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Florentino García Fombona | Músico y funcionario retirado

“Tras la guerra éramos un rebañín, estábamos a lo que mandaban”

“Manolo Escobar era un chuleta, le pedí unas fotos y me dijo que luego, que estaba cansado, tirado en una hamaca como si acabara de volver de batallar”

Florentino García Fombona | A. ILLESCAS

Florentino García Fombona (Noreña, 1931) nació un 3 de febrero, día de San Blas. “Me tocó con la mano la garganta”, ríe el músico, funcionario jubilado y exfutbolista. Figura clave en las orquestas asturianas, Tino Fombona acaba de cumplir noventa años y tiene un envidiable estado físico y mental. Aparca su vehículo y se sienta en una terraza de la Villa Condal, donde atiende a LA NUEVA ESPAÑA a pesar de tener algo de frío. “Un café y un chupitín de JB”, solicita a la camarera, antes de empezar a contar su larga e intensa historia desde el principio.

Divorcio y Guerra Civil. “Nací donde está ahora el restaurante Carbón, aquí en Noreña. Tuve una infancia un poco difícil por varias circunstancias. Mis padres se separaron cuando yo tenía 3 años; de aquella nadie lo hacía. Luego vino la guerra, lo que incidió en que no hubiera una solución para los problemas de casa. Después, tuve dos hermanos y cuando empezó el conflicto armado nos recogió mi abuelo paterno, con el que me crié hasta que me casé. No recuerdo demasiado hasta que, con diez años, empecé en el colegio de las monjas; era el año 1941 –antes no había posibilidad de ir a la escuela–. Hice la primera comunión a mediados de ese año y pasé a la Fundación Rionda Alonso, donde ahora está el centro Adepas. Era privado, pero gratuito, y había muy buenos profesores. Ahí, en el año 1943, ingresé en la Escuela de Comercio. Hice peritaje mercantil y saqué el título en 1949. Lo que no terminé fueron mis estudios de profesorado porque empecé a trabajar. En aquellos tiempos de escuela éramos un ‘rebañín’, estábamos a lo que nos mandaban y punto. Me gustaban la música y el fútbol: jugué en el Condal, en el Siero y en el Vetusta”.

Tino Fombona, con el “Dúo Dinámico” en el Parque del Piles.

Primer empleo, mili y ajetreo. “Empecé a trabajar en la empresa Rojo, que era el servicio de autobuses de Pola de Siero a Oviedo donde trabajaba mi padre de conductor antes de la guerra, recuperando el puesto una vez concluyó esta. Me dedicaba a hacer de administrativo; era el que hacía la recaudación diaria y liquidaba a los cobradores. En mayo de 1954 me presenté a unas oposiciones de administrativo en la Granja Escuela de Luces, cerca de Lastres. Allí me coincidieron muchas cosas: había hecho la milicia universitaria en Monte de la Reina entre 1951 y 1953, saliendo con el grado de alférez, pero cuando conseguí el Trabajo en Lastres en ese puesto pedí la baja, porque aún me faltaban seis meses de prácticas y me incorporaba como sargento en Asturias, en el Regimiento ‘Simancas’ de Gijón, donde me metieron en labores administrativas. Qué casualidad que el mismo día que me comunican que aprobé la oposición también me llega el aviso para ir a Gijón. Lo pude compaginar, porque estaba en la oficina y me trataban muy bien. Iba por la mañana con el ejército y por la tarde a la granja escuela. Esta época fue muy complicada para mí porque tenía la orquesta también”.

Inicios en la música. “Cuando tenía 12 años, aquí, en Noreña, había mucha afición al teatro y la zarzuela. En la Acción Católica sacamos un drama misional para recaudar dinero para el Domund. Fue mi debut en un escenario. De ahí pasé al coro parroquial. Fui a un concurso organizado por una emisora de radio en Colloto, haciendo un dúo con el director del coro, Jorge Cuesta. Nos llamamos ‘Dúo Condal’, no podía ser de otra forma (ríe). Ganamos el primer premio y me fichó la Orquesta del Monte, que era la que había en Noreña. Tenía 18 años y estuve durante nueve con ellos. Hacíamos el baile de la cruz los domingos y luego, por el verano, las romerías. El baile de la cruz era muy famoso, venía gente de Langreo y la Pola. De hecho, la empresa Rojo tenía servicios especiales para llevar a la gente. Un día estando en San Pedro de Ambás, tocando con la orquesta, mientras la playa de Rodiles permanecía repleta, paró allí una gente de Langreo a participar de la fiesta. Se acercó a mi uno y me dijo que cómo estaba con esa orquesta, que tenía que irme a una mejor. Me puso en contacto con la langreana. Hacían mucha música de películas americanas, un repertorio muy amplio, era una ‘big band’ en toda regla. Con ellos estuve entre 1960 y 1968. Todavía encontré hace poco un recorte de LA NUEVA ESPAÑA de esos años. En portada se leía: ‘Soy un histérico’, lo decía Raphael. Había venido a La Felguera a dar su segunda actuación en España tras pasar por Eurovisión. Lo acompañó la Orquesta Langreana, así que estaba con nosotros allí, ensayamos por la mañana y comimos juntos. Tenía una doble personalidad tremenda. Estaba hablando contigo tan normal y cuando venía la prensa empezaba a hacer esos gestos y esas maneras escandalosas, pero era muy majo. Ese día nos reforzó al piano Antolín de la Fuente, del grupo ‘Los Parrysh’ y esos me ficharon”.

Actuación de la Orquesta Langreana

Preliminares de las atracciones. “Con la Orquesta Langreana alternábamos por el Tropical, porque la Asociación de Festejos de San Pedro de La Felguera llevaba ese local. Por allí paré, por ejemplo, con Los Bravos o con Bruno Lomas. Nosotros estábamos para hacer música de baile. Ellos venían de atracción. Esta forma de operar se agudizó cuando empecé con ‘Los Parrysh’. Estábamos de titulares por el verano en el Parque del Piles, en Gijón y en la sala de fiestas ‘Canary’ en Oviedo, por el invierno. Tanto una como otra traían muchas atracciones. En el Parque del Piles estuve con Adamo, un cantante italiano ganador de Eurovisión. También con Manolo Escobar, que era un poco chuleta. Le pedí unas fotos para mis hijas pero me dijo que estaba muy cansado, que me las daba después, y le respondí que después no las quería. Estaba tirado en una hamaca como si hubiese llegado de la guerra. En Oviedo tengo una anécdota con Lola Flores. Los sábados por la noche hacíamos pase de entrada y desde el camerino decía con un micrófono los nombres de los integrantes del siguiente grupo. Vino rodeada de sus músicos y me dio una lista con los componentes. Lo estoy presentando con el micro, y a la mitad me apagaron la luz del camerino. Dije en alto que me habían apagado la luz y que no podía acabar, y terminé con un ‘con ustedes Lola Flores y su conjunto’. Montó un tinglado tremendo, gritando: ‘¿Quién le apagó la luz a este chico?’”.

Sin vía de escape. “Dejé ‘Los Parrysh’, quería salirme de la música. Mi mujer estaba ya con cinco niños y no podía ser que me pasara la semana trabajando de administrativo en el INEM y el tiempo restante de conciertos y ensayos. Un domingo, comiendo con la familia en Luces, llega una orquesta de Carbayín que se llamaba la ‘Gran Canaria’. Eran tres hermanos, nos dijeron que les había marchado el vocalista para la mili y tenían unos contratos que cumplir. Acabé aceptando. Cuando volvió del servicio militar querían que siguiese con ellos y dije que no. Pero a los cuatro días vinieron dos hermanos que tenían un grupo, contándome la misma historia, que estaban sin cantante y tenían firmadas varias actuaciones. Se llamaban ‘Los Movers’ y estuve cuatro años con ellos. No había forma de dejarlo. Cuando lo conseguí, uno de los pianistas con los que había coincidido formó un grupo que se llamaba ‘Los Solistas’, Pepito Suárez, vocalista, que fue el que me puso el apodo de ‘la voz de tergal’ –porque el tergal nunca se arruga–; lo dejó y me llevaron a mí. Cuando me salí de eso, el dueño de un restaurante de Villaviciosa, el Amandi, me vino a ver, para formar un grupo fijo para el restaurante. Hablé con el batería de ‘Los Movers’ y con un bajista nigeriano amigo suyo y montamos algo. Estuvimos ocho años como titulares allí, ya tendría unos cuarenta años. Hacíamos unas 90 actuaciones al año, con bodas todos los fines de semana y alguna verbena en la villa. Marchó el pianista y entró una chica de aquí de Noreña, de 17 años, metimos también al guitarra de ‘Los Parrysh’ y formamos un sexteto que sonaba a disco”.

Tino Fombona, durante la presentación de su último disco junto a su hijo Chema Fombona.

El final, tocando con los hijos. “Marchamos del Amandi para un restaurante que había cerca de Infiesto. El dueño era familiar de los de La Gruta, en Oviedo. Allí estuvimos otros 4 o 5 años. Nos llamábamos grupo ‘Cristal’. Cuando fuimos para el Amandi lo formamos. El pianista era muy cachondo y, como teníamos al nigeriano, quería ponerle al grupo ‘Café con leche’. Yo lo veía una faltada. Quería algo más limpio: pues ‘Cristal’. Un día vamos a tocar a un restaurante en el aeropuerto de Asturias y nos encontramos que había otro grupo ‘Cristal’. No cambiamos el nombre, pero en vez de ser cristal, le pusimos ‘k’ e ‘y’: ‘Krystal’. No era cuestión de cambiarlo. Luego se metieron mis hijos: José María, que murió, e hizo toda la carrera musical en Alemania; y Tino, que sigue haciendo cosas con la OCAS y con la Orquesta de la Universidad de Oviedo. Ahí estuvimos hasta que lo dejé, en 2009.

De profesión, administrativo. “Después de estar en la Granja Escuela de Luces, me trasladaron al centro de Formación Profesional de Noreña como secretario administrador. Aquí no daba clases porque no había ninguna especialidad con contabilidad. Posteriormente, me llevaron al INEM de Oviedo, primero como jefe de negociado y luego saqué una oposición para jefe de sección. Me jubilé allí en 1996. Aquello era muy difícil, nuestra misión era hacer las nóminas y pagarlas a todos los empleados de Asturias. Primero me limitaba a hacerlas y pagarlas, pero cuando ascendí era más labor. Tenía cuatro negociados que supervisar. Me acuerdo de un lío tremendo que se nos montó; a la puerta llegó uno montado en Vespa, decía que iba a quemar aquello si no cobraba. Bajé, saqué un pitillo, le pedí el mechero y se lo quité, para que no pudiera cumplir su amenaza (ríe). Se lo arreglamos, tenía razón, y marchó muy tranquilo para casa. Había casos muy extremos. La filosofía de mi equipo era facilitar todo lo posible, no poner impedimentos”.

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