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Un año de pandemia: resumen de las tres olas de tragedia y resistencia que cambiaron la vida de los asturianos

La región superó con nota el primer envite del covid y sufrió mucho en el segundo, los asturianos conocieron su tierra y la salida de la tercera ola se afronta con la esperanza puesta en la vacuna

Un año de pandemia

Andaba por Madrid, en unos días de asueto, el jefe del laboratorio de Virología del HUCA, Santiago Melón, cuando las noticias del coronavirus de origen chino empezaron a inquietarle. “Esto va a llegarnos”, pensó. Eran los primeros días de enero de 2020. Al regresar al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), Santiago Melón acordó con su equipo poner en marcha la tecnología necesaria para diagnosticar el virus de Wuhan en cuanto apareciera por estos lares. Al final, no solo nos llegó sino que, casi 14 meses después, el SARS-CoV-2 ha infectado a unos 43.200 asturianos y ha segado cerca de 2.100 vidas. Y los virólogos asturianos llevan realizadas unas 520.000 pruebas PCR para detectarlo.

Chinos en Oviedo

Pronto empezó a ser evidente que el premio Nobel de Medicina Peter Medawar tenía mucha razón cuando definió a los virus como un conjunto de “malas noticias envueltas en proteína”. La primera mala noticia que apuntaba la llegada a Asturias del coronavirus chino se publicó en LA NUEVA ESPAÑA el 18 de febrero. Hablaba de la discreta, casi clandestina, aglomeración de ciudadanos chinos en una casa situada a las afueras de Oviedo. Y detallaba cómo la comunidad china de la región se había autoimpuesto cuarentenas voluntarias de 14 días para todas aquellas personas que habían regresado a la región tras viajar a su país para celebrar su Año Nuevo.

“Lo siento...”

La pandemia de covid-19 penetró con fuerza en Europa a través de Italia. El 24 de febrero apareció la primera asturiana sospechosa de estar infectada: una avilesina de 25 años que fue trasladada al HUCA al presentar un cuadro catarral. Había estado en Venecia. Llegó por su propio pie a Urgencias, llorando y gritando: “Lo siento, lo siento”. Finalmente, se comprobó que no estaba infectada.

Luis Sepúlveda

En Asturias hubo algún otro susto que se quedó en nada. Hasta que el sábado 29 de febrero surgía el primer caso diagnosticado. Además, una persona muy conocida: el escritor chileno, afincado en Gijón, Luis Sepúlveda. Había estado en un congreso literario en Portugal, y a su regreso había desarrollado síntomas de covid-19. Ingresó directamente en la unidad de cuidados intensivos (UCI) del HUCA. No pudo superar la infección y falleció el 16 de abril, tras 48 días ingresado.

Primera muerte

Empezó el goteo de contagiados... y de víctimas. El primer fallecido por coronavirus en Asturias fue Avelino Uña Gutiérrez, religioso salesiano de 68 años, que murió el 11 de marzo. Formaba parte del primer foco de covid-19 identificado en el Principado, que tuvo como escenario el colegio Fundación Masaveu de Oviedo. En el HUCA, las máquinas de hacer PCR trabajaban a pleno rendimiento y permitían diagnosticar y aislar a los infectados con solvencia. Otras comunidades autónomas no podían decir lo mismo.

Un profesor de la Fundación Masaveu de 68 años, primer muerto por el virus en Asturias

La vida se paraliza

El 10 de marzo, el Gobierno de Asturias anunció el cierre de cinco colegios. A partir de ahí, los acontecimientos se aceleraron el Asturias, en España y en el mundo. El fin de semana del 14 y 15 de marzo España quedó confinada. En un santiamén, el país se paralizó, la gente quedó enclaustrada en su casa, los bares se cerraron, el fútbol se paró... Lo nunca visto. Llegaron el teletrabajo y las teleclases. Las calles, incluso las más concurridas, mutaron en desiertos. La muerte pasó a ser un acto trágicamente solitario. Los duelos quedaron convertidos en muecas de dolor sordo y mudo. Todo era fantasmagórico.

Papel higiénico

Arrancaba la lucha por la supervivencia, sobre todo la psicológica. Las estanterías de papel higiénico y lejía quedaban vacías. La supervivencia física quedó garantizada gracias a muchos colectivos profesionales (repartidores, reponedores, cajeras...) que pasaron del ostracismo social a la condición de “esenciales”. Se desató la solidaridad, proliferaron iniciativas de apoyo a los más necesitados, muchas casas se convirtieron en fábricas de mascarillas.

Estanterías vacías: los asturianos hacen acopio de papel higiénico, leche y pollo

Sanitarios y Ejército

Los centros sanitarios se cerraron para casi todo menos para el covid. El Ejército tomó las calles y montó hospitales de campaña. El tramo final de marzo y el primero de abril fueron de gran angustia en los hospitales. Muchos sanitarios empezaron a dormir mal, a tomar pastillas. Cada tarde se les aplaudía desde los balcones. Con gran generosidad, se encargaron de compensar la ausencia de las familias dando calor a los enfermos. Hasta pusieron sus teléfonos móviles a disposición de los pacientes para que se comunicasen con sus familias. Sobrevolaba la dramática amenaza, vista en otras regiones, de tener que elegir entre unos enfermos y otros por falta de plazas de UCI y de respiradores. No sucedió.

Las residencias

En torno al 10 de abril, la pandemia empezó a ceder. Pero, para entonces, las residencias de mayores ya se habían convertido en ratoneras. En el centro de mayores de Grado de computaron treinta fallecidos. Y en las semanas siguientes se prolongó esta tendencia mortal. A principios de mayo, por fin, los ciudadanos pudieron salir a la calle. Nunca el simple hecho de dar un paseo por el campo había generado tanto placer. Se inició la desescalada, la supresión paulatina de las restricciones. Los bares reabrieron terrazas e interiores. Volvió el fútbol (sin público en las gradas).

Grado, 11 meses después del virus: "Ha sido duro pero hemos vencido"

Grado, 11 meses después del virus: "Ha sido duro pero hemos vencido" A. Domínguez/ M. López

Ola benigna

Se hizo balance y resultó que Asturias era una de las comunidades autónomas que mejor parada había salido de la gran refriega. Los gestores asturianos de la crisis recibieron muchos elogios, saltaron a las palestras nacionales. Otros subrayaban que ni el virus acertaba a entrar en una Asturias secularmente aislada. Seguramente la realidad es una mezcla de buen trabajo y circunstancias favorables.

25 días sin casos

Llegó un verano rutilante. El Paraíso Natural se puso sus mejores galas. Entre junio y julio, Asturias sumó 25 días sin ningún contagio. Los asturianos se quedaron y el Principado se llenó de turistas. A finales de agosto, las autoridades sanitarias entendieron que había que poner coto a tanta aglomeración, y se inventaron la figura de la alerta naranja para mitigar los ardores de los amantes del ocio y el botellón en la comarca oriental. Poco más tarde, el foco de la preocupación se centró en la cuenca del Nalón.

Segunda oleada

Avanzado septiembre, comenzó a tomar cuerpo la segunda oleada del coronavirus. Los expertos la esperaban para finales de año, cabalgando a lomos de la epidemia de gripe. Pero se adelantó y vino sola. La gran eclosión se produjo en torno al puente del Pilar. El virus comenzó a propagarse con particular fuerza en Gijón y el hospital de Cabueñes se colapsó pronto. El Gobierno regional quiso confinar a los asturianos en su casa, pero el Ejecutivo central no se lo permitió. A cambio, llegó el toque de queda y, de un día para otro, dejamos de trasnochar en las calles y nos hicimos europeos. El 24 de octubre, el Gobierno de Asturias determinó el cierre perimetral de los tres grandes concejos: Oviedo, Gijón y Avilés. No quedaba más remedio que conocer el propio terruño.

Agentes de la Policía Local de Castrillón, en un control del cierre perimetral en la carretera de la Plata. | M. V.

“Noviembre negro”

La marejada llegó al HUCA en el fin de semana que hizo de bisagra entre octubre y noviembre. “Vuelvo a tomar pastillas para dormir”, dijo entonces una facultativa. Un médico residente de la UCI del hospital ovetense reflejó la situación en un audio que envió a sus compañeros y terminó haciéndose viral. Fue un “noviembre negro”: 596 muertos por coronavirus, una cifra monstruosa. En términos generales, la segunda ola pandémica fue muy dura en Asturias, de las más agresivas de todo el país, y desde luego mucho más trágica que la primera.

Navidad y vacuna

Llegó diciembre, empezó a llover. Se reabrieron los bares después de 40 días de clausura, con el libro de contabilidad lleno de números rojos. Con motivo de la Navidad, retornaron muchos asturianos de la diáspora. Las fiestas navideñas fueron menos multitudinarias que nunca. Hubo excepciones sonadas, como un brote en varias fiestas de Nochevieja en Grado que rebasó los 200 contagiados. El 27 de diciembre se inició la vacuna en las residencias de mayores. La maquinaria funcionó sin pausas, ni siquiera en Nochevieja y Año Nuevo. A mediados de enero ya aparecieron los primeros indicios de que la inmunización estaba protegiendo a los ancianos de los geriátricos. La tercera ola estaba en marcha, pero la cifra de casos graves y hospitalizados en las residencias estaba bajando con relación a las dos oleadas anteriores.

Pepita, la primera vacunada en Asturias, recibe la segunda dosis: "Mucha gente tiene miedo al pinchazo, ¿qué pinchazo?"

Pepita, la primera vacunada en Asturias, recibe la segunda dosis: "Mucha gente tiene miedo al pinchazo, ¿qué pinchazo?" Amor Domínguez

Ola británica

También a finales de diciembre, la temida cepa británica del coronavirus, más contagiosa que las variantes clásicas, hizo acto de presencia en Asturias. Entró por Avilés y su comarca, zona que marcó la eclosión de la nueva oleada, la tercera. Llegaron los cierres de concejos y de la hostelería con arreglo a un nuevo sistema estadístico implantado por la Consejería de Salud. Los hospitales estaban repletos de pacientes con patologías ajenas al covid, y el coronavirus aumentó la presión. La subida de la curva fue más rápida que la de octubre. Alcanzó un nivel muy similar la del otoño, pero hubo más infectados jóvenes y menos mayores. La cifra de muertos fue muy inferior. Así y todo, se estima que el virus se ha llevado por delante a uno de cada catorce de los 13.600 mayores que vivían en residencias hace un año.

Hacia la inmunidad

Los cierres perimetrales de los concejos han sido levantados de forma paulatina. Este fin de semana es el de muchos reencuentros con la segunda residencia o la casa del pueblo. Aún hay unos 400 hospitalizados entre planta y UCI. La vacunación avanza, y se prevé un gran despliegue a partir de abril. El objetivo del Gobierno de Asturias es tener a buena parte de la población (un 60 o un 70 por ciento) inmunizados para finales de junio. Todo dependerá de que lleguen dosis suficientes. Volvemos a estar en periodo entre olas.

Perdido y preservado

Los meses de enero y febrero han sido fríos, lluviosos, tediosos. Mucha gente ha visto puesta a prueba su resiliencia, su capacidad de adaptación. La pandemia nos ha descubierto un mundo desconocido, lleno de enfermedad, muerte, soledad y limitaciones a la libertad. Y lleno también de gente abnegada y solidaria, de trabajadores esenciales muy sacrificados, de gente que no pierde la sonrisa y valora, más que lo perdido, lo preservado... Los virus seguirán siendo malas noticias envueltas en proteínas, como dijo el Nobel Medawar. Pero las malas noticias hay que asimilarlas, hacerles frente, convertirlas en fuentes de oportunidades. Eso lleva haciendo la humanidad desde su inicio.

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