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El Arca Santa muestra sus tesoros

El arqueólogo César García de Castro publica el estudio más completo del relicario ovetense, en el que concluye que probablemente fue fabricado por tres maestros diferentes, que nunca fue pensado para ser utilizado como altar y que contiene alguna de las representaciones de la vida de Cristo más complejas de todo el Románico europeo

El Arca Santa, ya restaurada, en su lugar de exposición. MIKI LÓPEZ

Durante la Edad Media, era el tesoro más asombroso que un devoto cristiano pudiera imaginar: un arca con todo tipo de reliquias de Jesús y María. Desde la leche de la Virgen, restos de sus vestidos, del pan de la Última Cena, de la Santa Cruz o de la piedra del Santo Sepulcro… También, como pieza sobresaliente, el excepcional Santo Sudario, el “pañolón” que cubrió el rostro de Jesucristo muerto. Aquella “Arca Santa” de Oviedo, con sus fabulosas reliquias –fueran verdaderas o falsas–, era un imán irresistible de alcance europeo que atraía hasta la Catedral ovetense a los peregrinos jacobeos que iban hacia Santiago de Compostela. Tal era su carácter sagrado que, según las crónicas, de aquel relicario emanaba un resplandor cegador y, cuando en 1035 el obispo Ponce se aventuró a abrirlo, aquello le costó la vista. A él y a sus clérigos acompañantes.

César García de Castro con su libro sobre el Arca Santa de Oviedo. ÁNGEL GONZÁLEZ

Por fortuna, al arqueólogo César García de Castro Valdés no le ocurrió ni mucho menos lo mismo cuando se sumergió en el estudio de esta arca románica, una de las joyas de la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, con motivo del completo proceso de restauración efectuado a expensas del Cabildo, con la colaboración del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE) y la Consejería de Cultura del Principado. García de Castro, experto del Museo Arqueológico de Asturias, el más relevante especialista en el Prerrománico asturiano, fue el encargado de elaborar el estudio histórico-artístico de aquella restauración y, con motivo de esos trabajos, disfrutó de unas condiciones de “observación óptima” del arca románica entre 2013 y 2014 y, de nuevo, en 2017. Desde 1942, tras la restauración de Gómez-Moreno del Arca (dañada en la Revolución de Octubre de 1934), no se había podido estudiar en tan buenas condiciones. Fruto de este acercamiento minucioso, ahora sale a la luz el estudio monográfico más profundo publicado sobre este hermoso relicario. Editado por KRK y con el apoyo del Cabildo catedralicio, el volumen, titulado “El Arca Santa de Oviedo”, sigue el estilo minucioso de un autor que no solo profundiza en la materialidad de cada elemento de la pieza analizada, sino que, a la vez, desentraña su significado relacionándolo con el contexto histórico, religioso y artístico en el que fue creada. Sus trabajos con el arte prerrománico, desde las pinturas de Santullano a la Caja de las Ágatas o la Cruz de la Victoria, de los que LA NUEVA ESPAÑA ha dado cumplida cuenta, son ya obras de referencia.

Crucifixión de Dimas.

Crucifixión de Dimas.

El Arca Santa que ha llegado a nosotros no es la que se abrió solemnemente el 13 de marzo de 1075 en presencia del rey Alfonso VI, que estaba de visita en Oviedo procedente de Santiago de Compostela, donde había asistido al comienzo de las obras de la catedral compostelana. Tras aquel primer acto para inventariar aquellas reliquias, hacia el año 1096 –explica García de Castro en su libro– el rey Alfonso VI y su hermana Urraca deciden aportar los recursos económicos para hacer una nueva arca, dado que el estado de la anterior no debía considerarse digno de albergar semejantes testimonios materiales de la vida de Jesús y María, que ya habían adquirido “trascendencia europea como polo de devoción”. La monarquía puso el dinero, lo que permitió la llegada a Oviedo “de joyeros y operarios del máximo nivel”. Pero, como subraya García de Castro, fue el cabildo el que dirigió y ejecutó el trabajo, como así se indican en las inscripciones del arca. Así se fabricó “una de las piezas más importantes de la joyería europea de su época”, precisa García de Castro.

1. Alma romana

Y fue, por así decirlo, la última arca romana que se hizo en Europa. Es decir, que se utilizó la misma técnica que usaban los carpinteros romanos para hacer cajas y que posteriormente fue reemplazada por otros modos de construcción. “Para la fabricación del arca se dispuso de carpinteros instruidos en la técnica de fabricación de cajones de las más pura tradición romana, transmitida a lo largo de la Alta Edad Media”, indica García de Castro. Para hacer una caja los romanos tomaban cuatro barrotes de sección cuadrada en cada una de las esquinas. Luego los tableros iban encajados en ranuras longitudinales que se hacen en esos barrotes. El arqueólogo indica que el Arca Santa “parece ser el último testimonio de este tipo de muebles, pues a partir de mediados del siglo XII y hasta avanzado el siglo XIV el método de construcción cambia”. La caja, además, tiene un volumen “aproximadamente cúbico” por una razón: es el más adecuado para “acoger un conjunto de relicarios multiformes en las mejores condiciones de economía de espacio”.

Crucifixión de Gestas.

Crucifixión de Gestas.

2. La buena labor de Gómez-Moreno

Una de las revelaciones del proceso de restauración del Arca Santa fue la constatación de que, durante el proceso similar que acometió Manuel Gómez-Moreno para reparar los daños causados en el Arca durante la voladura de la Cámara Santa en 1934, solo se había reemplazado un tablón de la estructura de madera original. “Todo lo demás es auténtico”, subraya García de Castro. Gómez-Moreno solo colocó un nuevo tablero de castaño. Los tres restantes, originales, son de roble. Aquella fue una restauración rigurosa y aséptica.

3. La vida de Cristo

En su construcción en el siglo XI, sobre el cajón de madera se colocaron planchas de plata dorada y nielada (labrada con incisiones a buril para crear un hueco que se rellena con esmalte negro). ¿Qué escenas fueron las que sus creadores decidieron representar en el Arca? En la cubierta hay “una compleja representación de la Crucifixión de Cristo entre los dos ladrones”, como “máxima expresión de la gracia divina”, explica García de Castro. En el panel frontal, una ascensión de Cristo sentado en su trono (un pantocrátor típicamente románico) flanqueado por los apóstoles. En las cuatro esquinas de ese panel aparecen las figuras que representan a los cuatro evangelistas (el hombre, el león, el toro y el águila), lo que alude a la difusión de la Palabra por las cuatro esquinas del mundo.

Representación de la crucifixión de Cristo en la cubierta del Arca Santa.

Representación de la crucifixión de Cristo en la cubierta del Arca Santa.

En el panel izquierdo hay escenas de la infancia de Cristo y en el panel derecho se representa la Ascensión, la lucha de Miguel y el Dragón (el demonio) y ocho apóstoles. La trasera del arca está decorada con lámina con celdillas cuadrangulares repujadas. Al respecto de toda esta simbología, García de Castro subraya que no hay nada “ni en la epigrafía ni en la iconografía que lo vincule con un uso o intención eucarística”. Es decir, no fue pensada para servir de altar, como algunos expertos apuntan.

En resumen, en los cuatro paneles, señala García de Castro, “se desarrolla una síntesis de la presencia de Cristo en la tierra, junto con la visión de su regreso al Padre”. En la iconografía del Arca no aparece relación alguna con su contenido, que figura enumerado en la inscripción de la cubierta. “El Arca de Oviedo se inserta así en la larga serie de relicarios cuya iconografía es estrictamente cristológica, atendiendo fielmente al principio teológico según el cual el sacrificio de los mártires no es más que la actualización del cumplido por el Mártir por excelencia, Jesucristo”, explica el autor de este estudio.

Asistentes a la presentación del arca ya restaurada.

4. Escenas únicas

Sobre las escenas de la vida de Cristo que aparecen representadas, García de Castro incide en algunas singularidades de la joya ovetense que le confieren mucha relevancia artística. El proyecto iconográfico que los autores quisieron plasmar en el Arca está más cerca de la liturgia hispana del momento que de la liturgia romana que posteriormente se implantó. No obstante, apunta este especialista, se representa una Crucifixión, “verdadera cita litúrgica romana”. García de Castro explica la aparición de este momento de la Pasión de Cristo, que no aparecía en la tradición hispánica hasta la fecha, por un intento de crear “una escena de la máxima complejidad a escala europea”, algo inédito hasta la fecha. “El resultado fue la escena más compleja del románico hispánico y una de las más completas de toda la Alta y Plena Edad Media europeas”, sentencia en su obra sobre el gran relicario ovetense.

La ubicación de la escena de la Anunciación (panel izquierdo) también es “una excepción en el panorama occidental contemporáneo” y la del Nacimiento (panel izquierdo) es posiblemente una escena “única en Oriente y Occidente” por la colocación de la figura de José, que en esta ocasión aparece entronizado y a la derecha (siempre aparecía representado a la izquierda). También son representaciones excepcionales dentro del arte románico, incide García de Castro, la aparición del anuncio de los pastores por separado de la escena del Nacimiento, la presencia de Ana la profetisa en la escena de la huida a Egipto y la combinación del sueño de José con la escena del viaje.

Paneles derecho y trasero del Arca Santa.

5. Un arca bilingüe

El Arca Santa tiene inscripciones en latín y árabe. Esto es acorde con el “entorno bilingüe de la corte de Alfonso VI”. Los textos en árabe, apunta García de Castro, son mucho más visibles que los latinos a los ojos del visitante. Eran los textos que veían los creyentes. “Este hecho indica el alcance del componente mozárabe –en el más estricto y etimológico término de ‘arabizado’– en el contexto creador de la pieza”, subraya el arqueólogo. Pero pese a esta dimensión árabe, y frente a lo que viene escribiéndose por cierta corriente historiográfica, no cabe relacionar el Arca, incide García de Castro, con la estética de al-Andalus o con los invasores que eran los enemigos de la época. “Por el contrario, el texto árabe viene a reforzar el cristianismo del programa, expresado en dos lenguas, las utilizadas por los súbditos de Alfonso VI tras la conquista de Toledo en 1085”, añade este experto.

A juicio de García de Castro, “es probable” que la confección del Arca Santa “tuviera lugar en Oviedo, con maestros de variadas procedencias, incluyendo un quadratarius (el que se encargaba de dibujar y distribuir los textos) arabófono toledano”. No obstante, la ejecución de los relieves árabes pudo deberse en parte a “artistas locales desconocedores del árabe”, pues las letras están colocadas en orden inverso al que deberían ser correctamente leídas.

6. Un arca, tres maestros

García de Castro postula que “al menos” tres fueron las personas que intervinieron en la fabricación del revestimiento metálico del Arca Santa. “Un primer maestro se responsabilizó de la cubierta, cuyos nielados difieren técnicamente de los del panel frontal. Al segundo le encargaron los paneles frontal e izquierdo. Al tercero, por último, el lateral derecho”, explica. En algunos casos, como los paneles de la Ascensión, este especialista aprecia que fueron elaborados por dos manos diferentes. Esto a apunta a que hubo una planificación conjunta de la iconografía que luciría cada placa, aunque luego obrasen en ella dos artistas distintos.

7. Un “gemelo” en Jaca

En cuanto al estilo del Arca, García de Castro considera que “son evidentes los préstamos languedocianos” en las figuras repujadas y, en las grabadas, los ecos de la miniatura anglosajona tardía y anglonormanda. También ha detectado paralelismos “de detalle” con “la miniatura hispánica estrictamente contemporánea”. Este experto encuentra “semejanzas indiscutibles” con las pinturas murales de la iglesia aragonesa de San Julián y Santa Basilisa de Bagüés, “muy cercano en su fecha de realización”. Estas pinturas, que pueden contemplarse en el Museo Diocesano de Jaca, conforman uno de los conjuntos de pintura románica mural más importantes de Europa.

Paneles frontal e izquierdo.

La tradición dice que el Arca Santa, un tesoro de reliquias de Jesús y María que incluía, entre otros objetos reverenciales, el Santo Sudario, llegó a Asturias desde Jerusalén. Los cristianos la trasladaron a Alejandría para salvarla de la invasión persa en 614 y así, a medida que el Islam se iba apropiando del norte de África, saltó a España. Desembarcaron aquel tesoro en Cartagena, pasó por Sevilla, Toledo (donde se rehízo la caja contenedora) y acabó escondido de los musulmanes durante 80 años en el Monsacro, de donde el rey Alfonso II lo recuperó entre los años 812 y 842 para trasladarlo a Oviedo, a la capilla palatina que estaba construyendo para cobijar el preciado relicario, la capilla de San Miguel o “Cámara Santa”, como más popularmente se la conoce hoy. Cuenta Agustín Hevia Ballina, archivero de la Catedral, en el prólogo del profundo estudio de García de Castro, que el Arca Santa no se abrió hasta 1075, con motivo de la visita del rey Alfonso VI a Oviedo. Y que ese día, tras los preceptivos ayunos y celebraciones litúrgicas, se abrió al primer toque y sin riesgo para los presentes, pues hasta entonces, cuando se intentaba explorar su contenido, emitía “tales fenómenos de resplandores que llegaban a producir efectos de ceguera en los circundantes”.

El resplandor de la divinidad

La tradición dice que el Arca Santa, un tesoro de reliquias de Jesús y María que incluía, entre otros objetos reverenciales, el Santo Sudario, llegó a Asturias desde Jerusalén. Los cristianos la trasladaron a Alejandría para salvarla de la invasión persa en 614 y así, a medida que el Islam se iba apropiando del norte de África, saltó a España. Desembarcaron aquel tesoro en Cartagena, pasó por Sevilla, Toledo (donde se rehízo la caja contenedora) y acabó escondido de los musulmanes durante 80 años en el Monsacro, de donde el rey Alfonso II lo recuperó entre los años 812 y 842 para trasladarlo a Oviedo, a la capilla palatina que estaba construyendo para cobijar el preciado relicario, la capilla de San Miguel o “Cámara Santa”, como más popularmente se la conoce hoy. Cuenta Agustín Hevia Ballina, archivero de la Catedral, en el prólogo del profundo estudio de García de Castro, que el Arca Santa no se abrió hasta 1075, con motivo de la visita del rey Alfonso VI a Oviedo. Y que ese día, tras los preceptivos ayunos y celebraciones litúrgicas, se abrió al primer toque y sin riesgo para los presentes, pues hasta entonces, cuando se intentaba explorar su contenido, emitía “tales fenómenos de resplandores que llegaban a producir efectos de ceguera en los circundantes”.

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