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Reportaje

Cortar con la depilación es fácil

Bel Olid reflexiona en el libro "A Contrapelo" sobre el origen del sufrimiento de arrancarse el vello corporal, y dos asturianas se suman a un debate que tiene sorpresas

“Nunca voy de tirantes a trabajar. No estoy cómoda porque no me depilo las axilas y creo que me voy a sentir juzgada”, explica Yaiza Díaz. Trabaja de cara al público en un bar de Oviedo, ahora parado por la crisis. Es joven, rubia, vivaz y alegre y hace varios años decidió “romper con la tiranía estética que sufren las mujeres” y dejó de quitarse el vello del cuerpo. Se “empodera” cuando muestra las piernas. Sin embargo, teme mostrar otras partes de su cuerpo por “el rechazo que pueda causar en la clientela”.

“Una lectora me comentaba que solo algunas se pueden permitir lo que cuento en el libro, que para las que trabajan en empleos precarios puede ser un motivo de despido. No directamente, pero sí de manera indirecta”, explica Bel Olid, autora de “A contrapelo. O por qué romper el círculo de depilación, sumisión y autoodio”, recién publicado. Se debe a la asociación de vello corporal con falta de higiene o cuidado, un binomio falso para la autora.

Para Bel Olid, la depilación es sinónimo del control social que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres. “El problema no es el propio cuerpo, sino la mirada que vierte sobre él. Depilarse no es una elección libre si no hacerlo produce rechazo o despido. A esto se suma el aprendizaje de lo que es o no deseable; ¿quién quiere dejar de sentirse deseada?”, señala la catalana. Muchas mujeres eliminan su vello para ajustarse a la idea de belleza.

Andreina Camperos, que trabaja en un centro de estética de La Corredoria desde hace tres años, tiene una visión completamente distinta. En su corta trayectoria, ha visto un cambio social muy fuerte en relación al pelo en el cuerpo: los hombres cada vez tienden a depilarse más y las mujeres a estar “más cómodas” con su vello corporal. Y sus clientas no están “obsesionadas”. La mayoría acude cuando ya les ha crecido mucho el pelo. La razón que suelen esgrimir es la limpieza: “Es un lugar donde se acumula el sudor, lo que puede generar mal olor”, indica la esteticista, de 24 años.

La depilación no se convirtió en “mandato” sobre las mujeres hasta principio del siglo XX, con la moda de los vestidos de tirantes. Antes, la mujer que mostraba los hombros o las piernas podía considerarse “impúdica”. En 1915 “Harper’s Bazaar”, revista dirigida a mujeres de la alta sociedad americana, publicó el primer anuncio de polvos depilatorios. Mostraba a una joven con los brazos en alto y se leía “la moda para el verano y el baile moderno se combinan para hacer necesaria la eliminación del molesto vello”. Ese año, Gilette lanzó la primera cuchilla de afeitar para mujeres.

La Segunda Guerra Mundial trasladó la costumbre de las axilas a las piernas. La escasez de medias de nylon hizo que las mujeres empezaran a mostrarlas, sin que se pudiera disimular en vello. A ello se sumó la llegada de las “pin-up” y se hizo famosa una fotografía de Betty Grable, de espaldas, con ropa interior de cuerpo entero blanca, tacones y las piernas sin un pelo. Y las mujeres de la época quisieron imitarla. La revista “Playboy”, a partir de 1950, y luego el cine porno, en las décadas posteriores, marcaron la depilación en el canon de belleza femenino. Y llegó el bikini.

Eliminar el vello corporal como una cuestión higiénica viene de la época antigua, sostiene Andreina Campero. Según recoge Victoria Sherrow en su “Enciclopedia del pelo: una historia cultural”, los griegos, romanos y egipcios de clases alta tenían algunos métodos de depilación para mantener el cuerpo limpio. Y Darwin dictó que el vello era un vestigio de cuando los humanos pasaban frío.

“Los hombres se pueden mostrar con pelo o sin él y nadie les va a exigir nada, pero a una mujer sin depilar se la tacha de sucia”, señala Yaiza Díaz. La exigencia estética es mucho mayor en mujeres que en hombres, aunque estos últimos, según indica Andreina Campero, también se estén subiendo al carro.

“El ideal de belleza objetiviza el cuerpo de la mujer y está muy relacionado con lo que se espera de nosotras: una chica dulce, suave y bonita, desde el aspecto físico hasta el carácter”, cuenta Yaiza. Ya no lo hace, pero recuerda la época en la que no podía ir a la playa si tenía un pelo en el cuerpo. O corría a depilarse o no iba, por vergüenza.

Bel Olid, autora de “A contrapelo”, rememora experiencias similares. “Mi vello era negro y duro, y costaba mucho quitarlo. Veía las piernas de mis amigas suaves y me generaba admiración”. Pasaba el invierno sin depilarse y cuando empezaba la época de mostrar el cuerpo, comenzaba el sufrimiento: “Era verano. Hacía calor y la cera también estaba caliente. Me estaba arrancando el pelo, me dolía mucho y empecé a cuestionarme cuánto de absurdo era eso”.

Dejar de depilarse no fue una decisión fácil. Había visto y le habían enseñado lo contrario: una mujer peluda no era atractiva, ni sexy ni femenina. “Lo asociaba con la falta de higiene y con que me llamarían asquerosa. Nadie quiere eso”. Pero rompió esa barrera y comenzó a no depilarse. Para su sorpresa, nadie le decía nada y si lo hacían tampoco le importaba: “Comentarios siempre hay, pero yo no me siento incomoda. Otra gente que me ve sí, y lo entiendo porque es lo que nos han inculcado desde pequeños. Pero yo no soy asquerosa y los pelos existen”.

El deseo

Una profesora universitaria hizo un experimento para sus alumnas. Les pidió que se pasaran cuatro meses sin depilarse y que hicieran una especie de diario. Uno de los problemas que comentaron fue sobre todo de su entorno cercano. Sus madres y hermanas les preguntaban si “había pedido permiso a su novio para hacerlo”. Apuntaban al hombre como guardián de la feminidad, cuenta Bel Olid. Las alumnas observaron que a sus parejas les daba igual la depilación. Estaban acostumbradas a que sus compañeros las vieran sin depilar en invierno como regla general, sin ningún problema para el deseo sexual. El problema venía cuando lo veían los amigos de sus novios: “Lo que se ponía en cuestión era su masculinidad. No es tanto la falta de deseo como que nunca debe de ser público. El razonamiento era: ‘¿Qué va a pensar la gente si mi pareja no se depila?’”.

Yaiza reconoce que en su círculo cercano sí ha oído algunos comentarios en relación a esto: “Tengo amigos que me han dicho ‘Lo que mas asco me da es que tengan pelos en las axilas’. Esos comentarios hay que reprobarlos; no están bien y generan un estigma muy negativo. Te sientes juzgada”. Sin embargo, con sus parejas nunca ha tenido ninguna clase de problema porque “no es una cuestión de la que deban opinar”. Es suya, y solamente suya.

Tanto Bel como Yaiza coinciden: el deseo sexual no se relaciona con el vello. De hecho, en China se empezaron a comercializar unas medias que simulaban pelo en las piernas para que a las mujeres les dejaran de tocar el culo en el metro. No surtieron efecto: los que acosan siguen acosando independientemente de ellos. El problema era otro.

¿Cultura pederasta?

Según observa Andreina Campero, en la clínica cada vez hay más niñas que reciben tratamientos de estética antes. “Se empiezan a preocupar desde más pequeñas. No solo por la depilación, sino en general: peluquería, maquillaje...”. La precocidad, en ese aspecto, puede tener muy malas consecuencias: “No todo vale. Nosotras lo intentamos retrasar al máximo porque muy joven puede tener efectos negativos. Hay que tomar referencias del sitio y hay que hacerlo bien”. Andreina considera que las redes sociales y las “influencers” han tenido un efecto en esto.

“El problema es la sexualización de las niñas y la infantilización de las adultas y todas terminamos en el saco de objeto sexual. ¿Quién tiene un pubis totalmente depilado? Las niñas. Hace unos años hubo un revuelo en un centro comercial por unos bikinis con relleno ¡para niñas de 9 años!”, comenta Bel Olid. Define esta cuestión como “inquietante” y le preocupa el crecimiento de una “cultura pederasta”. “Si son niñas no se les pueden aplicar normas de adultas”, sostiene.

“El hombre, como el oso: cuanto más peludo, más hermoso”

En los últimos años, los hombres se han ido sumando a los tratamientos de estética: “El pelo es molesto para todos. Sobre todo, cuando hace calor y se suda. Antes, quizá, la masculinidad se veía cuestionada al ir a depilarse”, señala Campero, que cuestiona el refrán de “el hombre es como el oso: cuanto más peludo, más hermoso”. No hace tantos años, se asociaba a la “metrosexualidad” o a la “homosexualidad”. Y en una sociedad “con tendencias homófobas era lo último que se buscaba”.

“Lo importante es que cada uno haga con su cuerpo lo que le parezca. Que eliminar el vello corporal sea una elección libre”, concluye la autora, que eligió no depilarse de continuo, pero sí “de vez en cuando”.

“La mujer tiene otros atributos ligados a la persona –cómo te presentas, la forma de hablar– y no solo la belleza superficial o efímera”, cuenta Yaiza y con ella coincide Andreina. El número de clientes en su clínica de estética no ha bajado y, poco a poco, es más diverso.

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