Me hice con un casco imperial, un cassis de bronce, con extensiones laterales para proteger las orejas, por delante para la nariz y por detrás para la nuca y el cuello, y en la parte superior la cresta o crista o penacho rojo, tipo escoba. Luego, yendo de fuera a dentro, una armadura de escamas, lorica squamata, con una condecoración o phalerae, por haberme enfrentado a Obélix y perder las sandalias o caligae de un puñetazo; la lorica manica, o protector de brazos, una espada corta, o gladius, el cíngulus o cinturón con el tahalí y pulseras o torquex; espinilleras o glebas en las piernas, y las susodichas sandalias o caligae, con suela de tachuelas y tiras de cuero que trepan por la pantorrilla como la culebra de los farmacéuticos por el cáliz; bajo los metales inoxidables, una túnica o peplos blanca, decursio albata, bajo la túnica una subucula o camiseta rosa de tiritaña, y faldita metálica plisada; debajo un sostén o strophium de tirantes de lino y copas de cota de malla, lorica hamata; bajo el pantalón o braccae, las bragas o subligaculum, de filipichín; más adentro, internalguis, un tanga-tangorum de organdí rojo; debajo, sobresaliente, la caja de música con organillo y todo, y más abajo, en lo que se llama el introverso, una maricona escarlata.
La foto de la semana