La idea de volver al pueblo les rondaba la cabeza desde hacía tiempo y la pandemia acabó de empujar a la familia que forman Diego Alonso, Laura Rodríguez y sus dos hijos, Mateo y Nel, a trasladarse a vivir a Carballo, en Cangas del Narcea, a la casa de los abuelos maternos de ella, deshabitada desde el traslado de sus propietarios a vivir a Madrid.

Esta joven pareja con raíces asturianas llevaba tres años en Edimburgo, pero su pensamiento siempre fue regresar a España y trasladarse cerca de Asturias, así que no desaprovecharon la oportunidad de trabajo que le surgió a Diego Alonso en el aeropuerto de Vitoria-Gasteiz como técnico de navegación aérea. La idea inicial era vivir allí y aprovechar los fines de semana para trasladarse a Carballo, donde pretendían poner en producción las fincas y mantener la vivienda familiar. Con la llegada de la pandemia del coronavirus los planes se invirtieron: Carballo pasó a ser el lugar de residencia, y el desplazamiento, el de acudir al trabajo.

"Hemos decidido establecer nuestra base aquí. En lugar de girar en torno a mi lugar de trabajo, giraremos alrededor de nuestra casa en Asturias", explica Diego Alonso. Su proyecto de futuro es vivir de lo que les ofrece Carballo, poniendo en marcha cultivos y produciendo miel, mientras que el cabeza de familia teletrabaja desde casa. "Queremos buscar la estabilidad aquí porque nos da mucha seguridad después del confinamiento y pensando en que a lo mejor vamos a estar así unos años,, además criar aquí a los niños es increíble, tenemos colegio en el pueblo; esto es calidad de vida y no lo cambiamos por nada", resalta.

En su caso, llegaron al pueblo justo antes de la declaración del estado de alarma. El ingreso hospitalario en Madrid de su hijo menor a principios de marzo les hizo calibrar la magnitud de la crisis sanitaria que estaba a punto de estallar, e incluso los médicos les recomendaron escapar de la ciudad si tenían posibilidad de hacerlo. Un consejo que tomaron al pie de la letra: se trasladaron a Carballo acompañados de los abuelos, y aquí pasaron el confinamiento. Fue durante ese periodo cuando sus planes de establecerse en Carballo se convirtieron en un proyecto de vida, y en verano decidieron empadronarse y matricular a su hijo mayor en el colegio rural agrupado Río Cibea, que tiene una de sus escuelas en el pueblo.