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Sara Gómez Martín | Ingeniera y doctora por la Universidad Politécnica de Madrid, directora del proyecto “Mujer e ingeniería”

“El mayor activo de una sociedad es el talento y en España no se cuida”

Sara Gómez Martín

La segoviana Sara Gómez Martín es ingeniera, vocación que ya prendió en ella siendo una niña cuando estudiaba en el colegio de las Madres Jesuitinas. Fue tener “excelentes profesores y profesoras” de Física, Matemáticas, lo que la incitó a matricularse en la Universidad Politécnica de Madrid (donde ejerce de profesora e investigadora actualmente). Su decisión fue todo un “gesto de rebeldía” ante su familia y ante una sociedad a la que le costaba asimilar a las mujeres en tal campo. Gómez ha acabado dirigiendo el proyecto “Mujer e ingeniería” de la Real Academia de Ingeniería de España, en el que se ha implicado la Reina Letizia y que va destinado sencillamente a eso: a que las mujeres den el paso y se conviertan en ingenieras, cuantas más, mejor.

–¿Es que las niñas no quieren ser ingenieras?

–Pues no. No lo contemplan, no lo tienen en sus planes de futuro, en su radar, que me gusta decir a mí.

–¿Quizá les falta motivación para apostar por este campo?

–Efectivamente, hay una serie de cuestiones del entorno social, familiar y cultural que no solo no alientan a que sean ingenieras, sino que provocan lo contrario, las frenan. Desde que son muy pequeñas ni los juguetes, ni el entorno familiar ni el social animan a que una niña pueda hacer este tipo de estudios. Como que se plantean que no es para ellas.

–Algo habrán cambiado las cosas en los últimos años.

–En las carreras STEN (acrónimo de los términos en inglés que en español son Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) en general y en Ingeniería en particular hemos perdido entre un 25 y un 30 % de vocaciones, sin distinción de sexo. Más bien es un problema global. Europa tiene un enorme déficit de ingenieros. Alemania, Reino Unido, los países nórdicos, Estados Unidos sufren una falta atroz de estos profesionales. En este momento, solo India y China se salvan. De hecho, Alemania importa muchos ingenieros españoles, están muy demandados allí.

“Cuando dije que quería ser ingeniera, en casa no les pareció que fuera muy femenino y eso fue un acicate"

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–Un motivo, por tanto, para optar por tanto por esta carrera.

–Sí, aun así hay un problema de falta de vocación general entre hombres y mujeres, y particular entre estas últimas. Además, el reparto de ellas entre las distintas ramas de la ingeniería es muy asimétrico. En la biomédica, la bioingeniería, la química, hay casi el mismo número de mujeres, si no más, que de hombres. Pero luego, en otras ramas como informática, electrónica, no. Esas son poco atractivas para la mujer. En números globales hay un 25% por ciento de mujeres frente al 75% de hombres. Y ellas están muy mal repartidas.

– ¿Y eso?

–Yo lo tengo claro. Creo que una de las razones por las que las mujeres no eligen una determinada rama es porque no ven la vertiente social que tiene, no ven que con ella se pueda mejorar la calidad de vida de las personas o contribuir a cuidar el planeta. Tenemos comprobado que la cosa cambia cuando a una niña le explicamos que los ingenieros somos imprescindibles para que los médicos hagan un buen diagnóstico en cualquier tipo de enfermedad, que creamos la tecnología que va asociada a la medicina y permite tener grandes instalaciones sanitarias, que de nosotros depende la cadena de frío (el avance que más vidas ha salvado posiblemente), la potabilización del agua y otras grandes infraestructuras que permiten evitar el hambre y la sed en muchos países... Cuando ven todo eso, la utilidad social, empiezan a contemplarlo de otra manera. En “Mujer e ingeniería” nos dedicamos, en parte, a explicar eso.

–Usted es la excepción que confirma la regla. Las mujeres de su generación no lo han tenido fácil para llegar a ser ingenieras. Habrá tenido que sortear muchos baches, tanto estudiando como trabajando, y techos de cristal ha roto unos cuantos.

–Soy de un pueblo de Segovia y estudié en un colegio donde excelentes profesores me incitaron a ello. Yo era firme candidata a estudiar Ingeniería. En casa querían Medicina, Farmacia, maestra... Yo tenía un punto rebelde. Cuando me decidí por Ingeniería, no les pareció muy femenino y entonces para mí fue un acicate: pues voy a ello.

–Primer bache superado, pero se encontraría más...

–Bueno, sí. Yo hice la carrera en Madrid y estuve en un colegio mayor. Ahí había pocas ingenieras, pero viví un ambiente universitario que me arropó mucho. Hice amigos excepcionales en la escuela y los mantengo. Nunca me sentí con ellos discriminada, ni con los profesores, aunque hubo alguna excepción de poner en entredicho tu capacidad. Pero no le di importancia.

“El nivel de implicación de la Reina Letizia en nuestro trabajo es grande”

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–De todo se aprende.

–Efectivamente, eso me hizo más fuerte. Como anécdota: en mi despedida de soltera, hubo más amigos que amigas, porque ellos eran mayoría en la escuela.

–¿Y machismo en el mundo laboral?

–Un poco de todo. Me he encontrado con algunos señores que no me lo han puesto fácil, es verdad. Quizás he tenido que gastar más energía de la necesaria en sortear algunos obstáculos que no deberían existir. Pero soy positiva. Creo que merece la pena batallar si piensas que así las que vienen detrás no tendrán que perder el tiempo en chorradas.

–Por esto, quizás, iniciativas como “Mujer e ingeniería” son necesarias aún hoy en día. ¿Queda lejos el momento en que no hagan falta proyectos de este tipo?

–Totalmente de acuerdo. De hecho, algunas veces contesto que el éxito de “Mujer e ingeniería” se verá cuando el programa no haga falta. Pero en este momento es necesario. Hay un problema estructural que hay que abordar. Trabajamos en numerosas acciones que cubren todo el arco social: niñas y niños, adolescentes, padres, profesores, universitarios. También con profesionales en empresas con el objetivo de que no haya techos de cristal y que las mujeres alcancen poder de verdad.

–Que la Reina Letizia se fije, apoye y se implique es todo un espaldarazo, supongo.

–Por supuesto. Nos ha ayudado y muchísimo. Se interesó ya en 2018 en el programa, fue una gran suerte. En Zarzuela le expusimos el proyecto y luego vino a la reunión del consejo estratégico, formado por mujeres, grandes ejecutivas que sirven de modelos a las adolescentes, a las universitarias, en el sentido de subir la autoestima e incitar a ser como ellas. Lo dirige Elena Salgado, una mujer de bandera, y lo presidió la Reina, que contra lo que pueda parecer no solo se hizo la foto. Se arremangó y trabajó a fondo en la sesión, en la que le presentamos todo el plan para este año. Su nivel de implicación es grande, algo que me sorprendió porque supongo que tiene mil cosas en la cabeza. Se interesó especialmente por los colegios, las acciones que allí tenemos con los niños. Y quedó en que cuando acabe esta plaga del covid, este desastre, intentará venir con nosotros a los colegios.

–“Mujer e ingeniería” no está en Asturias, pero piensan en hacer algo en un futuro.

–Sí. Las experiencias piloto las hacemos siempre en Madrid. Hemos trabajado ya en alguna comunidad, pero la pandemia afectó tremendamente a nuestro despliegue por España. Asturias está en nuestros planes. Además, tiene unas escuelas de ingeniería que son referentes en España, por ejemplo, la de Minas. Desde luego, sin el covid, probablemente estaríamos más cerca de desplegar “Mujer e ingeniería” en Asturias. Normalmente contamos con los gobiernos autonómicos y las universidades. No puedo poner fecha, pero nos queda algo más de un año para estar ahí.

“Asturias tiene unas escuelas de ingeniería referentes en España”

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–Fue hasta el año pasado directora general de Universidades en la Comunidad de Madrid. ¿Cómo ve la institución en España?

–El nivel de la Universidad pública en España, que conozco más que la privada, donde hay buenísimas escuelas, es excelente. No lo digo solo por la formación que damos, sino por los profesionales que salen de nuestras aulas, que son reconocidísimos a nivel internacional.

–¿Algo a mejorar?

–Creo que ha llegado el momento de revisar profundamente los contenidos y titulaciones que damos para adaptarlos a las necesidades del tejido empleador. Además, debemos revisar profundamente los métodos de aprendizaje. Estamos haciendo un esfuerzo, pero hay que hacer más. Nos hemos dado cuenta ahora con la pandemia. En marzo tuvimos que adaptar la docencia y ejercerla de otra manera. Hemos tenido mucha cintura, sí, pero también nos hemos dado cuenta de las faltas que hay.

–En el Gobierno de España está en mente abordar una nueva ley de Universidades.

–Por supuesto que hace falta una nueva ley, es imprescindible. Empieza a ser urgente. Hay mucho margen de mejora. Mi calificación es buena: damos buena formación y los profesionales son buenos, pero podemos hacerlo mejor.

–Por ejemplo en...

–El tejido empleador nos demanda una y otra vez que seamos ágiles. Los perfiles profesionales cambian a velocidad de vértigo, pero nosotros llevamos una velocidad más lenta. Esa falta de acoplamiento, esa disfunción, debe ser corregida y merece hacer un gran esfuerzo.

“A una mujer le merece la pena batallar para que las que vienen detrás no tengan que perder el tiempo en chorradas”

–En Asturias un caballo de batalla es la lucha contra la “fuga de cerebros”. Esos “excelentes profesionales” de los que usted habla se van fuera a trabajar tras formarse.

–En España, en general, nos sucede. Lo tengo absolutamente claro: como no invirtamos más en ciencia e investigación estamos perdidos. Se ha visto con el covid.

–La pandemia ha demostrado efectivamente la necesidad de invertir en ciencia. Se ha hecho más evidente que nunca.

–España debe generar aquí el conocimiento, no depender del que se genera fuera y que muchas veces lo hacen precisamente profesionales españoles. Por ejemplo, están en EE UU investigando y generando patentes para ese país que luego tenemos que comprar nosotros. El mayor activo de una sociedad es el talento y en España no se cuida. Lo que invertimos en formar a nuestros universitarios lo pagamos entre todos. El 80% del gasto en la Universidad se paga con los impuestos. Pero cuando acaban las carreras, los profesionales se ven obligados a ganarse la vida en otro país. Debemos ser capaces de retener ese talento a través de empleo de calidad, de grandes centros de investigación para los que se dedican a ello. Como no empecemos a pagarles y darles sueldos decentes, nos estamos dando un tiro en el pie. Ahí soy muy reivindicativa: no hay mejor activo en ninguna empresa ni sociedad que el talento.

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