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El avilesino contra los piratas somalíes

Edelmiro García Salazar, comandante del Ejército del Aire destinado en Yibuti, puerta del océano Índico y el mar Rojo, cuenta su participación en la “operación Atalanta”, la misión de la UE

SIGLOXXI Edelmiro García Salazar

Armados con sus flamantes RPG y AK-47 rusos, pero sin perder su inocente sonrisa, los piratas somalíes saltaron a las portadas a principios de los noventa y pusieron en riesgo la navegación de mercantes y pesqueros por esa antesala del canal de Suez que es el golfo de Adén. El problema se convirtió en español cuando en septiembre de 2009 secuestraron a la tripulación del atunero vasco “Alakrana”. Ese año, los ataques ascendieron a 163 y los secuestros a 46. Los ataques subieron a 176 en 2011, pero los secuestros fueron descendiendo gracias al despliegue de la “operación Atalanta”. El último ataque se produjo el 21 de abril del año pasado, cuando un atunero de Bermeo y un buque coreano con tripulación española que faenaban a 280 millas de las costas de Somalia sufrieron el ataque con granadas e intento de abordaje por parte de piratas a bordo de un “skiffe”, una embarcación a motor rápida. La seguridad privada del atunero vizcaíno pudo rechazar el ataque.

Lo relata el comandante avilesino Edelmiro García Salazar, de 48 años, que participa en el despliegue español para repeler la piratería en el golfo de Adén. Según indica, “la situación ha cambiado radicalmente, tras más de doce años desde la creación de la misión de la Unión Europea. Se puede considerar como una historia de éxito, al reducirse drásticamente los ataques de los piratas. Muchos de ellos han decidido volver a dedicarse a la pesca y abandonar las actividades criminales”.

El ojo que vigila a la piratería somalí

La piratería está contenida, gracias al permanente esfuerzo de las fuerzas navales y aéreas desplegadas, pero no erradicada. “El escenario actual es exigente. Han aparecido nuevos tipos de negocios y actividades criminales, como el tráfico de drogas y armas, la pesca ilegal o el contrabando de carbón y personas”, indica el comandante Salazar, que es controlador aéreo de interceptación, licenciado en Química por la Universidad de Oviedo, titulado en Prevención de Riesgos Laborales y ha sido controlador aéreo durante cinco años en los aviones AWACS de la OTAN, con base en Alemania.

Entró en el Ejército del Aire en 2002 y está destinado en el Grupo de Circulación Aérea Operativa de la Base Aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid), donde es responsable del Escuadrón de Evaluación e Instrucción. Llegó a mediados de septiembre a Yibuti, donde se desempeña como Oficial de Relaciones Públicas (PAO, Public Affairs Officer) del Destacamento Orión del Ejército del Aire desplegado para la “operación Atalanta”.

“En mi puesto soy el responsable de las áreas de Información Pública, Relaciones Públicas, Protocolo y Cooperación Civil-Militar. Tengo varios cometidos específicos, como asesorar al Jefe del Destacamento en su relación con los medios de comunicación y autoridades locales, elaborar los productos de información pública que se originen en las zonas de operaciones y gestionar las donaciones que pueda haber desde territorio nacional de organizaciones no gubernamentales, particulares o asociaciones”, explica. A mediados de enero regresará a España.

La ‘operación Atalanta’ se puede considerar como una historia de éxito al reducirse drásticamente los ataques de los piratas

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El covid-19 ha complicado mucho la salida de los militares españoles. “Antes de desplazarnos a Yibuti, tenemos que pasar una cuarentena en territorio nacional, con un test PCR el primer día de cuarentena, y un segundo test setenta y dos horas antes de llegar a Yibuti. Además, cumpliendo normativas nacionales de Yibuti, en el momento que aterrizamos, pasamos un test PCR adicional en el mismo aeropuerto que debe ser negativo para poder entrar en el país”, describe el comandante.

En el golfo de Adén hay cerca de 360 militares españoles del Ejército del Aire y de la Armada. España contribuye con el Destacamento Aéreo Táctico (DAT) del Ejército del Aire, denominado Orión, dotado de un avión de vigilancia o patrulla marítima desplegado en Yibuti y que cuenta con casi 60 militares. El destacamento Orión mantiene la seguridad en las aguas del golfo de Adén y Somalia.

También hay desplegados dos buques de la Armada en los periodos intermonzónicos y uno en los monzónicos, con una dotación de 220 personas, que pueden contar con unidad aérea embarcada (UNAEMB), tanto helicópteros como UAV (Scan Eagle) y equipos operativos de seguridad (EOS) de Infantería de Marina, que en los periodos intermonzónicos son sustituidos por Equipos de la Fuerza de Guerra Naval Especial (FGNE).

En marzo de 2019, España asumió el liderazgo de la “operación Atalanta” desde el Cuartel General Español de Rota. España también aporta 13 militares al adiestramiento de las fuerzas de seguridad en Somalia. Según explica García Salazar, la misión principal del Destacamento Orión es llevar a cabo acciones de patrulla y vigilancia marítima con un avión P-3 contra la piratería, y contribuir a la protección de los barcos del Programa Mundial de Alimentos, los barcos pesqueros que faenan en la zona y al mantenimiento de la seguridad del tráfico marítimo vulnerable.

El avión del Destacamento Orión proporciona además la capacidad de vigilancia marítima sobre áreas de grandes dimensiones como son el golfo de Adén y la costa de Somalia. Esta capacidad contribuye directamente a la seguridad del tráfico marítimo y permite mantener un adecuado conocimiento de la situación en el área de operaciones, otorgando una rápida capacidad de reacción si la situación lo requiere.

El ojo que vigila a la piratería somalí

“Nuestro objetivo principal es reducir al máximo el número de ataques piratas contra barcos en vías de navegación en el océano Índico y el golfo de Adén. El mayor riesgo al que nos enfrentamos es que la seguridad marítima en la zona se vea comprometida, por los intentos de los piratas de asalto, robo a mano armada y secuestro de las tripulaciones de los barcos, exigiendo posteriormente un rescate para su liberación”.

“Afortunadamente, la actividad de los piratas se ha reducido drásticamente en los últimos años, pasando de un pico de actividad pirata en 2011, de 216 ataques, en nuestra zona de operaciones, a un único caso en abril de 2019”, señala.

Salazar considera que “se está ganando la batalla”. En 2000, Somalia estaba inmersa en multitud de conflictos internos y crisis humanitarias. Esa situación de desgobierno facilitó la aparición de grandes compañías pesqueras que trataban de vaciar el fértil caladero somalí. Ante la falta de una guardia costera efectiva, las asociaciones de pescadores locales se unieron para tratar de impedirlo.

“Estas patrullas se aproximaban a los barcos y les exigían cantidades de dinero en pago por las actividades ilegales de pesca. Si se negaban a pagar, se les retenía y la tripulación era tomada como rehén”, explica Salazar. Lo que comenzó como un servicio voluntario de guardia costera somalí pronto se vio en las comunidades locales como una manera alternativa de dar de comer a multitud de familias. Las ganancias potenciales que ofrecía la piratería permitieron la creación de un nuevo modo de vida alrededor de la piratería y los secuestros.

En pocos meses, la piratería se extendió como la pólvora en todo el litoral somalí. Los piratas han sido reconocidos como los protectores de los intereses de la comunidad, al ser la principal fuente de ingresos de parte de la población.

La piratería se inició cuando los pescadores locales trataron de impedir que compañías extranjeras vaciaran el fértil caladero somalí

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Así, entraron a formar parte de la estructura económica del país. Se estima que un 30% de los beneficios que adquirieron mediante los rescates acabó en manos de los dirigentes del país, asegura Salazar. Además, los piratas reciben incluso ayudas económicas por parte de emigrantes somalíes mediante blanqueo de dinero.

Aparte de secuestradores, la organización cuenta con negociadores, traficantes de armas y “chivatos” en los principales puertos del país. Para completar el puzle, añade el comandante avilesino, se une la estrecha colaboración entre los piratas y el grupo terrorista Al-Shabbaab, que controla ciertos puertos del país, que son posteriormente usados por los piratas, a cambio de un porcentaje de los rescates.

La misión también tiene una vertiente humanitaria. “Uno de los objetivos principales es la protección y escolta de los barcos del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que transportan ayuda humanitaria y alimentos hacia los países del Cuerno de África”, indica Salazar.

Hay otra vertiente más específica, en la que está personalmente involucrado como coordinador de todas las donaciones que se realizan desde España hacia Yibuti a través de las Fuerzas Armadas. Hay a menudo peticiones desde España para realizar donaciones de ropa, juguetes, alimentos, medicamentos, ropa y todo tipo de material que es bien recibido por la población de Yibuti.

“Mi misión aquí consiste en facilitar el proceso de la donación desde las organizaciones no gubernamentales, como Cáritas, empresas privadas, colegios e incluso particulares. Soy un privilegiado al poder comprobar en persona la alegría y el agradecimiento que genera en la población local el recibir toda esta ayuda que llega desde España”, resalta.

“El Ejército del Aire y la Marina han demostrado su valía en esta misión. El Ejército del Aire ha realizado unas 1.700 misiones y cerca de 13.000 horas de vuelo. A lo largo de estos doce años hemos demostrado que disponemos de la adecuada experiencia y capacidad en este tipo de misiones”, dice Salazar.

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