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Mamá, cuéntame cómo era eso de tener un trabajo

Tres jóvenes asturianos hablan con sus padres sobre la lacra del paro juvenil en la región con más inactivos menores de 30 años

Información elaborada por C. Lamuño, Amaya P. Gión, José Luis Salinas, Julio Vivas

A la generación de jóvenes asturianos que tengan que incorporarse ahora al mercado laboral les quedará una cicatriz. Lo dice un estudio firmado por el economista asturiano Florentino Felgueroso para la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), cuyas reflexiones pueden leer aquí. Y, como cualquier cicatriz, tiene cura, pero mayor o menor, acaba dejando marca. La herida, indudablemente, la ha creado la actual crisis económica, para muchos jóvenes la segunda por la que atraviesan en muy corto espacio de tiempo –a los que están cercanos a la treintena o la han superado, la Gran Recesión de 2008 les pilló de lleno– y el corte, la rozadura, el arañazo (dependerá de cada caso individual) se traduce de manera colectiva en que toda una generación se está quedando descolgada a la hora de entrar en un mercado laboral ya de por sí complicado. En las siguientes páginas, tres jóvenes asturianos explican en diálogo con sus padres –una funcionaria, un prejubilado y un empresario– sus frustraciones, sus expectativas y su visión sobre cómo ven un mercado del trabajo que les es hostil. La marca que deja la cicatriz es una vida laboral cargada de bajos salarios y de contratos temporales y eso se nota ya en sus palabras. “Cuando sales al mercado laboral no te dan muchas oportunidades, todos te piden experiencia”, protesta la lenense Carlota Tuñón, que está de prácticas en una clínica de estética. Su padre, prejubilado de la mina, agrega que los jóvenes asturianos están “condenados a irse de la región para poder trabajar”.

Los datos son demoledores. Un 60,7% de los jóvenes asturianos están inactivos. Es decir, que ni trabajan ni buscan empleo de forma activa, probablemente, porque no ven forma de conseguirlo. Icíar Gómez, ovetense y funcionaria, sabe bien lo que es el éxodo juvenil. Dos de sus cuatro hijos trabajan en el extranjero. Una de sus hijas, Icíar Álvarez-Hevia, quería volar alto, pero la pandemia le cortó las alas cuando comenzaba a ganar experiencia como azafata de vuelo. Acabó en un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE). “Un contrato indefinido es como un sueño”, dice. La frustración de la ovetense es compartida. Un estudio del Consejo de la Juventud asegura, usando palabras suaves, que los jóvenes asturianos tienen una baja participación en el mercado laboral. Y, encima, la pandemia ha supuesto un freno para muchos. En seco. El mismo informe señala que tres de cada diez jóvenes de la región (menores de 30 años) que tenían un empleo fueron regulados durante el segundo trimestre del año pasado. El duro. El del confinamiento. Aún más grave, el análisis refleja también que cuatro de cada diez jóvenes de la región no trabajaron ni una sola hora durante ese trimestre. Nada. Se lo pasaron en blanco. En el último de estos diálogos el avilesino Javier Llorente asegura que él en su época no tuvo problema. “Empecé a trabajar cuando acabé el servicio militar”, apunta. Su hija, Guiomar Llorente, no ha tenido tanta suerte. “Cuando se llega a Bachiller falta orientación”, recalca.

“De cuatro hijos que tengo, solo uno está en Asturias”

A los comienzos en la vida laboral de Icíar Gómez (Oviedo, 1961) e Icíar Álvarez-Hevia (Oviedo, 1996), madre e hija, les separan unas décadas, varias crisis, una pandemia y un contexto social y económico muy diferente. En la familia, conocen la dificultad de encontrar trabajo en España y, más si cabe, en Asturias. De cuatro hijos, dos trabajan en el extranjero. La más joven, Icíar, era azafata de vuelo en Barcelona, pero con la crisis del covid perdió su empleo, aunque confía en que, una vez pasada la pandemia, la cosa vuelva a despegar.

Icíar Álvarez Hevia y su madre, Icíar Gómez | LUISMA MURIAS

Icíar Gómez (I. G.): Mis comienzos en el mundo laboral fueron en Ibiza llevando la gestión de un grupo de tiendas. En el sector privado era complicado compaginar hijos y empleo; por lo que me plantee hacer la oposición. La verdad es que al principio no tuve dificultad para encontrar trabajo, aunque muy pronto me centré en la oposición, y hasta ahora.

Icíar Álvarez-Hevia (I. Á.-H.): Yo empecé estudiando Turismo, terminé el grado superior. Después me fui a vivir a Londres, donde estuve un año trabajando de camarera. Justo un año antes de la pandemia empecé trabajando de azafata en Barcelona, que es a lo que me quiero dedicar. Antes de la pandemia me habían extendido el contrato dos meses, estuve en ERTE los siguientes y, ahora, he vuelto a casa. Hasta que se pueda volver a volar, que volveré a intentarlo.

I. G.: La sensación que teníamos era que ella ya había empezado su carrera laboral. Siempre pensamos que con los vuelos iba a ir adelante, consiguiendo progresivamente contratos mejores y más largos. Pero, justo, llegó la pandemia.

I. Á.-H.: La suerte no pudo ser peor. Aunque la inestabilidad es algo común. Lo que veo en la gente de mi alrededor es que quien tiene trabajo es uno poco cualificado. También es verdad que muchos están acabando la carrera, haciendo un máster. No tengo ningún amigo que tenga un contrato fijo, que sea ya médico, abogado... Y la mayoría de la gente que conozco y da ese tipo de pasos se tiene que ir fuera para hacerlo. A no ser que estén opositando, que parece la única manera de quedarse en Asturias. Pero es algo que no es para mí. Porque no hay ninguna oposición con la que diga “quiero dedicarme a esto”.

“Lograr un contrato indefinido es como un sueño”

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I. G.: Ha sido una pena, porque había encontrado lo que le gustaba en los vuelos.

I. Á.-H.: Es verdad que los jóvenes tenemos más disponibilidad a la hora de movernos. Creo que poca gente de mi edad piensa en quedarse en Asturias. Porque es muy difícil, pero creo que tampoco nos da miedo movernos. Cuando vuelva a funcionar el turismo, a mí me tocará irme a otro sitio.

I. G.: Yo veo la situación en Asturias especialmente complicada. Me gustaría que no fuese así. Siempre intentó hacer ver que hay oportunidades, pero la realidad es la que es. Sin jóvenes no sé qué nos espera. De cuatro hijos que tengo, solo uno está en Asturias, y otra obligada por la situación. En cuanto pueda, va a salir por pies.

I. Á.-H: Uno de mis hermanos trabaja en Londres y otro en Australia. El otro es abogado y está aquí.

I. G.: Antes de la pandemia ya había problemas. Aquí había industria, éramos una región potente, pero desgraciadamente no hemos evolucionado con los tiempos. No nos hemos puesto al día. Si se mueren la industria, la mina, el carbón... Si cierran unos sectores, habrá que explorar otros. Ya sean las nuevas tecnologías, la investigación o lo que pite. Tendremos que reinventarnos. ¿Dónde van a trabajar si se cierra lo que había?

I. Á.-H.: Ahora es impensable que alguien esté en un mismo puesto de trabajo desde que empieza su carrera laboral, que es algo que antes sí que pasaba. Los contratos son muy cortos. Mi contrato era de nueve meses, y te hacían prórrogas. Los contratos de los que entraron después de mi eran más cortos, de seis. Y eso es algo que se repite. Mis amigos que tienen trabajo cubren bajas, están unos meses y tienen que buscar otra cosa. Van cambiando de trabajo sin estar nunca un año seguido en el mismo sitio.

I. G.: Eso antes pasaba menos. Pasaba, pero era poco habitual. Parece que lo natural son los pequeños contratos. También influye la falta de estabilidad. Las empresas no se atreven a apostar por alguien a largo plazo.

I. Á.-H.: Un contrato indefinido es como un sueño.

I. G.: Esto no es culpa de los jóvenes, sino de la estructura. Ha cambiado mucho el contexto económico y laboral. Hay que evolucionar hacia otro modelo. ¿Dónde van a trabajar si no? El problema no es tanto la pandemia. Una vez que pase, ¿qué va a pasar? Pero es que es un problema de estructura.

I. Á.-H.: En Londres, de camarera, yo tenía contratos más largos que aquí. Estaba de prueba dos meses y luego el contrato no tenía fin. Te podían despedir durante esa fase de prueba, pero luego ya te quedabas.

I. G.: Porque no tienen miedo.

“Los chavales están condenados a marchar”

A pesar de pertenecer ambos a las Cuencas, concretamente a la localidad lenense de Campomanes, Efrén Tuñón (45 años) y su hija Carlota Tuñón (21 años) cuentan con un panorama laboral muy diferente. Él se prejubiló de la minería hace un año y medio, mientras ella, tras acabar un ciclo superior de Estética, se encuentra realizando prácticas sin saber muy bien cómo va a ser su futuro. Afortunadamente, la joven cuenta con la ayuda de sus padres, que le permite salir adelante.

Carlota Tuñón y su padre, Efrén Tuñón . Luisma Murias

Efrén Tuñón (E. T.): Trabajé en todos los sitios, empecé en 1998 en una subcontrata, estuve cuatro años allí, luego dejé la mina y me fui a trabajar a Madrid, y cuando volví conseguí trabajo en una mina de montaña, pasando más tarde al pozo Monsacro y al San Nicolás, donde me prejubilé hace año y medio.

Carlota Tuñón (C. T.): Hice un ciclo superior de Estética, y antes el Bachiller. Ahora estoy con las prácticas, pero a ver qué pasa en el futuro, tampoco te dan muchas posibilidades de salir al mercado laboral, ya que cuando buscas trabajo te piden mínimo un año, dos o tres de experiencia, pero cómo la voy a tener si acabo de terminar los estudios, es imposible.

E. T.: Tampoco es que haya mucho donde trabajar. Mira en mi gremio, la minería, donde trabajé casi toda la vida. Y no es solo el pozo, ya que alrededor de la mina siempre había muchas empresas, pero se propusieron acabar con el carbón y ahora las Cuencas están muertas porque no hay nada previsto para la juventud. Igual los chavales en Oviedo o Gijón lo tienen más fácil, pero los que viven en las Cuencas están condenados a marchar.

C. T.: Es que no hay nada dónde ir, te pones a buscar y fuera de la hostelería no hay más ofertas de trabajo.

E. T.: El objetivo de estudiar un ciclo de FP era porque había que estudiar algo que tuviese un poco de futuro porque nosotros no vamos a esta siempre ahí. De hecho, el ciclo de Estética tiene mucha salida, el 80 por ciento encuentra trabajo, muchos de ellos incluso en el sitio donde hicieron las prácticas. Otra cosa es el sueldo, afortunadamente la madre y yo podemos ayudar, pero quien no tenga esta ayuda dónde va.

C. T.: Es verdad, tú sales del ciclo superior y creo que tienes más posibilidades de encontrar trabajo que si hicieras una carrera, otra cosa es emanciparse. Yo siempre dije que a los 18 me iba de casa, pero al final me acabé quedando porque es imposible, el salario base de una persona como yo, de prácticas, como mucho es de 500 euros, y así cómo te independizas. Con lo que cuestan los alquileres, y no tengo en cuenta los gastos, no me puedo independizar a día de hoy.

“Fuera de la hostelería no hay más trabajos”

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E. T.: Emanciparse ahora es difícil, yo con 22 años ya estaba viviendo fuera de casa porque me casé y porque nos lo podíamos permitir, pero es que lo tuve más fácil, yo nunca paré de trabajar hasta que me prejubilé, ni siquiera sé lo que es estar al paro.

C. T.: ¡Claro que lo tuvo más fácil!, pero porque antes todo giraba en torno a la minería en las Cuencas: bares, comercios, locales... Pero todo eso ha tenido que cerrar porque, si no hay mina, no hay nada.

E. T.: La prejubilación, egoístamente, lo veo muy bien, pero hubiese firmado si me permitiesen trabajar otros diez años y, a cambio, garantizasen que las minas seguirían abiertas otros veinticinco años. Eso sí, no todos los mineros se han prejubilado, mi padre no tuvo tanta suerte porque murió antes de poder hacerlo, y mis tíos estuvieron trabajando en la mina hasta los 60 años.

C. T.: Los jóvenes no creo que seamos más exquisitos a la hora de trabajar, hay de todo, siempre destacan los que no quieren trabajar, pero yo no hice un ciclo superior para trabajar en otra cosa, que tampoco se me van a caer los anillos. Creo que cuando estudias tienes una expectativas que quieres cumplir.

E. T.: Hay de todo, y también hay muchos chavales que quieren trabajar, aunque no han querido estudiar antes. Cuando trabajaba en la mina lo veía, chavales que estaban allí porque era lo que les quedaba, cobrando 1.100 euros en una subcontrata por trabajar a 700 metros bajo tierra, y ahora, cuando cierren el pozo, a ver qué hacen porque no saben hacer otra cosa.

C. T.: Bueno, y la pandemia también es otro tema, lo veo hablando con otros compañeros que están de práctica. Como ha bajado tanto la clientela, algunos se pasan el tiempo sentados o limpiando, y parece que no salimos todavía de esta crisis, no sé si es la desesperación de la gente o el miedo a contratar, pero el futuro está complicado.

E. T.: Yo lo noto también porque mi mujer tiene un negocio, la afluencia de clientes desde que empezó la pandemia es mucho más baja, y, claro, ha afectado a muchos más sectores, como a la hostelería, que el 80 por ciento de los bares o no abren en su totalidad o tienen a la gente de expediente de regulación temporal, y menos mal que el Gobierno ha habilitado estas medidas.

“Habría que fomentar más la formación profesional” 

La crisis de 2008 empujó al vallisoletano Javier Llorente a poner en marcha su propia empresa de soluciones audiovisuales (Solucpro) en el centro de empresas La Curtidora. Su hija mayor, Guiomar Llorente Contreras, se encuentra en la recta final de la carrera de Logopedia en la Universidad de Oviedo. A sus 22 años, ve un futuro incierto y pocas opciones de poder cumplir su sueño: trabajar con niños en un hospital. Al progenitor, afincado en Avilés desde el matrimonio, nunca le ha faltado un empleo. Pero teme por el horizonte laboral de sus hijos.

Javier Llorente y su hija Guiomar Llorente, en Avilés . Ricado SOLÍS

Javier Llorente (J. Ll.): Yo por suerte, no como estos jóvenes, empecé a trabajar en cuanto terminé el servicio militar. Los jóvenes de ahora creo que lo tienen más complicado. Hasta que tienen su primer trabajo estudian durante mucho tiempo. Opino que la jubilación a los 67 años es un error. Debería adelantarse para que los jóvenes puedan trabajar. Eso supondría pagar más impuestos. Y sé que es impopular, pero habría que pagarlos.

Guiomar Llorente (G. Ll.): “Estoy en una carrera que necesita más visibilidad y no lo tenemos muy fácil ni para emprender ni para trabajar, sobre todo en el ámbito público. Al acabar el curso voy a hacer un máster a distancia que voy a intentar compaginar con algún trabajo ajeno a mi profesión. A mí me gustaría trabajar en el ámbito público y en España las plazas de logopeda prácticamente no existen. La última convocatoria fue en enero, una plaza para todo Barcelona. En el Hospital San Agustín, por ejemplo, no hay logopedas.

J. Ll.: Mientras tanto, tienen ese sufrimiento de estar tirando de nosotros. Como padres, queremos que tengan todo lo posible para ver cumplido su sueño en lo laboral. Estamos creando una generación de treintañeros en casa porque muchas veces no hay otra salida. Y creo que esta crisis está agravando aún más la situación. Ni siquiera los padres sabemos si dentro de quince días vamos a tener trabajo. Y los jóvenes tienen su primer contrato a los 26 o 27 años a cambio de hacer cursos y másteres. Y si quieren tener algo de dinero propio, buscan un equipo al que entrenar o se van a una pizzería. El problema es que se van vocaciones por el camino y eso es muy doloroso.

G. Ll.: Desde que entramos en la carrera nos dijeron que tendríamos que seguir formándonos y especializarnos en algún ámbito concreto, de tal modo que igual no puedo trabajar en una clínica, pero sí en una asociación, o me puedo meter en una unidad de atención temprana. Sí que es necesario especializarte, todo es buscar y saber quién te puede orientar. No me cierro las puertas a irme de Asturias, pero decidí no hacer el máster fuera para que mis padres no tengan que pagarme, además, un piso. Los másteres, y más en el ámbito de la salud, no son baratos. La última oposición en Asturias creo que fue en 2016. Si sale en otro sitio y lo consigo, claro que me voy. Tengo compañeros que están planteándose marchar de España. Las redes nos ayudan mucho y a raíz de la pandemia hemos creado un movimiento de logopedas en la Universidad (Logopedas Visibles), tenemos una visión más amplia.

“Es difícil trabajar como logopeda, pero es mi vocación”

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J. Ll.: En Asturias hay un montón de vacantes de soldadores, pero a otros niveles los puestos son escasísimos. La región pierde población y ahora las empresas de servicios están como están. Es complicado tener una perspectiva de futuro cuando a veces no sabes ni qué estudiar. Cuando hay vocación, creo que hay que impulsarla. Cuando no se sabe qué hacer, falta información sobre las opciones con salidas reales de la región.

G. Ll.: En mi caso es vocacional, siempre tuve claro que quería dedicarme a ayudar a la gente, aunque dudé hasta el último momento entre Logopedia y Terapia Ocupacional. Confirmo que fue la decisión acertada, aunque lo tenga difícil para encontrar trabajo. Cuando empecé la carrera, de toda la clase solo tres habíamos elegido Logopedia como primera opción. Muchos llegan de rebote porque no entran en otras carreras pese a que está la opción de los ciclos formativos, que también te pueden abrir la puerta a estudiar la carrera que realmente quieres. Cuando se llega a Bachiller falta orientación e información de todas las opciones posibles.

J. Ll.: Creo que habría que fomentar más la Formación Profesional. Yo no hice ninguna carrera, sino la FP2 antigua, y desde los 21 años llevo ganándome la vida gracias a la electrónica. Mi hijo está haciendo un ciclo de Guía Turístico, es lo que le gusta. Creo que es importante que los padres no forcemos la máquina para ver en nuestros hijos un reflejo de nosotros mismos y tampoco para que sean mejores que nosotros, para que tengan una carrera porque sí. Tiene que ser vocacional. 

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