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Gloria Pidal y la libertad en una “camper” en la costa mexicana

“Se puede vivir con muy poco y ser feliz”, afirma esta malagueña de raíz asturiana que perdió su trabajo de cocinera y se hizo nómada

Gloria Pidal y de su novio en la vida nómada en una “camper” en la costa de México. G. P.

Gloria Pidal, una joven periodista nacida y criada en Málaga, pero cuyas raíces familiares están en Asturias –es descendiente de Pedro Pidal, el marqués de Villaviciosa–, ha encontrado la felicidad en la furgoneta “camperizada” en la que vive con su novio recorriendo México. Trabajó en la televisión pública asturiana, la TPA, luego emprendió un sorprendente proyecto audiovisual (grabó su viaje por África vestida con el traje regional de asturiana) y entonces decidió seguir viajando. Se hizo cocinera y en los últimos diez años estuvo navegando entre el Mediterráneo y el Caribe trabajando en barcos privados de distintas familias. La pandemia la pilló en México, los dueños del barco querían confinarse a bordo y ella desembarcó. Así comenzó su nueva vida. Se siente libre como nunca.

Gloria Pidal.

Gloria Pidal. G. P.

Se fue con su novio a recorrer el país con una “camper” que les costó 300 euros y que se acopla a su furgoneta “pick-up”. Andan por la costa, surfean. “Nos duchamos en el mar y tenemos un tanque de agua dulce de 50 litros para lavarnos la cara. Para ir al baño hay dos opciones. Una es ‘pala y mechero’: hacer un agujero lo más profundo que puedas y enterrar, y después quemar el papel con el mechero. La otra opción es el mar, pero es peligrosa. Por alguna extraña razón en el agua tus excrementos te persiguen. Pero estamos hablando de playas remotas en las que no hay nadie, ¿eh?”.

Así es su día a día: “Siempre es diferente y por eso me encanta. Normalmente miramos el parte de olas y en función de eso nos movemos, siempre intentamos ir a sitios en los que, aunque las olas no sean tan buenas, no haya nadie. Nos levantamos con el sol. Después suelo ir a correr con el perro y, de paso, marisqueo un poco lo que haya por la zona. A veces son mejillones, a veces lapas, a veces cangrejos. ¡Y si tienes suerte, percebes! Mi novio pasa totalmente de correr y de marisquear. Él se pone a pescar con la caña, cosa que a mí me aburre. Luego vemos qué comemos según lo que hayamos rapiñado. Si no hay olas, solemos ir a bucear con los arpones. Por la noche solemos hacer una fogata y algo ligero de cena; nos acostamos pronto”.

El novio de Gloria Pidal.

El novio de Gloria Pidal. G. P.

De esta vida nómada Gloria está aprendiendo que “somos nosotros mismos muchas veces los que nos quitamos la libertad. Por encajar en el canon establecido dejamos de hacer lo que verdaderamente nos gusta. Que se puede vivir con poquísimo y ser tremendamente feliz. La vida no está hecha para que trabajar esté por encima de vivir”, sentencia. Su novio, suizo, es programador informático y trabaja desde la camper. “Yo estoy tirando de ahorros y aguzando el ingenio. Hace poco he estado trabajando con unos pescadores locales. Los ayudaba a limpiar todo el pescado que sacaban y a cambio me llevo todo el pescado que necesite para comer. No gano dinero, pero no lo necesito. Tengo comida y no necesito nada más. Entre los dos gastamos unos 500 euros al mes, entre comprar gasolina, etcétera”. Durante la pandemia, Gloria Pidal abrió un canal de recetas y de viajes para Youtube e Instagram que se llama “Glorionce”. Enseña lo que denomina “cocina de naufragio”, que es, básicamente, “cómo comemos, recolectando los alimentos nosotros mismos y haciendo recetas con lo que hay en ese momento en la ‘camper’, siempre de una manera bastante salvaje”.

Gloria Pidal.

Gloria Pidal. G. P.

Conoce casos de gente que vivía en la indigencia “y decidieron dejar la falta de hospitalidad de la ciudad y mudarse a México, a la playa”. Afirma que, “si te gusta la pesca, aquí puedes vivir con muy poco. Los que lo hacen suelen encontrar el paraíso. Entre los que vivimos en las ‘camper’ no hay discriminación. Al final, todos vamos descalzos, nos juntamos alrededor de un fuego y estamos en un entorno en el que el dinero no sirve de mucho. Se usa el trueque, si alguien pesca algo grande lo comparte, porque no hay manera de congelar. Puedes cambiar tres cebollas por dos cervezas. Con los pescadores también haces intercambio. Gasolina por langosta es bastante común. Todo es mucho más humano, más cercano y más natural. Mucha de esa gente que sale de ese bucle precario de la indigencia en una ciudad aquí acaba con una calidad de vida que ya muchos quisieran. Pero algo de dinero siempre hace falta. Pero si no sales a cenar, tu agua sale de un pozo, la energía te la da el sol y tienes al lado el mar. Con cien euros al mes lo haces”.

Gloria Pidal. G. P.

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