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Miguel Zugaza | Director del Museo de Bellas Artes de Bilbao

"Hay una nueva región cultural y artística en todo el Cantábrico"

"Aconsejaría al Museo de Bellas Artes de Asturias una estructura jurídica propia, un presupuesto y una dotación de personal suficientes y culminar su ampliación"

Miguel Zugaza, el pasado martes en Oviedo, tras la reunión del jurado de los premios "Princesa". LUISMA MURIAS

Un año después de su regreso a casa, al hogar familiar de Durango, que nunca trasladó a Madrid, y al Museo de Bellas Artes de Bilbao, que dirigió entre los años 1996 y 2002 y que abandonó un poco precipitadamente para hacerse cargo del Museo del Prado (2002-2017), Miguel Zugaza Miranda (Durango, 1964) ya ha hecho camino para renovar e impulsar una institución que conoció de la mano de su padre, Leopoldo Zugaza Fernández, hijo de una asturiana de Trubia. En apenas doce meses ha trazado un plan de futuro, ha conseguido nuevos patrocinios privados y, a nivel expositivo, debutó con la exhibición, por primera vez, de casi un centenar de obras de la colección de la empresaria Alicia Koplowitz. Hay coincidencia en alabar su gestión en el Prado, un museo que modernizó no sólo con la ampliación y mejora de sus instalaciones sino con una notable actividad científica y expositiva y mayor autonomía administrativa.

Educado y hábil con la clase política -en el Museo del Prado trató con tres presidentes del Gobierno y seis ministros de Cultura-, Zugaza no rehúye la polémica -siempre ha defendido, por ejemplo, que el "Guernica" debía estar en el Prado-, pero prefiere el diálogo y la conciliación. El estudio y la mirada a los grandes maestros de la pintura de nuestro país le ha enseñado que "muchas veces, en el carácter español, hay un exceso de realismo, y la crisis nos ha llevado a enfrentarnos a nosotros mismos". Zugaza formó parte del jurado que esta semana ha concedido el premio "Princesa de Asturias" de las Artes al cineasta Martin Scorsese.

- ¿Cuánto hay de compromiso con su tierra en su decisión de aceptar de nuevo la dirección del Museo de Bellas Artes de Bilbao?

-Una de las razones principales del regreso es que sentí que había acabado mi etapa en el Prado, tenía la sensación de haber hecho ya mi contribución. Quince años dirigiendo un museo tan importante, años tan intensos de cambio y de transformación en muchos de sus aspectos, me pareció suficiente. Me propusieron volver al Museo de Bellas Artes de Bilbao y era una opción que me ayudaba a hacer dos cosas: volver a casa, a mi entorno familiar, y volver también a mi entorno profesional, que era ese maravilloso Museo de Bellas Artes de Bilbao cuya dirección dejé un poco precipitadamente, recién inaugurada la ampliación, para hacerme cargo del Prado. Este museo me ha acunado. Algo de sensación de deuda sí tenía con el museo de Bilbao.

- ¿Cuál es su reto ahora, de nuevo en Bilbao?

-Me gustaría convertir el museo, de una escala más pequeña y con una dimensión más local que el Prado, otra vez en modélico. Cuando me llamaron para dirigir el Prado lo que me pidieron es que se pareciese a la gestión del Bellas Artes de Bilbao, pero en museos pequeños creo que se puede innovar más en la relación del arte con la sociedad, con el público, en las narrativas con las cuales presentamos el arte a la sociedad.

- ¿Qué es lo que ha cambiado en este museo durante los quince años que usted dirigió el Prado?

-El Guggenheim ha cambiado la faz de la tierra de los museos. Lo interesante del Museo de Bellas Artes de Bilbao es convivir con un fenómeno de la globalización del mundo de los museos cumpliendo su misión tradicional, pero adaptando su funcionamiento a la llegada de un nuevo tipo de público. Si algo ha cambiado en estos últimos quince años en la ciudad es la sociología del visitante del museo: antes no llegaban los turistas internacionales al Bellas Artes, ahora es un museo que se tiene que mostrar ante una audiencia internacional.

- ¿Y qué busca ese visitante internacional en el Museo de Bellas Artes de Bilbao?

-Después de visitar un museo tan fascinante como es el Guggenheim de Gehry, creo que lo que busca es la singularidad de la expresión del arte español y del arte vasco en particular, que es otro rasgo de nuestra colección. Tenemos una colección de más de 14.000 obras de arte antiguo, moderno y contemporáneo y este año cumplimos 110 años.

- ¿Qué periodo artístico o que artistas le gustaría incorporar o completar?

-Claramente, habría que llegar más a la contemporaneidad. De hecho, una de las exposiciones que haremos a finales de este año es una revisión del arte vasco de los últimos cincuenta años. La escena artística vasca ha sido una de las más dinámicas de todo el arte español. Me parece muy importante que un museo que empieza desde la Antigüedad llegue a abrazar lo más contemporáneo.

- ¿La creciente importancia de los museos del norte puede propiciar entre ellos algún tipo de colaboración para lograr ese ansiado turismo cultural que Bilbao ya tiene?

-Antes de que se inventaran los museos ya existía el Camino de Santiago, el camino de la costa, y ahora ese camino está salpicado de citas museísticas, desde Bayona con el Museo Bonnat, San Sebastián, Bilbao, Santander y desde luego el maravilloso Museo de Bellas Artes de Oviedo. Yo creo que es algo nuevo que el norte de España se haya dotado de importantes instalaciones museísticas y además muy variadas. Hay una nueva región cultural y artística en todo el Cantábrico.

- La autonomía en la gestión y las dotaciones presupuestaria y de personal diferencian mucho a los museos de Bellas Artes de Asturias y de Bilbao. Usted conoce bien el Museo de Asturias. ¿Qué le aconsejaría?

-De todos los museos de Bellas Artes, el de Asturias es el que más ha progresado en las últimas décadas, tanto desde el punto de vista de sus colecciones como a la hora de mostrar sus programas a la sociedad. La ampliación reciente es un claro ejemplo. ¿Qué puede servir de ejemplo del museo de Bilbao al asturiano? Desde luego, es necesario tener una estructura jurídica propia, como es una fundación en nuestro caso; tener un presupuesto y una dotación de personal suficientes para gestionar ya una colección muy grande, muy importante, y un programa cada vez más necesario de actividades complementarias, y creo que le falta claramente completar la ampliación. El museo abrió esta maravillosa puerta hacia la plaza de la Catedral, que es una gran conquista, pero tiene que completar su programa de ampliación para mostrarse con todas las facultades, como uno de los grandes museos de Bellas Artes del conjunto del Estado español.

- ¿Cuánto destinan en Bilbao a adquisición de obra?

-No hay un presupuesto para adquisición, depende de las oportunidades que tengamos. El año pasado pudimos comprar "Vista de Bermeo", de Luis Paret y Alcázar, gracias a un crédito que pedimos para poderlo financiar, y lo pagamos con las aportaciones de los tres mil Amigos del Museo. Además de poder adquirir obras, lo importante es tener presupuestos suficientes para funcionar con personas suficientes. En total, empleamos directamente en torno a unas cien personas, tenemos un presupuesto anual de unos 9 millones de euros y más del 40 por ciento es una aportación del propio museo. Pero también el Museo de Bilbao tiene que aprender del de Asturias.

- ¿Qué cosas puede enseñarle el de Asturias?

-Ha conseguido retomar la senda de las donaciones de una forma espectacular. La última aportación de la colección Plácido Arango ha sido sensacional, hay que generar la oportunidad de que se produzcan estas donaciones. También fue fantástica en su momento la llegada de las obras de otra colección como la de Masaveu, eso no se ha producido en la historia reciente del museo de Bilbao. Fíjese que Plácido Arango fue generoso con el Prado, con una donación extraordinaria, pero la de Asturias tiene más que ver con él porque pudo donar obras de arte antiguo, moderno y también contemporáneo. Su historia coleccionista está mejor representada en esta donación, y es envidiable.

- Como director del Prado, usted trabajó con dos presidentes del patronato estrechamente vinculados a Asturias por origen familiar: Rodrigo Uría Meruéndano y Plácido Arango. ¿Cómo eran?

-Dos personas muy diferentes, los dos excepcionales. Rodrigo Uría llevaba muchos años en el patronato, ayudó a España en operaciones artísticas importantes y murió poco después de haber presentado la ampliación; tenía una visión muy empresarial de lo que tenía que ser el museo. Para mí ha sido un gran privilegio compartir seis años con Plácido Arango, conseguimos hacer un tándem fantástico. Fue el momento de hacer buena la ampliación del museo, de comprobar que esa extensión nos ayudaba a crecer en programas, en visitantes, abrimos los siete días de la semana y empezamos a hacer proyectos internacionales con colaboraciones muy relevantes; su aportación al museo, que culminó con su donación, fue impresionante.

- El auge de los museos ha coincidido con una severa crisis de la industria artística: las galerías cierran, las clases medias dejan de comprar arte y los artistas sobreviven a duras penas.

-Esta crisis ha sacudido los cimientos del arte y del coleccionismo, es curioso y paradójico que se produzca en el momento del triunfo de los museos y de la democracia del arte que significa la relación de la sociedad con los museos. Habría que pensar seriamente en qué es lo que hay que hacer, qué medidas tomar, pero es una situación general y dramática.

- ¿No es, por tanto, un buen momento para la creación artística española?

-Nunca ha sido un buen momento para la creación española. En los últimos años hemos hecho un gran esfuerzo por divulgar el arte español fuera de España, pero no con demasiado éxito. Hay artistas singulares que lo han logrado, como Miquel Barceló, Juan Muñoz o Cristina Iglesias, pero son casos muy particulares. Creo que el arte español se ha refugiado mucho en España, también porque en los años de bonanza económica ha habido muchas oportunidades para poder producir para los muchos museos y colecciones, pero cuando llega el momento de la crisis todo eso se ha desmontado y nos hemos encontrado un poco como la fábula del rey desnudo, con la precariedad, con la debilidad del sistema del arte, de lo que sostiene la vitalidad de una escena artística. Y es dramático.

- El Prado es un lugar privilegiado para conocer España, su historia, su ser. ¿Que le ha enseñado sobre nosotros?

-El Prado es el depósito de nuestra historia, de nuestra sensibilidad, también de nuestra posición en el mundo, muy relevante durante muchos siglos. Nos ofrece una condición crítica de la realidad que muchas veces nos lleva a la exageración, muy representada en el Prado, sobre todo en ese momento final con Goya que nos coloca en la atalaya de todas nuestras contradicciones y de las situaciones más tremendas de la condición humana, justo en los albores de nuestra edad contemporánea. En el español hay un exceso de realismo que nos lleva, muchas veces, a un cierto punto de idealismo que también le conviene a España. Cuando España sueña, consigue cosas extraordinarias, todos estos años de cambio, de transición política y cambio social. Ahora hemos caído en el valle del realismo, la crisis nos ha llevado a enfrentarnos a nosotros mismos. Tenemos que recuperar la ilusión, el respeto a nuestras instituciones y a nosotros mismos. Hemos de confiar en nuestras posibilidades. El Museo del Prado nos da este tipo de lecciones.

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