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MUJERES

La revolución en blanco

Las mujeres bielorrusas se alzan contra el discurso machista y autoritario de su presidente

La revolución en blanco

El presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, tiene en Svetlana Tijanóvskaya a su principal opositora. Ella es una profesora de Inglés de 38 años que se presentó a las presidenciales en lugar de su marido, Serguei Tijanovski -emprendedor, bloguero y exembajador de su país en Estados Unidos-. No entraba en sus planes concurrir a las presidenciales, lo hizo después de que se emitiera contra Tsepkalo una orden de arresto. En un país en el que Lukashenko gobierna desde hace 26 años, con todo el aparato a su servicio, ya es meritorio que Tijanóvskaya se anotara un 10 por ciento de los votos.

"Nuestra sociedad no ha madurado lo suficiente como para votar por una mujer". Eso es lo que opina el dirigente bielorruso. En vista de cómo se las gastan por aquellas tierras, Tijanóvskaya ha buscado refugio en la vecina Lituania, pero ha dejado tras de sí un reguero de blanca indignación. Ese es el color con el que las mujeres bielorrusas (literalmente, rusas blancas) salen a la calle para protestar contra la política de Lukashenko y hacerse valer: vestidas de blanco y con flores. Los medios de comunicación de todo el mundo hablan de una revolución blanca.

Lukashenko sostiene que la Constitución de su país no está hecha para las mujeres, que Bielorrusia no está preparada para ser gobernada por una mujer y que tampoco las mujeres están listas para dirigir el destino de la nación. Si por él fuera, tampoco tendrían derecho al voto. Para contradecirlo tiene enfrente no a una, sino a tres mujeres. Tijanóvskaya cuenta en su equipo con Verónika Tsepkalo, exempleada de Microsoft y jefa de la campaña de su marido, y con Maria Kolésnikova, la directora de la campaña del exbanquero Viktor Babariko, que era el principal rival de Lukashenko hasta que fue detenido, acusado de fraude fiscal. Con los hombres fuera de juego, las mujeres han tomado el mando.

En la firme contestación a la negación de sus derechos políticos, las protestas feministas en Bielorrusia enlazan con las de las sufragistas y su reivindicación del derecho al voto. El color blanco fue también para ellas, como ahora para las bielorrusas, un distintivo.

La primera cadena solidaria de mujeres de Bielorrusia salió a la calle la semana pasada, en Minks. Fue la respuesta a la represión violenta de las manifestaciones contra Aleksandr Lukashenko, para exigir la repetición de las elecciones. Los opositores al régimen acusan a su presidente de fraude. En aquellas protestas hubo muchos heridos y dos muertos. Sin que mediara ninguna convocatoria formal, las primeras mujeres se echaron a la calle, todas de blanco y cargadas de flores. Desde allí se extendieron por todo el país. El corresponsal de la CNN llegó a contabilizar la longitud de una de las marchas en más de cuatro kilómetros. ¡Cuatro kilómetros de mujeres, muchas de ellas con sus hijos a hombros, o en brazos, y con la determinación, algo ingenua, de cambiar el mundo!

Lukashenko agita a sus partidarios con el discurso del miedo y cuenta con el apoyo del Kremlin. Los recursos de la oposición son limitados. Se juega en el tablero de las antiguas repúblicas soviéticas. La partida aún no ha terminado, se presume que será emocionante, así que habrá que estar atentos a la próxima jugada de Svetlana Tijanóvskaya.

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