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Repostar agua en la Luna, primera parada hacia la conquista del espacio

La NASA enviará astronautas al satélite terrestre en 2024; el reciente hallazgo de H2O en uno de sus cráteres abre grandes posibilidades para su colonización y su uso como base hacia otros planetas

Alejandro Rivera

En la Luna hay agua, agua helada que hay que extraer del terreno, pero agua al fin y al cabo, y eso, que ahora la NASA, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos, ha corroborado, tiene una gran trascendencia para la conquista del espacio y para el futuro de la humanidad.

La NASA ha logrado detectar de manera inequívoca la presencia de agua helada en el cráter Clavius, que está situado cerca del polo sur del satélite terrestre, en su cara visible. A finales del mes de octubre avanzaba ese hallazgo y la revista “Nature Astronomy” publicaba dos estudios firmados por científicos estadounidenses sobre el hallazgo. El primero informaba de la detección de agua molecular en la Luna y el segundo explicaba que alrededor de 40.000 metros cuadrados de la superficie del satélite tienen la capacidad de retener agua, y, de ellos, un 40% están localizados en su zona sur.

El gijonés Alejandro Rivera, ingeniero aeroespacial en el Goddard Space Flight Center de la NASA, la Agencia Nacional de Aeronáutica de los Estados Unidos, afirma que este reciente descubrimiento, llevado a cabo por el Observatorio Estratosférico para Astronomía Infrarroja (SOFIA), es de una gran importancia “para la exploración espacial”. Es así porque, como él mismo refiere, “hasta ahora se pensaba que tan solo se podía encontrar agua en zonas remotas, como los polos lunares, tal y como se descubrió en el 2009, y el hecho de que se encuentre distribuida por la superficie lunar y en zonas que no están a la sombra y son más asequibles facilitaría su acceso a astronautas en futuras misiones”.

“Esta agua podría ser usada por astronautas en el futuro para beber, pero también puede ser descompuesta en hidrogeno y oxígeno. El oxígeno puede ser usado como fuente de respiración para una futura base lunar y el oxígeno y el hidrogeno también pueden ser usados como combustibles en vehículos tripulados espaciales. No tener que transportar agua a la Luna permitiría transportar más equipamiento, provisiones, etcétera”, detalla.

“La utilización de agua existente en la Luna es clave para el establecimiento de una base lunar permanente que nos permita practicar las técnicas necesarias para vivir en la Luna antes de intentar establecer una base en Marte"

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De todas formas, Rivera deja claro que “no son ‘manantiales de agua’, sino moléculas de agua en una concentración de 100 a 400 partes por millón. En comparación, el desierto de Sahara tiene una cantidad de agua por metro cúbico cien veces mayor”.

Sobre la procedencia de esa agua explica que “se cree que estas moléculas son formadas por el hidrógeno traído por el viento solar que impacta la superficie lunar”. Es probable, considera el ingeniero de la NASA, que el agua se forme a partir de “una reacción química con materiales en la superficie lunar que contienen oxígeno”.

Hay otra posibilidad: que se hubiera formado por los impactos de micrometeoritos “que podrían generar microestructuras que ‘atrapan’ las moléculas de agua”. Sea como sea, Alejandro Rivera advierte de que “si en el futuro queremos que los astronautas la puedan extraer de forma eficaz, se han de desarrollar nuevas tecnologías”.

“La utilización de agua existente en la Luna es clave para el establecimiento de una base lunar permanente que nos permita practicar las técnicas necesarias para vivir en la Luna antes de intentar establecer una base en Marte. El viaje a Marte dura siete meses y a la Luna entre dos y tres días, lo cual, en caso de problemas que requirieran una evacuación, resulta más seguro”, añade Rivera. “En la NASA tenemos planteado mandar astronautas a la Luna en 2024 y este descubrimiento representa un paso más en la futura colonización de nuestro satélite”, afirma.

La geóloga avilesina Abigail Calzada, licenciada por la Universidad de Oviedo y doctora en el Birkbeck College de Londres, explica que con anterioridad a este nuevo avance “tres sondas independientes” habían detectado “hidratación en otras áreas de la Luna con iluminación, pero en menos cantidad” que ahora.

“No se había podido determinar si esa hidratación eran moléculas de agua H2O o grupos hidróxilo OH”, comenta, pero esta vez el telescopio SOFIA ha localizado esas moléculas en una zona muy concreta de la Luna y ha confirmado que son H2O. “Estas moléculas pueden estar dentro de vidrios creados por impactos de meteoritos sobre la superficie, previamente hidratada, de la Luna o entre los granos del regolito –el suelo lunar–”, indica.

Susana del Carmen Fernández y Abigail Calzada

“Este descubrimiento tiene implicaciones muy importantes para el futuro de la exploración lunar ya que abre la posibilidad de encontrar cantidades interesantes de agua en áreas fuera de los polos”, destaca. Los polos son “por sus características de iluminación, terreno y temperatura” difíciles de explorar.

Abigail Calzada afirma que la presencia de agua en la Luna es decisiva en la carrera espacial “porque puede ser procesada para utilizarse como combustible de cohetes haciendo más fáciles y baratos los viajes a la Luna”.

Susana del Carmen Fernández Menéndez, miembro del ICTEA, el Instituto Universitario de Ciencias y Tecnologías Espaciales de Asturias, y profesora titular del departamento de Geología de la Universidad de Oviedo, aclara que “agua la hay en todo el sistema solar, hasta en Mercurio. Proviene de impactos de meteoritos, restos de la formación del sistema solar”. Se trata, explica, “no de agua libre, sino metida en las redes cristalinas de los minerales; los minerales tienen agua en su núcleo y los cráteres de la Luna se han formado hace cuatro mil millones de años. Hay agua en Mercurio que está a 50 millones de kilómetros del Sol, y es el extremo más extremo, imagínate en la Luna...”.

“Lo nuevo, ahora, es que también en la cara oculta de la Luna hay agua, en una proporción de 400 gramos por tonelada de material lunar”, señala. Es una cantidad que puede parecer insignificante, pero “quizá suficiente”, opina la geóloga asturiana, para poder construir la estación lunar que está previsto hacerlo en 2024.

“Es un descubrimiento que tiene mucha relevancia. Lanzar un cohete desde la Tierra requiere mucha energía porque hay que vencer la fuerza de gravedad de la Tierra, pero la de la Luna es muchísimo menor, y allí se puede montar una base para llevar a la gente a Marte o al cinturón de asteroides. El interés es estratégico. Que haya agua allí y que sea agua extraíble facilitaría todo mucho. Meter a un astronauta en un cráter desconocido tiene más riesgos que triturar material en superficie, es más amable. El interés estratégico de este hallazgo lunar es desmesurado”, afirma .

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