "El mío era un curso numeroso, con no menos de sesenta alumnos en clase. Es que no había muchas facultades por España y a Zaragoza llegaban alumnos del País Vasco, de La Rioja, Burgos o Soria. Y también de Asturias. Todavía conservo la orla. Me llama la atención que había bastantes mujeres, no sé qué porcentaje, pero se acercaban a la mitad del alumnado. De aquella promoción salieron cinco o seis parejas".

El Vicente universitario siguió la estela del adolescente que no fue "nada conflictivo". La familia marcó el camino: "Siempre tuve muy claro el esfuerzo que tuvieron que hacer mis padres para que yo me fuera a estudiar una carrera y, lógicamente, fuera de casa. Fueron de una inmensa generosidad".

- ¿Dónde vivió en Zaragoza?

-Al principio en casa de unos tíos, y después en una pensión. Paraba poco en ella, para estudiar y dormir. La Facultad de Química estaba cerca y podía ir y venir andando, aunque recuerdo que en Zaragoza había tranvía. Me iba por la mañana a clase, comía en un bar de la zona, con compañeros y gente de Medicina, y a estudiar a la habitación.

Calatayud dista de Zaragoza unos 80 kilómetros, pero Vicente Gotor tiene bien anclada en la memoria la imagen de su madre llorando en aquella primera despedida de inicio de curso. "Eran otros tiempos, ahora ochenta kilómetros por autopista nos parece casi una broma, pero en los años sesenta salir de casa a estudiar a otra ciudad era una aventura y no todos se lo podían permitir. Reconozco que al principio fue duro, aunque cada dos semanas volvía a casa a ver a mis padres".

Universidad y mili, casi al mismo tiempo. "Hice las milicias universitarias. Dos meses de campamento en Castillejos, que queda al lado de Reus, para hacer prácticas de alférez, y otros cuatro meses en Huesca. La verdad es que nunca me faltó un duro en el bolsillo, aunque en parte tiene que ver con que yo era muy poco gastador. Nada más acabar el periodo militar me concedieron una beca del Ministerio".

"Nunca fui un grandísimo estudiante. Bueno, sin más. En los cursos cuarto y quinto hice un esfuerzo para acceder a la beca, que era una cantidad apreciable: 10.000 pesetas mensuales. Para hacerse una idea, Rosa y yo nos casamos en 1973 y pagábamos 7.500 pesetas por el alquiler del piso en Zaragoza".

Rosa Fernández, química como él, también proveniente de la inagotable cantera académica zaragozana (algún día la Universidad de Oviedo debería rendir tributo a Aragón por el flujo de talento que llegó desde allí). Vicente Gotor y Rosa Fernández acabaron la carrera juntos en el año 1970.

- ¿Se conocieron en clase?

-Empezamos la carrera a la vez, pero no crea, no formalizamos el noviazgo hasta cuarto curso. Nos movíamos los dos en torno a una cuadrilla de amigos. Una vez Rosa me vino a pedir unos apuntes? fue algo así. Cuando nos licenciamos, ella logró enseguida un puesto de profesora en un instituto y aquello nos ayudó muchísimo porque con aquellas diez mil pesetas de mi beca no daba para vivir. Ella ganaba más que yo, y yo modestamente sólo podía colaborar.

"Terminé la carrera y me puse a hacer la tesis doctoral. La Química Orgánica me gustaba y me pude meter en el Departamento. Fue cuando surgió la posibilidad de marcharme al extranjero, a Alemania. Aquello era una novedad porque eran años en los que pocos investigadores salían de España a una estancia académica. Me fui a Mülheim, una ciudad a unos veinte kilómetros de Düsseldorf. Allí estaba una sede del Max Planck, una institución que ya contaba con tres premios Nobel".

Vicente Gotor aterrizó en Mülheim en septiembre para una inmersión exprés de alemán. "Dos meses, de ocho de la mañana a ocho de la tarde, lo suficiente como para defenderme con alguna frase. Me vine a España a pasar las Navidades y en enero me fui a mi nuevo destino en compañía de Rosa, mi mujer, y de nuestro primer hijo, Vicente, que tenía un año. Aquello no fue fácil precisamente, entre otras cosas por la época. A las cuatro de la tarde, noche cerrada. Rosa dejó su trabajo para venirse conmigo. Yo trabajé en temas relacionados con la biocatálisis, que no era hasta entonces mi radio de acción investigadora, pero aun así conseguí sacar unas cuantas publicaciones. Trabajé mucho, mi jefe, que me recibió con los brazos abiertos, me decía que a las cinco de la tarde para casa porque en principio no dejaban quedarse a nadie solo en el laboratorio. Yo, de vez en cuando, solicitaba alargar mi jornada laboral hasta las ocho".

Vicente Gotor se fue a Alemania por un periodo de dos años. "Esa era la idea inicial, la verdad es que no me ofrecieron quedarme más tiempo, pero en ningún caso hubiera aceptado. En el Max Planck me trataron muy bien y aprendí muchísimo, pero queríamos volver. Tenía la posibilidad de ocupar una plaza de adjunto interino en la Universidad de Oviedo".

Asturias no le era del todo ajena a este aragonés, que había pasado por Oviedo años atrás en viaje de novios. Gotor también recuerda un pasado congreso de química en la capital asturiana.

Llegó al Principado para trabajar y estudiar. "Al mes siguiente estaban convocadas once plazas de profesores adjuntos en unas oposiciones que se celebraron en Madrid. Éramos 36 candidatos y conseguí una de aquellas plazas que no tenían destino concreto". Fue una forma de consolidar el destino asturiano. La región norteña se convirtió en algo parecido a una patria adoptiva. Tierra propia.

"A lo largo de tantos años claro que hubo posibilidades de marchar a algún otro destino académico, pero estábamos muy a gusto en Asturias y no me lo planteé. Le aseguro que en la Universidad de Oviedo tuve momentos difíciles y hubo alguna época en la que personas cercanas me aconsejaron marchar. Eran años en que se estaban creando muchas facultades en España y de hecho tuve dos ofrecimientos concretos para marcharme a las universidades de Vitoria y Ciudad Real".

No pasaron muchos años hasta que Gotor comenzó a aceptar responsabilidades de gestión. "En 1987, en el Rectorado de López Arranz, me nombraron director de área de Ordenación Académica, con Marita Aragón de vicerrectora. Ocho años intensos en los que hubo que abordar los nuevos planes docentes. El puesto contemplaba reducciones del horario docente, pero renuncié a ellas.. Siempre impartí clase hasta mi segundo mandato como rector porque ahí me encontré con pura incompatibilidad de horarios. En 1996 me llama Julio Rodríguez para que ocupara uno de sus vicerrectorados, el de Investigación. Me pasé un cuarto de siglo en labores de gestión de la Universidad".

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