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Los señores de la Asturias romana

Murias de Beloño, el tesoro de Cenero

Los restos de la villa romana de la parroquia gijonesa, excavados en 1952 y aún no desvelados por completo, son de “planta diseminada”, con tres bloques diferenciados que incluían una edificación rectangular para baños recreativos en las horas avanzadas de la tarde

Imagen de archivo de los restos de la villa romana de Murias de Beloño

Hace poco arrancábamos esta serie dedicada a las villas romanas en Asturias con la presentación de la villa de Memorana, en Vega del Ciego, coincidiendo con el centenario de su descubrimiento. Esta efeméride nos permitió recordar los inicios de las investigaciones sobre arqueología romana en Asturias, una línea de trabajos arqueológicos que careció –salvo honrosas excepciones– de un plan estratégico que los impulsase y diese a conocer. Solo el entusiasmo de sus protagonistas y su interés personal por las antigüedades y el pasado inspiraron aquellas acciones, que, lejos de contar con continuidad, fueron desarrolladas en oleadas separadas por décadas entre ellas, al hilo de los nuevos hallazgos o las necesidades del deterioro inminente de los ya conocidos.

Para esta entrega hemos fijado nuestra atención en una joya como es Murias de Beloño, un yacimiento emblemático que fue descubierto en 1917 y de cuyos materiales encontramos un nutrido testimonio en la exposición permanente del Museo Arqueológico de Asturias, mientras sus ruinas esperan olvidadas un plan de recuperación que permita a los visitantes comprender el complejo tal como era en sus momentos de esplendor.

Descubrimiento y estudios

Las Murias de Beloño es un yacimiento romano descubierto en 1917 por el inquieto sacerdote Manuel Valdés Gutiérrez, entonces párroco de Cenero (Gijón). Este sacerdote, precursor de numerosos estudios de la antigüedad y gran apasionado de la arqueología, fue el responsable con su entusiasmo de identificar y localizar los restos romanos tanto en Beloño como en Veranes. Él mismo, cansado de los saqueos de materiales que hacían los vecinos, transportó parte de los restos localizados en estas villas al cabildo de la abadía de Cenero, en un intento a mitad de camino entre su musealización y la salvaguarda.

Pero las ruinas de Beloño (en ocasiones publicado como Beloncio) no serían de nuevo objeto de estudio hasta 1952. La excavación fue realizada por Francisco Jordá, quien además publicó los resultados de la campaña en las memorias del Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación en 1957. Jordá había llegado a Asturias en 1952, recomendado por Juan Uría Ríu, tras una dilatada experiencia personal y profesional. En su juventud había sido un reconocido activista de izquierdas en su Alcoy natal, por lo que había sido encarcelado tras la contienda civil de 1936-1939. Tras su excarcelación en 1943 reanudó su actividad científica con el Servicio de Investigaciones Prehistóricas de la Diputación Provincial de Valencia, que daría paso a una carrera marcada por su labor en numerosos centros e instituciones de investigación del levante.

Detalles de los restos de la villa romana de Murias de Beloño tras las excavaciones de Jordá.

Desde su llegada ocupó los puestos de Jefe del Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación Provincial de Oviedo, Director del Museo Arqueológico Provincial de Oviedo al año siguiente y el de Delegado Provincial del Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas en 1956 hasta su traslado a Salamanca en 1962.

En ese periodo afrontó algunos de los trabajos más interesantes para el estudio de la edad antigua de Asturias, participando en las excavaciones de varios castros junto con los yacimientos romanos de Murias de Paraxuga (Oviedo) y este de Murias de Beloño (Gijón). Su empleo de técnicas propias de la arqueología prehistórica –de la que era especialista–, permitió una documentación del yacimiento muy superior a lo conocido en la región hasta ese momento.

Los resultados de sus excavaciones, tanto su publicación como el aporte de materiales a los fondos del Museo Arqueológico de Asturias, han sido la base de numerosos estudios posteriores. Algunos de estos trabajos fueron monográficos sobre Beloño, como los que realizaron Gorges, Fernández Castro, Fernández Ochoa, Abad Casal o Encinas y García Carrillo, y otros centrados en la época antigua en Asturias como los de José Manuel González, Santos Yanguas o Carmen Fernández Ochoa. Se cumple así una de las intenciones del autor, quien planteaba en su artículo de 1957 que su estudio no era la solución sino la base sobre la que empezar a hacerse nuevas preguntas del alcance y relieve de la romanización de Asturias.

Detalles de los restos de la villa romana de Murias de Beloño tras las excavaciones de Jordá.

La planta que describió Jordá

Siguiendo las conclusiones de Jordá, observamos que tipológicamente este establecimiento se encuadra dentro de las villas de “planta diseminada”, que se caracterizan por estar constituidas por un conjunto de edificaciones, tanto utilitarias como domésticas, independientes entre sí. No hay distribución lineal a lo largo de un eje ni se organiza el espacio en torno a un patio central.

Uno de los bloques más interesantes de las ruinas es el llamado “torreón”, que si bien por su alzado y su nombre nos predispone a pensar en un elemento fortificado, bien pudieran ser los restos de algún horreum o granero de la villa.

Para facilitar la descripción de su planta, Jordá dividió las ruinas en sectores, siendo el “sector A” una construcción rectangular de ocho estancias alineadas y una galería que recorre la fachada sur del bloque. Esta distribución permite interpretar que estas habitaciones se destinarían a recibidor, comedor y habitaciones (vestibulum, triclinium y cubicula en su denominación latina).

Detalles de los restos de la villa romana de Murias de Beloño tras las excavaciones de Jordá.

El “sector B” fue identificado como la “pars urbana”, que es la parte residencial de la villa donde se alojarían el propietario y su familia. A pesar que su estado de conservación era ya precario se identificaron 12 habitaciones en este bloque que se puede adscribir al modelo evolucionado de “villa de corredor con torres en la fachada” (Fernández Castro, 1982:160,163). De este sector destaca Jordá la localización de restos de pavimentos de Opus signinum, así como las tumbas que indican el momento de pérdida de uso original y su amortización como cementerio. Fue el enterramiento de la estancia n.º 11 –un joven con un ajuar funerario compuesto de un cuenco, restos de un recipiente de vidrio y una vasija globular– el que aportó una cronología relacionada con el final de la villa pues la tipología de estos materiales nos lleva a fines del siglo IV y el siglo V (Carrocera y Requejo, 1989).

Por último en el “sector C” se sitúan dos construcciones auxiliares aunque de carácter bien distinto. La primera era una edificación de planta rectangular de 13,5 m. de largo y entre 6,50 y 6,85 m. de ancho, y que constaba de siete dependencias correspondientes a un edificio termal: apodyterium, caldarium, fornax, frigidarium, letrinae, piscina y tepidarium. Este tipo de baño recreativo se realizaba en las horas avanzadas de la tarde, por lo que su orientación está relacionada con la luz de esas horas que entran por el occidente. El edificio se levantó aprovechando las condiciones del terreno y eso facilitó la construcción de los hipocaustos. Jordá destaca en su estudio los restos cerámicos y decorativos que adornaban estas habitaciones, siendo el ejemplo del lujo y gusto decorativo romano de la época. Además de estos restos, Jordá identificó un segundo edificio que sería un almacén o establo. Esta segunda construcción estaría relacionada con las actividades domésticas y los trabajos agropecuarios, pilar económico de estas explotaciones. Una dualidad entre el uso residencial y la explotación económica esencial para comprender este tipo de asentamientos.

Sus materiales, en el Museo Arqueológico

Desde el año 1953 los restos rescatados en las excavaciones de Beloño pasaron a formar parte de la exposición permanente del museo, como describe J. A. Fernández de Córdoba en su tesis doctoral. Aunque los restos más conocidos de la excavación de esta villa sean los estucos, algunas de las vasijas de Beloño se expusieron en la sala dedicada entonces a Memorana, mientras que en la exposición actual uno de los molinos manuales que allí se exhiben también procede de este yacimiento.

Las pinturas de Murias de Beloño se encuentran actualmente en el claustro alto del Museo Arqueológico de Asturias. Se trata de pinturas con formas geométricas, zócalos rojos y fragmentos ornamentales con fajas rojas sobre fondo blanco o amarillo, o con círculos tangenciales o tangentes, según la descripción de Narciso Santos. Contaba además, con zócalos rojos, siendo de destacar un gran panel del frigidarium que contenía dentro de uno de sus recuadros en rojo el dibujo de una pilastra estriada con su capitel, lo que lleva a pensar en los temas arquitectónicos de las pinturas pompeyanas; aunque el mayor interés, según el mismo autor, radicaría en que constituyen un eslabón entre el Bajo Imperio romano y el arte decorativo de las iglesias prerrománicas asturianas, como por ejemplo Santullano.

En resumen, la villa romana de Beloño fue identificada en 1917 y pese a los esfuerzos de su descubridor, Manuel Valdés Gutiérrez, tuvo que esperar a la década de 1950 para ser excavada con metodología arqueológica, algo similar a lo ocurrido en Memorana. Su director, Francisco Jordá, aplicó las técnicas desarrolladas en la arqueología prehistórica de la que era especialista y, pese a que su publicación aspiraba a ser solo una base para los estudios siguientes, la falta de continuidad en esta línea de trabajos convirtió su publicación de 1957 en un referente de la arqueología y la romanización en Asturias. La entidad de los restos conservados es testimonio suficiente para otorgar a este asentamiento un lugar destacado entre las villas romanas en el noroeste peninsular, y más teniendo en cuenta la oportunidad que aún ofrece de excavar el área y obtener una visión global de este tipo de establecimientos en la Asturias rural del periodo.

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