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Recorrido por las villas romanas de Asturias: cien años del descubrimiento fortuito de Memorana, en Lena

LA NUEVA ESPAÑA dedica una serie de artículos, que se publicarán mensualmente y que firman prestigiosos arqueólogos, a conocer el pasado romano de la región

Juan Muñiz, sobre el mosaico de Memorana, en el Arqueológico. LUISMA MURIAS

Al finalizar las guerras astur-cántabras, entre los años 29 y 19 a. C., el Imperio Romano incorporó a sus dominios el territorio que hoy ocupa Asturias. Lo primero que hicieron los ingenieros militares romanos fue organizar la explotación de los recursos auríferos del suroccidente de Asturias y del noroeste de León, trazando una red de caminos, creando núcleos de población para trabajadores y esclavos y campamentos militares para asegurar el orden. Fue la primera ordenación del territorio que conoció Asturias.

Con el tiempo, con la pacificiación, la asimilación cultural, la adopción de la nueva lengua y la fusión de las costumbres de dominadores y dominados, la cohabitación y finalmente la plena integración de ambas sociedades, surgieron las villas. El arqueólogo Juan Muñiz las define como “unidades económicas complejas que nacieron como granjas para la explotación del medio rural”. Estaban repartidas por el territorio y ligadas siempre al sistema viario principal, para facilitar el transporte de su producción hasta el punto de venta. “La prosperidad y la acumulación de tierras permitió en algunos casos concentraciones de riqueza que sus propietarios manifestaban a través de la grandeza constructiva de sus residencias y en ocasiones con adornos de hermosas pinturas y bellos mosaicos”, refiere Muñiz.

Los grandes señores de la Asturias romana

Las que hoy se conocen se concentran en la zona central de Asturias, pero las había por toda la región, así que es de presumir que en el futuro continúen los hallazgos reveladores, que permitan reconstruir la estructura social de una época esencial para la comprensión de lo que acabó siendo el Reino de Asturias.

Con motivo del centenario del descubrimiento de la villa de Vega del Ciego, en Lena, Juan Muñiz y su compañero, el también arqueólogo Alejandro Sánchez, empezaron a preparar un ciclo de conferencias, cada una dedicada a una de las grandes villas romanas de Asturias. La epidemia y las restricciones sanitarias impiden su celebración y LA NUEVA ESPAÑA ha rescatado la iniciativa, reconvertida en una serie de artículos que se publicarán con una periodicidad mensual, cada uno dedicado a uno de los asentamientos y escrito por uno o varios arqueólogos.

Vega del Ciego, con un artículo firmado por Juan Muñiz y Alejandro Sánchez, abre hoy la serie, que continuará con Murias de Beloño, en Gijón, de la mano de Jesús Jordá y Juan Muñiz; Campo Valdés, en Gijón, con César García de Castro; Veranes, con Fernando Gil; Paredes, en Lugones, y Priañes, en Oviedo, con Otilia Requejo y, en el último caso, también Valentín Álvarez; Murias de Ponte, en Soto del Barco, con María Noval; Valduno, en Las Regueras, con Rogelio Estrada; Boides en Villaviciosa, con Adrián Piñán; La Isla, en Colunga, con Fructuoso Díaz, y San Martín de la Estaca, en Las Regueres, con Juan Muñiz y Elías Carrocera.

La serie se cerrará con un capítulo dedicado al domus del Chao Samartín, de Grandas de Salime, que firmará Sergio Ríos, y otro sobre la colección de objetos extraídos de las villas romanas asturianas del Museo Arqueológico, a cargo de Antonio Fernández de Córdoba.

El centenario del descubrimiento de Memorana, en Vega del Ciego (Lena)

Un hallazgo fortuito de un aldeano dio pie a la excavación de la villa, cuyo mosaico se expone en el Arqueológico

Alejandro Sánchez Díaz | Juan R. Muñiz Álvarez

A lo largo del 2021 se cumplirán cien años del descubrimiento de la villa romana de Memorana en Vega del Ciego. Su pieza más representativa y conocida es su mosaico, del cual también se cumplen setenta años de su traslado al Museo Arqueológico de Asturias. En este tiempo hemos sido miles las personas que hemos podido disfrutar de esta excepcional pieza expuesta en el museo. Cien años que han supuesto profundos cambios en la visión que arqueólogos, historiadores y el conjunto de la sociedad tienen del proceso conocido como “romanización” y la manera en la que este afectó a Asturias. Pero también cambios significativos en las técnicas de excavación y en los métodos y criterios para la recuperación y conservación de este tipo de elementos patrimoniales.

Afortunadamente, para reconstruir la secuencia de acontecimientos desde su aparición hasta su posterior traslado y restauración treinta años más tarde, contamos con los testimonios de algunos de los protagonistas, recogidos por el arqueólogo Manuel Jorge Aragoneses durante las labores de extracción del mosaico en 1951. También se conservan en los fondos de la Comisión Provincial de Monumentos algunas de las cartas cursadas por las personalidades culturales de la época, entre las que destacan su presidente Aurelio del Llano y Fermín Canella.

Como muchos grandes hallazgos, el de la villa y mosaico romano de Vega del Ciego fue casual. La noticia de un bloque labrado en arenisca encontrado en unas tierras de labor conocidas como “El Fabón”, en la Ería de Vidriales, alertó a los hermanos Cayetano y Valentín del Rosal, dos hombres cultos de la localidad. Cuenta Gaudencio Tomillo en su libro sobre el Concejo de Lena en el siglo XX, que fue Gregorio Farpón el feliz descubridor del bloque y quien avisó a Cayetano y Valentín, este licenciado en Derecho que desde 1896 trabajaba en la central eléctrica de Vega del Ciego, de la cual Gregorio Farpón era empleado.

La carta de Cayetano del Rosal a Canella dando cuenta del hallazgo.

La carta de Cayetano del Rosal a Canella dando cuenta del hallazgo.

Espoleada su curiosidad ante lo que pensaban podrían ser los restos de una columna, los hermanos se pusieron de acuerdo con el propietario de la finca y emprendieron remociones de tierra extensivas. El fruto de estos trabajos sería el descubrimiento del mosaico y los cimientos de varias habitaciones. Los Rosal comunican el hallazgo a Aurelio de Llano por carta el 16 de enero y el día 25 se da a conocer a toda la sociedad asturiana a través de un artículo en el diario “El Carbayón”.

En esa época Aurelio del Llano ya era un investigador notable y ejercía la presidencia del Centro de Estudios Asturianos. Dos años antes había sido designado como delegado regio de Bellas Artes en la provincia de Oviedo y era académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

Fermín Canella, rector honorario de la Universidad de Oviedo, fue el encargado de comunicar el hallazgo a la Real Academia de la Historia y consiguió que la Dirección General de Bellas Artes incluyese el sitio en un pequeño presupuesto que tenía asignado para algunas intervenciones en el norte de España. Se obtuvo así permiso para los trabajos y se asignó director de los mismos a Juan Cabré Aguiló, arqueólogo de la sección de Arte y Arqueología del Centro de Estudios Históricos, en el mes de marzo. Pero el peso de sus distintas obligaciones impidió que Cabré viajara de manera inmediata a Asturias.

Entretanto los hermanos del Rosal alertaron a la Comisión Provincial de que el yacimiento había comenzado a deteriorarse debido al expolio al que lo sometían las gentes de los alrededores suponiendo de algún valor económico las teselas del mosaico. De estas depredaciones, que comienzan al poco tiempo de su descubrimiento, ya queda constancia por escrito en el mes de febrero. Se intentó organizar un sistema de vigilancia e incluso se cubrió parcialmente con tablones y sacos, pero ante el imparable avance de los daños se optó finalmente por volver a cubrirlo de nuevo de tierra por completo. Por ello cuando Cabré visita el lugar en agosto de 1921 se habían retomado los trabajos de laboreo agrícola en la finca y no pudo ver el mosaico.

Un detalle del mosaico.

Un detalle del mosaico.

No obstante, existe un croquis del yacimiento firmado por Cabré del que, a pesar de ser bastante preciso, Aragoneses cuestionaba su autoría. Cabré había destacado por su faceta como dibujante arqueológico, fama que le convirtió en un reputado ilustrador de excavaciones, estaciones de arte rupestre –en Asturias participó en la publicación del Ídolo de Peña Tú en 1914-, y posteriormente como gran fotógrafo.

Deberían pasar otros treinta años desde su descubrimiento para que el mosaico volviera a ver la luz y se retomaran las investigaciones.

A mediados de 1951 la Diputación de Oviedo encargó a Manuel Jorge Aragoneses, con la asistencia de dos expertos mosaístas, abrir calicatas en la zona del hallazgo y recuperar el mosaico para su posterior restauración y exhibición en el Museo Arqueológico de Asturias.

Un esquema de la planta de la villa.

Los resultados de este trabajo aparecen publicados en 1954 en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos y constituyen nuestra principal fuente de datos sobre la villa. El mosaico ha sido estudiado y publicado por varios especialistas desde entonces, pero el conjunto de la villa sigue suscitando tantos interrogantes o más que en el año 1951 cuando vieron por última vez la luz sus muros.

La ausencia de estratigrafías, dadas las circunstancias del hallazgo, unida a la ausencia por entonces de métodos modernos de datación, hacen que cada vez sea más difícil reinterpretar e incorporar los viejos datos conforme a las nuevas técnicas de investigación y corrientes historiográficas. Por eso, en el año de su centenario, creemos que es necesario reflexionar sobre el estado de olvido y abandono de algunos de estos emblemáticos yacimientos y la necesidad de un impulso para su promoción, estudio y difusión, tanto desde las instituciones como desde el resto del conjunto de la sociedad.

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