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Ficciones y documental

Metidos en Fariña

El doble filo del lanzamiento de los narcos al estrellato audiovisual: una herramienta para aprender del pasado o el delirio de convertir en héroes a quienes sembraron la tragedia

Metidos en Fariña

¡Qué carallo! Sólo por escuchar la música de "Siniestro Total" en una producción televisiva mereció la pena. Ese "Miña terra galega". Ese "España bebe, España se droga". Razón tienen: si España no se drogase, no existirían todos ellos. No hubiese existido la serie de televisión "Fariña". "¿Adónde va, Señor, la juventud española?", sigue el tema del grupo punk de Vigo. Sabe Dios adónde irá. Pero "meu pai", como llaman sus hijos a Manuel Charlín en la serie, puede volver al trullo. A sus 85 años. Más de dos toneladas de "fariña" aprehendidas junto a las Azores. El narco nunca se jubila. Y esto es la realidad. Una realidad en la que los fardos de droga aparecen flotando en la costa asturiana...

Muchos se imaginarán a Charlín solmenando un guantazo a su hijo a la par que suenan los pasos de los agentes acechando su pazo: "¡Melchor! ¡Carallo! Era mellor ter un fillo tonto". ¡Culpando a su hijo por su ineptitud, echándole en cara que los hayan descubierto. Como se le pinta en el libro. Como en la serie que nos muestra que en una esquina de la piel de toro existió una pequeña Colombia, o un pequeño México. "Fariña", el filón periodístico de Nacho Carretero del que Antena 3 sacó un petróleo que Netflix está vendiendo ahora al por mayor. La historia de Sito Miñanco, Charlín, Oubiña, Terito. Droga dura para la televisión.

Pero ya lo dijeron los mismos locos vigueses de la guitarra. "La droga dura lo que dura dura". Un personaje se acaba, y la industria audiovisual encuentra otro: el cártel de Medellín con Pablo Escobar, el de Cali con los hermanos Rodríguez Orejuela; Amado Carrillo Fuentes, "Señor de los cielos"... Y, por supuesto, "El Chapo" Guzmán. Todos ellos, quienes ahora descansan en ostentosos mausoleos tras haber recibido un balazo o reposan entre rejas, han sufrido un proceso de metamorfosis: de delincuentes huidos por los que ofrecían suculentas recompensas a estrellas de televisión que generan millones a las productoras. Se ha masificado una suerte de fascinación por el narco, en el que el mayor de los riesgos es terminar convirtiendo en héroe a quien arruinó la vida de miles de familias. En su día, el capo del realismo mágico, Gabriel García Márquez, enseñó el camino con "Noticia de un secuestro", relato de los crímenes de aquel grupo de "Los Extraditables", encabezados por Escobar. Ahora, ese camino se ha convertido en autopista; a veces, con demasiada vía ancha. Realidad con más o menos dosis de ficción. Y con el inherente riesgo de extender a nivel mundial la enfermiza atracción que Escobar logró generar entre las comunas más desfavorecidas de Medellín o El Chapo en la olvidada sierra de Sinaloa.

Precisamente la figura de Escobar ha sido la más explotada. El producto terminó de estallar a nivel internacional con "Narcos": punto de vista "yanquilizado", gran espectacularidad y bordeando ese riesgo de encumbrar al gran delincuente. Antes lo hicieron en Colombia, con la telenovela "El patrón del mal": una visión más completa y menos superficial de la figura del líder del cártel de Medellín y teniendo bien presente la lacra que significó para su país. Pero no son las únicas producciones, ni mucho menos. La industria ha terminado por sobreexplotar la figura de Escobar, arrancando últimos intentos de lucirse como "Loving Pablo", con un gran Bardem pero acusando el agotamiento que ha alcanzado la materia "escobariana". El caladero se ha apurado hasta tal punto que Netflix y Caracol se unieron para dedicar una serie a Jhon Jairo Velásquez, "Popeye", exsicario de Escobar metido a "showman" en las redes y que nada a caballo entre un falso arrepentimiento y los alardes respecto a lo que hizo. Se titula "Alias J. J.: Sobreviviendo a Escobar": una interminable producción inspirada en un libro del propio criminal; decenas de capítulos en los que se plasman los delirios de grandeza de un gatillero. Sin pudor ninguno, en este caso apenas se molestan siquiera en bordear el riesgo de encumbrar al delincuente.

Pero toca mirar a otros lares: "Narcos" ya ha viajado a México para la nueva temporada tras su paso por Medellín y Cali. Se centrarán ahora en el Guadalajara y Juárez, dos cárteles que supusieron la eclosión de la negra historia del narco mexicano. Comenzará a aparecer un hombre en ascenso: Joaquín Guzmán Loera. Seguramente, el nuevo Escobar. Otra gran "narcoteta" a la que exprimir audiovisualmente. Sus túneles para llevar la droga y huidas de la cárcel hasta su reciente extradición en enero de 2017 le han granjeado una leyenda sólo superada por la del colombiano. Por ahora, Univision ya lo ha hecho y Netflix, cómo no, lo ha distribuido con la serie "El Chapo": un crudo, y por momentos brillante, retrato del estado fallido en el que se ha convertido México con Guzmán como motor de la historia. ¿Cómo lo abordará "Narcos"?

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