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Crisis del coronavirus

Los “pioneros” del covid: tres asturianos entre los primeros infectados detallan el desconcierto, el miedo y el rechazo social que sintieron

Contraer el virus en los momentos iniciales de la pandemia no solo ponía en riesgo la salud, también echaba sobre los enfermos el rechazo y los recelos de su entorno

La llegada de los primeros pacientes infectados al HUCA.

Las únicas palabras que era capaz de pronunciar eran “lo siento”. Las balbuceó entre lágrimas en el interior de la ambulancia que la llevó del Hospital San Agustín hasta Oviedo. Las repitió en la entrada del HUCA, desesperada y aferrándose a ese lamento. A sus 25 años y recién llegada de Venecia se sentía responsable de haber introducido el coronavirus en Asturias. Se sentía culpable, y por ello pedía perdón a todo aquel que se cruzaba. Aquella joven imploraba una disculpa a la región, pero no tenía una razón de peso para hacerlo. La prueba, finalmente, dio negativo; pero ya era tarde y, la noche del 24 de febrero pasado, la bola del miedo había empezado a rodar. El virus chino, que ya tenía carné italiano, había dado sus primeros pasos en el Principado. O por lo menos su sombra. Tardó poco en terminar de cruzar fatalmente la frontera. El 29 de febrero, el escritor chileno Luis Sepúlveda, afincado en Gijón, ingresó en el HUCA y se terminaría convirtiendo en el primer caso confirmado en el Principado. Sepúlveda terminó falleciendo el 16 de abril. Contrajo la enfermedad tras haber viajado junto a su mujer, Carmen Yáñez, y varios amigos a un festival literario en Portugal.

A la vez que se desarrollaban todos estos hechos, que ocupaban la primera página del periódico, Francisco Nava llamaba insistente al número del centro de salud de Llanes tras regresar de los Alpes, Julio Santos recibía a su hermano en su casa de Oviedo encontrándose perfectamente y Alexia González planeaba su boda en Tapia de Casariego. Los tres iban a estar entre los primeros asturianos enfermos por el virus que ha puesto el mundo patas arriba en este 2020 que ahora termina.

El laboratorio de análisis del HUCA.

“Como un extraterrestre”

El covid había entrado sin más llamada a la puerta que aquel “lo siento” que hacía eco en la entrada de Urgencias del HUCA. El joven llanisco Francisco Nava, de 32 años fue el tercer positivo de la región, se registró el 3 de marzo, aunque el día 4 sus PCR mostraban resultados negativos. También fue el primer ingresado en Asturias en vencer la enfermedad, a la semana ya le habían dado el alta. Recuerda aquellos días con cautela: “No sé si mi visión será objetiva”, concluye. La historia de este llanisco es curiosa. Nava duda sobre el origen de su enfermedad. “Es curioso que dos semanas antes de ir a Italia yo tuviese una gripe de no poder caminar y casi 40 grados de fiebre, cuando en mi vida había tenido más de 38,5… es sospechoso. Aunque sean confabulaciones, un día después de aterrizar en el HUCA todos los análisis resultaban negativos”, afirma este joven llanisco.

Él cree que el coronavirus ya rodaba por Asturias semanas antes de que se confirmasen los primeros casos en el mes de marzo y que él pudo haberse contagiado antes de su viaje a los Alpes italianos. La noticia de su ingreso en el HUCA tras volver a casa corrió como la pólvora por “el pueblín”. Pronto se propagaron los rumores de que le habían visto “de sidras”, “que había estado por Llanes” … Él lo desmiente, “me había aislado por iniciativa propia” y al HUCA lo trasladaron en una UVI. Su paso por el hospital fue breve y pronto pasó a ser considerado el primer curado “oficial” del Principado. Recuerda aquella semana de ingreso como una vorágine de pruebas y estudios en la que se sintió “como un extraterrestre” y en la que los médicos asturianos aprendieron con su experiencia.

Enfermo hasta Nochebuena

Al tiempo que el esquiador de Llanes se recuperaba del virus, Miguel Santos, un joven universitario, regresaba a su casa de Oviedo desde Madrid en un autobús. Precavidos, sus padres le pidieron hacer cuarentena en su habitación, antes incluso de que el joven mostrase síntomas. Al comenzar la fiebre, personal del centro de salud se desplazó para hacerle una PCR que resultó ser positiva. Días después su hermano menor, de 20 años, y estudiante de Medicina en la Universidad de Oviedo comenzó a tener síntomas. “Llegué a tener 39 de fiebre y me consideraron positivo sin hacerme la prueba”, relata Julio Santos. Entonces no tenía miedo, los síntomas eran relativamente leves y todo parecía desarrollarse sin mayores complicaciones. No fue así. Pese a su corta edad, las secuelas del covid hicieron que siguiese con medicación hasta el pasado 24 de diciembre, en Nochebuena.

La atención a los ingresados en la UCI.

Un mes después de contraer la enfermedad, cuando ya parecía estar plenamente recuperado, sufrió un fuerte dolor en la parte izquierda del pecho. Como no remitía se dirigió al HUCA, donde le informaron de que tenía un neumotórax (un colapso pulmonar en el que el aire se escapa del pulmón), y tuvo que ingresar. Pasó una semana y el joven volvió a su vida normal para la nueva normalidad, pero la enfermedad que había pasado en los primerísimos compases de la pandemia le seguían persiguiendo.

Más secuelas

En agosto, cuando el miedo al virus parecía haber desaparecido, bajaban los ingresos y contagios y el turismo llenaba las playas y montañas del Principado, al joven estudiante de Medicina le empezó a doler el corazón. “En verano noté una sensación parecida a la del neumotórax, y volví al hospital. De primeras pensaron que sí, que era eso. Me hicieron unas pruebas y resultó que tenía una miocarditis. Dijeron que, aunque era imposible saberlo, lo más probable es que tuviera que ver con el covid”, cuenta Santos. La miocarditis es la inflamación del músculo cardiaco (miocardio), lo que puede producir un bombeo más débil o lento del corazón. Le costó al joven otra semana de ingreso en el HUCA y una medicación que se alargó hasta finales de este año.

Una bomba en la vida

No hay nadie a salvo de las secuelas de una enfermedad que ya ha enseñado que mata, que se transmite rápido y de maneras a veces inexplicables. Ni siquiera los jóvenes, tantas veces presentados como culpables de la propagación de la epidemia y tan pocas como víctimas. De la enfermedad, como tantos otros, de las pérdidas de seres queridos o de la desaparición de sus proyectos. Sean empresas que cierran, ERES que se ceban en aquellos que resulta más barato despedir o proyectos de vida cancelados por un virus que no respeta nada.

Alexia González y su novio.

Alexia González tiene 25 años y reside junto a su familia en Tapia de Casariego. Durante el primer trimestre de 2020, su preocupación no era un virus que todavía sonaba muy lejano, sino su boda. Acontecimiento al que todavía no han encontrado nueva fecha. Era 14 de marzo, ese mismo día se declararía el estado de alarma y todo pasaría a ser real más allá de las paredes de los hospitales. En ese mismo momento caía una bomba en la vida de la joven. Su familia, casi al completo, resultó ser positiva. Ocho personas en su casa, otros cuatro contagiados en casa de su novio y su tío abuelo, que terminó falleciendo una semana después, el 21 de marzo. Tapia pasó a tener trece contagios en un par de días. Dónde se contagiaron, no lo saben. Ahora cuentan que en el pueblo se dijeron muchas cosas, casi todas falsas, pero que ellos barajan dos hipótesis como comienzo de la infección: o el tío abuelo que terminaría falleciendo se contagió en una visita anterior al hospital, o una de las dos familiares que trabajan de profesoras en un centro educativo de Oviedo.

Las teorías de los vecinos

La enfermedad no pasó por su cuerpo causando estragos, pero sí por su vida. Ella cuenta ahora que no tuvo miedo, sus padres, en cambio, sí. Recuerda aquellas tres semanas de confinamiento obligado como un descontrol. Como un trance muy triste a causa de la partida de su tío abuelo y la de la hermana de este, quien hacía días había alcanzado la edad de 100 años y quien, mantienen, murió “de pena”. Como un trance muy frustrante por culpa de las publicaciones en redes sociales que hacían los vecinos del pueblo. Mientras leía en Facebook o Whatsapp la última teoría propagada por un vecino sobre su contagio, a su padre no le bajaba la fiebre y los planes de su boda, preparada desde septiembre se iban haciendo trizas.

Los rumores llegaron hasta el punto de poner en peligro el empleo de su pareja. Una compañera de trabajo de este difundió un bulo en su muro de Facebook que la familia tuvo que pedirle que retirase bajo amenaza de comenzar un proceso judicial. “Fue una locura”, resume la joven.

Los vecinos difundían bulos en las redes sociales sobre el origen de los contagios

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En aquella época, además de la rumorología y el pánico colectivo, los protocolos no estaban tan unificados como ahora. En su domicilio estaban conviviendo ocho personas de tres centros de salud distintos. El ambulatorio de Tapia obligó a una cuarentena de tres semanas. El ambulatorio de Navia, al que pertenece la pareja de Alexia González, le comunicó que podía hacer vida normal a los quince días. En cambio, al novio de su hermana, que dependía del ambulatorio de Luarca, “nunca le llamaron”.

La boda con la que soñaban ella y su pareja desde septiembre de 2019 se vio truncada a causa del covid. Con el vestido comprado, la luna de miel pagada y las invitaciones hechas. Tras salir del trance de la cuarentena, primero por enfermedad y luego por orden gubernamental, la pareja decidió que quería contraer matrimonio en un mundo sin mascarillas. Por ello pensaron en septiembre de 2021 como nueva fecha, pero ahora dudan de la nueva cita. De todas formas, todo ha ido a mejor en la segunda mitad de este año infernal. La familia, que reconoce que ha sufrido mucho, vuelve a remontar el vuelo.

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