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Hans Peter van den Broek | Profesor de Sociología de la Universidad de Oviedo

“Trump ha llamado al pueblo a asaltar el poder y al final se ha quedado solo”

Hans Peter van den Broek. LUISMA MURIAS

Hans Peter van den Broek, (Baam, Países Bajos, 1958), profesor de Sociología de la Universidad de Oviedo, se doctoró por la Universidad de Wageningen y ha realizado múltiples estudios en los campos de la Sociología Rural, Industrial y Política. También es especialista en cuestiones de desarrollo socioeconómico de China. Van den Broek, que ha reflexionado sobre el populismo y estudiado aspectos relacionados con ese tema, compara la actitud de Trump con la de Mao en los inicios de la Revolución Cultural.

–Golpe, asalto, insurrección... ¿Cómo define lo que ha pasado en el Capitolio esta semana?

–Ha sido una iniciativa para asaltar el Congreso alentada por Donald Trump, con todas las ambigüedades que se nos presentan. Da la impresión de que Trump tenía que hacer algo para evitar que el vicepresidente, Mike Pence, declarase la victoria oficial de Joe Biden y lo reconociese como presidente electo. Miles de seguidores de Trump acudieron a Washington con la curiosidad de ver qué pasaba. Los más radicales tomaron la iniciativa de asaltar el Capitolio. –El mundo ha asistido estupefacto a este espectáculo propio de república bananera, saldado con cinco muertos. –Hubo violencia, pero dentro del recinto los asaltantes no hicieron nada para ocupar el poder de manera efectiva y se dedicaron a tomarse selfis. ¡Cuándo se ha visto una revolución para hacerse selfis! La foto del tipo que se sienta en el despacho de Nancy Pelosi o la imagen del actor Jake Angeli disfrazado de bisonte, con un gorro con cuernos y sin camiseta, que presidió momentáneamente el Senado puño en alto, en medio del caos, no son las de personas que quieren derribar un gobierno.

–En España se compara la situación con el 23F, las convocatorias independentistas o la iniciativa “Rodea el Congreso”, promovida en 2012 por la plataforma ¡En Pie!

–Es muy serio lo que ha pasado, algo sin precedentes desde 1814, cuando los ingleses intentaron ocupar el Congreso, pero no ha sido un golpe de Estado. Más bien ha sido la última pataleta de Trump. Nadie ha intentado tomar el poder, ni declarar el estado de emergencia. No había un liderazgo claro. No veo paralelismos claros con otras situaciones.

–Llama la atención que hayan entrado impunemente en un lugar donde casi, casi te apuntan con un arma por toser...

–Había un cordón policial establecido, pero con cientos de personas empujando no han sido capaces de sostenerlo. Pienso que en las primeras barreras no han querido utilizar las armas para evitar un baño de sangre y han tratado de desalojar a la gente. Algunas de esas personas llevaban armas y bombas y habrían podido hacer algo peor, pero tampoco hubo un intento de entrar abriendo fuego y por eso las fuerzas de seguridad no han respondido. En cualquier caso, ha habido cinco muertos. Es muy grave.

–Han entrado hasta el corazón de la democracia americana, ¿cómo se reparará esa herida?

–Varios dirigentes del partido demócrata, entre ellos Nancy Pelosi, piden un nuevo “impeachment” (proceso de destitución) para el todavía presidente. Hasta el día 20, fecha de la investidura de Biden, puede pasar de todo.

–¿Trump podría haber salvado, en parte, su dignidad expresando un rechazo inmediato al asalto?

–Mandó un mensaje desde el móvil de un portavoz. El viernes trató de resolver las cosas, aceptó, por fin, su derrota y prometió un traspaso de poderes ordenado, a través de un vídeo. También anunció que no acudirá a la investidura de Biden, algo insólito en la democracia estadounidense, ya que es tradicional que en la ceremonia participen todos los presidentes vivos.

–¿Quiénes son estos adoradores de Trump?

–Parte de ellos suscriben las teorías de la conspiración de QAnon, (abreviatura de Q-Anónimo), movimiento de extrema derecha pro-Trump que se ha vuelto global y en Europa está teniendo auge con la pandemia en las manifestaciones contra las restricciones por la covid-19. Un terreno fértil para que arraiguen estas ideas que denuncian una forma de “estado profundo” dominado por los judíos y por redes pedófilas. Una persona puede salvar al mundo de todos esos peligros y ese es Donald Trump. Puede parecer descabellado, pero hay mucha gente que cree en eso.

–También niegan el coronavirus... ¿La desesperanza lleva a esos comportamientos?

–Hay miles de personas desoladas, convencidas de que miles de niños son explotados por pedófilos, esa gente es ciega seguidora de Donald Trump.

–¿Existen precedentes de esta especie de autogolpe perpetrado con la connivencia de Trump?

–Todos los intentos de deslegitimar el poder legítimo son censurables, pero aquí, efectivamente, ha sido el propio presidente, y eso es muy peculiar. Ha sido un autogolpe. El presidente ha llamado al pueblo a asaltar el poder como hizo Mao en los inicios de la Revolución Cultural. Es uno de los ejemplos que veo más claro, salvando las distancias. Al final se ha quedado solo.

–¿Sucesos como estos dan más alas al populismo que crece en Europa?

–La ultraderecha tiene diferentes vertientes o grados de extremismo. La derecha radical populista en Europa se sostiene en gente mayor, de la clase obrera, que antes votaba a partidos comunistas o socialdemócratas. Es gente con mucha desconfianza en la política y en los medios. En cambio, el movimiento Alt- right, que secunda a Trump, tiene mucha ideología, son antiélite. Culpan al inversor financiero George Soros de querer implantar un nuevo orden mundial y preconizan una ideología antisemita, misógina, antifeminista y homófoba. Hablan de la ideología de género y creen en el racismo biológico y cultural.

–¿Son los mismos que denuncia la destrucción de la cultura europea a manos de los movimientos migratorios?

–En Europa la tesis es que nos quieren quitar nuestra cultura autóctona e imponernos una cultura más globalista.–Si el espectáculo del Capitolio hubiera ocurrido en España... –No me parece bien ese complejo de inferioridad democrática que late en España. Llevamos más tiempo en democracia de lo que duró la dictadura. A veces los análisis no son justos con la historia de este país.

–El Partido Republicano, el de Lincoln, es el gran damnificado en todo este escenario.

–En Estados Unidos casi la mitad de los votantes respaldaron a Trump, y esa fuerza electoral se ha hecho con el control del partido. Es una gran incógnita lo que va a pasar con el Partido Republicano, el partido de Lincoln, en efecto. Trump ha creado un sentimiento de temor entre mucha gente y ha fulminado a todos los críticos. A su fiel Pence le llama traidor. Muy poca gente se atrevía a criticar a Trump, salvo personajes como George W. Bush o John McCain, contrincante de Obama en 2012.

–¿Podrá el partido recuperar todo ese voto anti-Trump que se ha ido a Biden?

–Tal vez esa ala de críticos podrían tomar las riendas del partido, pero es complicado. Trump no es político, y se le nota. No domina las sutilezas políticas. Es muy arrogante y no ha querido dejarse aconsejar. Un estadista debe dejarse criticar. Si entras en una senda equivocada, es difícil volver al camino correcto.

–¿Y el electorado negro?

–La población negra suele ser más conservadora que la blanca, y muy religiosa. Los líderes de los movimientos de derechos civiles salieron de las iglesias. La razón por la que no votan a los republicanos es porque el partido ha tendido a ser más racista.

–La economía iba bien hasta la llegada de la pandemia.

–La economía ha ido bien, pero la gestión de la pandemia ha sido un desastre. Otros dirigentes, como Boris Johnson, recondujeron el rumbo. A Trump, que ha tenido covid, ni siquiera eso le ha hecho pensar.–Hasta el punto de que en Estados Unidos ya distinguen a demócratas de republicanos por el uso de mascarilla...–Los creyentes en Trump no la llevan. Es un gesto de fidelidad al líder que enlaza con ese movimiento de apoyo incondicional. Trump ha hablado de transición pacífica, espero que sea así. –¿Asistimos a un cambio global en la concepción de la democracia?–Crece el número de países con líderes autoritarios. Desde ese punto de vista, sí. Antes llegaban con un golpe de Estado, ahora son elegidos democráticamente. Mucha gente que desconfía de la democracia vota por un líder autoritario que cierra periódicos y elimina las libertades de forma paulatina. Es lo que pasa en Polonia y Hungría.

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