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Arquitectura personal || Alberto Hidalgo Tuñón | Filósofo

Seminarista, filósofo buenista y pacifista

“No tenía vocación, pero sí voluntad, y más que la carne pesó la decepción intelectual de la insufrible teología dogmática, un constructo en el aire”

El filósofo Alberto Hidalgo, ante una puerta trasera del Instituto Alfonso II, donde fue profesor. | | IRMA COLLÍN

–Nací en 1946, en la plaza de Trascorrales de Oviedo, pero mis primeros recuerdos son del primer piso del 14 de la calle Mon. Soy el segundo de tres hermanos. Marciano y Javier Benjamín son maestros.

–¿A qué se dedicaban en casa?

–Entonces mi padre tenía un puesto de lechería, pero luego se dedicó a la albañilería y la pintura. Mi madre, a sus labores; era modista y alquiló habitaciones a dos modistas independientes.

–¿Cómo era su padre?

–Se llamaba Marciano y venía de Burgos. Tuve poco contacto con él, pero era sereno, tranquilo, y presumía de ser “popular como la sopa de ajo”. Le gustaba tomar una pinta y andar tan campechanamente que le multaron por cruzar la plaza del Ayuntamiento en mangas de camisa.

–Sí, eso lo desarticularon periodistas falangistas, alegando que la camisa era su uniforme.

–Él pertenecía a la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) que tenía una sala social con la Biblioteca Antonio Maura en la plaza del Ayuntamiento. Un recuerdo de mi infancia es que, cuando quería celebrar algo, nos invitaba a una tapa de berberechos en la HOAC. Era conservador, procedía de una familia muy católica. Tenía un hermano Marista, que reclutó a mi hermano mayor hasta los veinte años.

–¿Cómo era su madre?

–Ana, originaria de Serrapio, en Aller, donde su padre, Máximo, había sido alcalde de barrio, tenía hacienda y se dedicaban a la agricultura. También católica. Era muy cariñosa, muy trabajadora y durante un tiempo asistió fuera de casa.

–¿Cómo llegaron a conocerse?

–En la boda de sus mutuos hermanos Placidia y Antonio, que se habían conocido en Barcelona durante la Guerra Civil. Mi padre vino a Asturias por ella.

–Creció en un ambiente muy católico. ¿Fue un niño místico?

–Era normal, pero con capacidades intelectuales. Fui a la Escuela del Fontán y el maestro, don Alonso, republicano semirrepresaliado, tenía una eficacia pedagógica de la que guardo el mejor recuerdo. Fui buen estudiante en una casa en la que querían que estudiáramos y, si no, iríamos a descargar escombro o a trabajar con nuestro padre.

–Para estudiar tuvieron que ir para frailes y curas.

–Era típico. Fui a los 10 años interno a Valladolid con los Misioneros del Sagrado Corazón, de estatutos más bien jesuíticos, donde un hermano de mi madre había sido fraile.

–¿Cómo fue dejar la casa e ir al internado a los 10 años?

–Sin ningún trauma. Me adapté a la forma de vida y a los compañeros. Había frío hasta los sabañones, y el calentamiento era darnos balonazos en el recreo. Se comía mal y poco. Estábamos a las afueras de Valladolid y no había libertad. Las salidas más memorables eran para salir disfrazados para la cabalgata de Reyes y para Semana Santa.

–¿No volvía en Navidades?

–No, celebrábamos la Nochebuena con una naranja y una taza de chocolate. Mi padre iba a vernos alguna vez, me sacaba y comíamos pollo. Volvía a casa dos meses y medio en verano.

–¿Su hermano fue también?

–Sí, pero le llevo cuatro años y solo coincidimos un curso. Tenía primos y formábamos una saga en el colegio con uno por curso, lo que era protector. Yo era el mayor. Tino fue sindicalista y fuerte, y el tercero, Gerardo, fue policía.

–¿Quería ser fraile?

–Tardé en dilucidarlo. Fui al noviciado. Mi tío Aquilino Tuñón decía que yo tenía vocación y creo que pidió el traslado a Valladolid para que no nos desviáramos. Me costó deshacerme de esa tutela. Leí muchos libros de espiritualidad, intentando descubrir en qué consistía la vocación.

–¿En qué consiste?

–Tiene dos rasgos. Una iluminación, en la que ves tu destino, y una fuerza de voluntad para seguirla. Yo tenía voluntad, pero no veía luces. Eso fue a los 16 años. Estábamos mosqueados casi todos. El superior, que era de Conforcos, nos decía “parecen ustedes machos solitarios en celo y sin hembra”.

–La hormona podía.

–En los cincos meses del noviciado te enseñaban a moderarte a base de cilicio y penitencia. Puse cilicio lo normal, comparativamente. Era en Canet de Mar y nos bañábamos a las 7 de la mañana, antes de que llegaran las suecas. El acceso al otro sexo era casi imposible. La crisis de vocación fue generacional. Uno de un curso superior confesaba que le había quitado la vocación “La rebelión de las masas”, de Ortega. Teníamos de superior al padre Lada, de Ovillés (Aller), tío de mis primos, que había estudiado en Roma y volvía de misiones. Nos enseñó muy bien Historia de la Filosofía, tuve con él confianza y escribí una especie de alegato de 80 páginas, investigando lo que era la vocación y mi conclusión personal de que no veía ninguna luz. Lo leyó y me dijo: “Pues no tengo nada que añadir”.

–Eso le daba la libertad.

–Sí. Después del Bachillerato hacía Filosofía escolástica, de 16 a 19 años, y leí a Ortega, Heidegger, San Agustín... y estudiábamos Psicología y Cosmología en latín de la gregoriana de Roma. Estudiamos como cosacos.

–¿Cuándo se rindió a la falta de vocación?

–Al empezar Teología intentábamos aprender arameo, un militar nos daba Matemáticas y Física, pero mi decepción mayor fue cuando cayeron en mis manos los manuales de teología dogmática, insufribles, con axiomas gratuitos, un constucto en el aire. La carne para mí no fue decisiva, lo fue una decepción intelectual profunda a los 18 años en Logroño.

–¿Qué quería ser?

–Me gustaba escribir cuentos y artículos y poesía desde los 12 años. La referencia eran “Los mil mejores poemas de la lengua castellana” y hacía odas a la primavera, a la naturaleza, o temática religiosa con recios versos dedicados a las murallas de Jerusalén: “Murallas ciclópeas despejan destellos suicidas”, o algo así. Era bueno en Matemáticas. Nunca me pareció relevante la distinción entre Letras y Ciencias. Cuando me salí, esperaba inclinarme hacia la Literatura.

–¿Cuándo se fue de Logroño?

–En octubre de 1967. La decisión casi estaba madura en verano. La salida sí fue traumática. Me sentí a la intemperie en alta mar cuando cogí el tren para venir a Asturias.

–¿Tenía amigos?

–Pocos.

–¿Conocía chicas?

–Iba a bailes de romería, a algún guateque... Los últimos años viví una duplicidad. Interpreté que cuando nos dejaban libres en verano era para hacer lo que nos decían que no se podía en invierno. Iba a bailes y a películas de mayores sin prejuicios, complejos, ni mala conciencia.

–¿Qué dijeron en casa?

–Aceptaron sin mostrar contrariedad. Seguramente, mi madre se disgustó. Ayudé a mi padre algún día cargando escombro, pero yo tenía claro que iba a ir a la Universidad. Obtuve una beca de diez mil pesetas para matricularme en el Instituto Alfonso II, para hacer Preu. En mayo de 1968, murió mi padre de un infarto fulminante y me convertí en responsable de la casa.

–Estudiando.

–Cuando murió mi padre opté a una beca-salario. Tres mil pesetas para atender a la familia y el resto para seguir la carrera.

–¿Cómo lo vivió?

–Echando coraje a la vida. Di clases particulares a las monjitas de La Cadellada (el Psiquiátrico).

Alberto Hidalgo Tuñón (Oviedo, 1946), filósofo y profesor titular que impartió Sociología del Conocimiento en la Universidad de Oviedo, fue catedrático de Enseñanza Media y dio clase en los institutos Aramo, Virgen de la Luz y Alfonso II.

Fue para cura, quiso ir para literato, pero es filósofo por influencia de Gustavo Bueno, con el que acabó discrepando en los últimos años del maestro.

Fue uno de los fundadores, y primer secretario, de la Sociedad Asturiana de Filosofía (que presidió entre 1981 y 2000), a partir de la idea que trajo a Oviedo el especialista en Filosofía española Alain Guy. En la comisión gestora de 1976 estaban Pedro Caravia, Teófilo Rodríguez Neira, Vidal Peña, Manuel Fernández de la Cera, Juan Cueto y Lluis Xabel Álvarez; unidos por la idea de “fomentar la actividad filosófica en relación con las Ciencias y la Cultura”.

Fundó la organización Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad en Asturias, una ONG surgida a raíz de una concentración celebrada en Madrid, en 1981.

En política universitaria también fue director de área de profesorado con Antonio Cueto y Juan Vázquez.

Está casado, tiene 3 hijos y tres nietos.

Ha sobrevivido a dos infartos y a un aneurisma abdominal aórtico.

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